viernes, 27 de abril de 2018

LA MUCHCHA DEL LAGO ATITLÁN

¿Criterio propio…?, ¿Peculiaridades…?, ! No no…!, !Quita!, !Quita…!... ! No jodas…!, !Ufff que confuso…!!

Gabino era un hombre sencillo y sin complicaciones, digamos en la media de todo, sin brillos, pero también sin sombras y sin ni siquiera planteárselo, admitía como normal para si mismo, sin filtro mental alguno, los gustos generales para su sexo y edad. 

Sin embargo, respecto al trabajo, reconoce a veces a posteriori que erró en la elección de a qué dedicarse, cuando sin pensarlo y sin informarse demasiado como él solía hacer habitualmente  con su arraigada pereza hacia las complicaciones que siempre le había llevado por los caminos mas llanos y fáciles,  en esta ocasión, le llevó hacía la informática con la ingenua y sencilla intención, de dedicarse a la creación de videojuegos intrascendentes de los que él mismo, jugando solo frente al monitor hasta las tantas de la madrugada, también andaba enganchado como todos sus amigos.  

Pero Gabino, se encontró con que éste complejo trabajo no era lo fácil que él había supuesto y exigía una atención continua para poder controlar aquellos dichosos y juguetones "Bytes" que en formas de cero o uno, 
incesantemente viajaban en la computadora  por rutinas, bucles, salidas, entradas y disyuntivas seguidas de más disyuntivas, que a veces a llevaban a puntos ciegos cuya salida solo se podía encontrar con la máxima concentración. 

Para su desgracia, Gabino tenía en su cerebro una dotación neuronal tan normal y simple como todo él y para desempeñar correctamente sus tareas, necesitó concentrar en ellas una parte mayor de sus células cerebrales que otra persona mejor dotada para ello y esto lo logró, tomando prestadas y reclutando neuronas de otras funciones encefálicas básicas como la atención a su entorno, la orientación y el control de su vida cotidiana, lo cual le llevó a indefectiblemente a convertirse en un ser profundamente despistado que siempre parecía estar en la inopia o como decimos en España, "Emparrado", es decir, arriba de una parra y alejado de la realidad del la tierra.

Cuando Gabino abrió los ojos algo resacoso, y salió del hotelucho, apenas recordaba con su despiste, cómo en medió de aquella tormenta tropical había llegado a Guatemala, país que no solo no hubiera podido señalar en un mapa, sino del que ignoraba casi todo, porque en su despiste se había olvidado de informarse y como siempre también , había prestado muy poca atención a la espabilada empleada de la agencia de viajes, la cual, dándose cuenta de que Gabino andaba "emparrado", le colocó por estupendo, un viaje en la temporada turística baja a un país de Centroamérica sin playa caribeña alguna, al obsceno precio de temporada vacacional alta.

En su dolorida cabeza, también bailaban vagamente los neblinosos recuerdos de un viaje nocturno hacia unas montañas imposibles con un guía bigotudo que conducía como un orate por una siniestra carretera llena de curvas y precipicios, que precisó media botella de Ron para poderlo soportar.

Gabino, se sorprendió al sentir el frío de las altas montañas de la sierra madre donde los volcanes crecían por castigo, y se sentó en una pequeña terraza de un chringuito para que un café bien cargado, le aclarara un poco su pasado reciente.


De un artefacto lleno de colorines luces y música "a todo trapo" que resultó ser una "Guaga", bajó una legión de pequeñas y rechonchas indias cobrizas de todas las edades vestidas con faldones, blusones, oscuros sombreros de hongo y tocados de todos los colores y estampados, que caminaban alegres riendo y parloteando llevando enormes fardos a la espalda.

