viernes, 27 de julio de 2018

NATURALEZA MUERTA V2018

Agustín aun recordaba como meses antes, Ilusionado por el viaje, antes de partir había dejado cuidadosamente recogidos los objetos de su estudio de pintura: Los antiguos botellones que empleaba en las clases de dibujo con sus alumnos que desprovistos ya del mimbre que los convertía en garrafas, se sentían incómodos posando en su verde desnudez. El cenicero limpio, se miraba incrédulo poco acostumbrado a no cargar con un montón de colillas aplastadas sobre su ombligo. Cuidadosamente cerrados, los botes de cristal con el colorido pigmento en polvo que Agustín empleaba para crear sus propias pinturas se habían agrupado por azar en armoniosas combinaciones de purpuras, violetas, añiles y ocres.


Ahora, sin embargo, todo estaba cubierto por una pátina grisácea de polvo. Los pinceles que cuando los dejó parecían un animado grupo de amigas charlando en una cafetería agitando graciosamente sus melenas rubias, morenas, pelirrojas y castañas, según el color de su procedencia, ahora sesteaban silenciosos en su bote de cerámica azul apoyando sus cabezas en el paño con el que se cubría la modelo cuando le molestaban las corrientes de aire.

Cada día Agustín, subía trabajosamente la escalera negra de caracol de hierro forjado, hasta el estudio claraboyado del ático, y cada día bajaba decepcionado sin la menor inspiración. 


Pero como un rito, volvía una y otra vez cada mañana . 

Agustín tenía fe en que el color, su amigo desde la infancia, lo salvaría y lo sacaría de aquello……!Si !, tenía fe en que un día el color se volviera a colar en su alma cerrada y empujado por el trazo, desencadenara la reacción química que le retornara a la vida porque desde niño, las formas y colores parecían susurrarle a él cosas que a los demás nos negaban, secretos de los que otros no soñaríamos siquiera en saber de su existencia. Su corazón, podía temblar con los colores azules, como el cristal con el canto vibrante de los tenores, sentir los tierras y sienas como las notas dulces y oscuras de un barítono, o llorar a lágrima viva con los colores violáceos en el aria de una soprano abandonada. 

Su manera de percibir su entorno era distinta al resto de los mortales. Para él, sus viajes eran una fuente de inspiración y en ellos captaba y memorizaba todo tipo de tonos y formas que de algún modo plasmaba luego en sus delicadas obras: Aquel turquesa de la cúpula de la mezquita, aquella piel negro-azulada de una Venus senegalesa, el obsceno verde del bosque lluvioso peruano o el blanco inmaculado de la túnica bereber del anciano arrugado y centenario.

Pero como un extraño catalizador en una reacción química, hacía falta algo más para darle el toque genial a sus obras, aquella magia extraña que nadie podía describir….hacía falta la presencia de ella…de Marina.

Si, cada uno de los días …sin la menor emoción, el pintor miraba apáticamente aquel rincón de su estudio cubierto de polvo donde estaba todo tal como lo dejó antes del maldito viaje que a Agustín veía como un mal sueño y luego, bajaba  desanimado y solo media botella de aguardiente le permitía pasar el día tumbado en silencio en el sofá sin apenas comer y con la mente en blanco.

Marina, no había matado su alma de artista en aquel viaje. Nadie entendía como un pintor tan serio y afamado se casó con aquella mujer joven infantil e inconsecuente que pasaba de su obra e ignoraba su genio. Solo él sabía lo que ella suponía y aguantaba de aquella mujer carros y carretas porque era su musa y a las musas... hay que seguirlas y obedecerlas cuando se las encuentra por azar y someterse a su caprichosa tiranía. Generar inspiración en alguien es algo tan insólito como raro y emana inconsciente de seres que incluso son ignorantes de su poder.

Agustín sabía que le debía a Marina todo el éxito que había tenido desde la media docena de años en que la vida cruzó sus caminos y también había notado morir su inspiración y su alma de artista cuando percibió en ella el alejamiento, la indiferencia y aquel mortal aburrimiento en que se le había convertido su relación.


El viaje, solo fue una excusa para intentar un acercamiento que reviviera en ella algún sentimiento. Que Marina muriera en un accidente de tráfico con un amante nativo durante el maldito viaje, no mató el alma de Agustín más de lo ya estaba.

Un día, en el solsticio de verano cuando almas y brujas vuelan libres, volvió a subir a su estudio con paso cansado.

La noche de San Juán había sido terrible, se había desatado una tormenta inesperada y a la costa entraron vientos huracanados y relámpagos y rayos que habían impedido las hogueras de la fiesta popular.

Cuando Agustín miró como siempre a su alrededor… todo el estudio estaba mojado…la ventana se había abierto permitiendo que el vendaval metiera la lluvia sesgada y desparamara los lienzos, pero cuando miró hacia los botes de pigmento, aparecieron libres de polvo y brillantemente iluminados por un rayo horizontal del sol del amanecer y aquellos colores puros penetraron de nuevo en su alma, la inspiración apareció de nuevo y un torrente de lágrimas brotó de sus inexpresivos ojos.

!Pintó!…!Si!... Pintó con trazo firme el retrato de Marina, con su mirada brillante, su pelo rojo, su eterna risa y su cuello grácil … Aquella imagen que él siempre llevaba en su cabeza. Luego, colocó el lienzo presidiendo el estudio y jamás volvió a pintar sin su presencia.


!Sí! Marina había vuelto en aquella noche donde brujas y espíritus atormentados vuelan libres, de algún modo él la esperaba, al fin y al cabo sin él, ella nunca supo dónde ir…

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