Gabino recordó entonces que el motivo del viaje era vaciar su cerebro de "bytes" en algún lugar remoto, como le había aconsejado la psicóloga a la que consultó, harto ya de las consecuencias de sus despistes que le habían llevado a pagar varios recibos con recargo, a que le cortaran dos veces el agua y la línea de internet y a que le hubieran embargado varias veces la cuenta bancaria por varias multas de tráfico impagadas y una declaración de renta olvidada. Pero luego, en un arranque de sinceridad, se confesó íntimamente avergonzado de sí mismo, de que el motivo desencadenante que lo que había decidido por fin a buscar ayuda profesional, fuera el ultimátum de una compañera de oficina, que creía amiga, acerca de la falta de higiene que suponía llevar la misma ropa diez días y despedir un insoportable olor "chotuno" que tenía a toda la oficina haciendo arcadas.

Fue en el destartalado y entoldado barco de trasporte que a través de aquel lago Atitlán de un azul increíble suspendido  en las alturas y rodeado de colosales y oscuros volcanes que lo engarzaban como una turquesa, llevaba y traía a los indios de Atitlán a San Pedro en la orilla opuesta donde se celebraba el bullicioso mercado indígena, cuando Gabino sintió por primera vez que, su mente algo mas vacía de basura informática, comenzaba y 
percibir lentamente  la belleza de su entorno. 

No, el sobrecogedor y maravilloso paisaje del lago mas bello del mundo no le dijo nada, pero si se fijó en una muchacha india de una finura especialmente delicada y unos ojos oscuros tan insondablemente profundos como el mismísimo lago, que para evitar su insistente mirada, se volvió de espaldas él y apoyada en la barandilla, se quedó quieta y ausente hipnotizada por las garzas aguas con una dulzura y una tristeza infinitas.

El caso fue, que en San Pedro, cuando Gabino ya la había olvidado, tropezó casualmente con ella cuando caminaba distraído en medió del entoldado y caótico mercado indígena lleno de mil cestos de frutas y flores y le derramó todo el contenido del bolso en aquel suelo pateado por decenas de pies morenos y polvorientos calzados con sandalias de cuero.

Cuando trabajosamente recogidos los objetos se levantó Gabino del suelo y se miraron a los ojos, ambos perecieron comprender que una extraña fuerza,-dígase destino, dígase amor a primera vista-, los había unido de algún modo.

Pasaron ambos el resto del día juntos riendo y haciéndose confidencias, mientras Gabino la ayudaba con el peso de las compras de provisiones que realizaba aquella bella muchacha Maya, que resultó ser la encargada de comprar provisiones para una cercana misión arqueológica de la Universidad Española .

Al final de la jornada, cuando ya caía la tarde, la muchacha que hablaba un español culto dulce y musical, para no tener que separarse de él, le propuso con ojos tiernos que la acompañara hasta el lugar arqueológico donde por la interrupción de los trabajos hasta la temporada seca, podía disponer de alojamiento en los barracones vacíos.

Entre la desinformación, el despiste y la mirada melosa de la muchacha 
a Gabino, ni se le pasó por la cabeza que los lugares mayas estaban alejados y medio sepultados en plena selva subtropical del Petén, al otro lado de una enorme cordillera y cargando sus cuatro trastos, Gabino sin informarse demasiado, se marchó tras ella en un desastroso Land Rover de luces mortecinas que bien podía estar en un museo de la segunda guerra mundial. 

Al despertar con el Sol en lo alto, Gabino tampoco se dio cuenta de que aquel remedio que le había dado la muchacha lo había tenido dos días inconsciente tapado con una manta indígena dando tumbos en la parte posterior del vehículo y también con su despiste, apenas reparó en que estaba sudando como un pollo en plena selva húmeda y tropical a los pies a una gigantesca pirámide en ruinas cubierta de vegetación, de la que solo era visible su cara frontal profusamente decorada de terroríficas cabezas de serpiente emplumada, con una inmensa escalera de mas de cien escalones que bajaba impresionante abriéndose desde la cima hasta el suelo y 
un templete en lo alto del pináculo

Gabino sin embargo, como hipnotizado, solo tenía ojos para aquel dulce rostro indio con boquita de muñeca que con una sonrisa insinuante lo llevó hasta el remanso cristalino de un arroyo selvático donde ella se desnudó y le invitó a hacer lo mismo.

Aquel hombre, como en un sueño, pasó con ella, el día mas feliz de su vida mientras se bañaban, comían frutas exóticas para él desconocidas y bebían entre risas aquella extraña leche indígena que amplificaba sus sentidos. Sin embargo, cuando al anochecer  Gabino, 
excitado, decidió tomar delicadamente el maravilloso cuerpo Maya, la muchacha lo detuvo con un delicado gesto y con una dulce complicidad le dijo: 

- Mañana Amor.., en la fiesta del solsticio que en honor a nuestros dioses festejará aquí mi pueblo y en lo alto de la pirámide te ofreceré mi virginidad entregándome a ti frente a toda mi gente.

En su crónica desorientación, 
 a la mañana siguiente Gabino  no podría decir si la felicidad y ausencia de fatiga que sentía al subir aquella escalinata con la muchacha de la mano, era fruto del amor o de aquella fuerte bebida que le ofrecieron al amanecer y que él tomó sin preocupación alguna. 

Con su habitual distracción, tampoco notó 
Gabino, que aquellos escalones, al igual que el templete superior, aparecían hoy radiantes y encalados y que a ambos lados de cada escalón, las figuras multicolores emplumadas y enjoyadas de dos soldados Mayas con sus tradicionales armas y escudos, los estaban escoltando en silencio hasta la cima. 

La muchacha cumplió su promesa, si…, se tendió junto a la desnudez de Gabino sobre la templada losa caliza con sus mejores galas, luego subió a horcajadas sobre su sexo y comenzó una especie de danza pélvica endemoniada sin detenerse hasta que, llegado el éxtasis final, se levantó en pié orgullosa y pudo verse un fino hilillo de sangre resbalando por sus piernas mientras dirigiendose a la multitud que se había congregado en la explanada dijo en Maya:

-!Hermanos! , Que mi sacrificio contribuya de este modo a que ése corazón de enemigo español y destructor de nuestro mundo que capturé en Atitlán , aplaque a nuestros dioses para que nos perdonen resucitando el gran poder de nuestra raza Maya de nuevo.

Solo cuando aquél hombre emplumado con el pecho oculto por collares de oro, un cuchillo de obsidiana en la mano y el rostro cubierto por una máscara de Jade verde, salió del templete, se situó junto a la losa de sacrificio donde Gabino estaba tendido y tras una sencilla y rápida e indolora maniobra en su pecho levantó gritando un corazón humano palpitante aún mientras la sangre pulsante chorreaba por sus brazos en alto y las gentes vitorearon enajenadas desde abajo, comprendió Gabino que aquel corazón era el suyo propio y la claridad se apoderó de su mente entendiéndolo todo en los pocos instantes en los que la sangre, aún estancada en su cerebro, perdía su oxigeno rápidamente.

Una décima de segundo antes de que su alma abandonara para siempre su cuerpo, Gabino le dijo:

- No estoy molesto, no, lo que me ha pasado es solo culpa mía y de nadie mas…pero…. !! Júrame antes de marchar que la próxima vez, te reencarnarás en alguien 
jodidamente menos despistado !!. 



Fin

viernes, 20 de abril de 2018

IDÉNTICOS

 Nunca sabremos por que se esquinaron, pero nada mas partirse aquel óvulo fecundado en dos células completamente iguales, decidieron no seguir dividiéndose juntas hasta formar un nuevo ser y supongo que enfadadas la una con la otra, siguieron su destino por separado hasta desarrollar en el vientre de su madre, dos gemelos completamente idénticos. 


Cuando aquellos gemelos revoltosos le ponían la casa perdida, su madre desatinadamente siempre culpaba al padre de las criaturas de aquella prematura y anormal separación celular por el inoportuno calentón de aquel hombre, por entonces insaciable con el sexo, al día siguiente del polvo fecundante cuando paseaban por el bosque, porque se le ocurrió ponerse fogoso de nuevo y ella a regañadientes, con pocas ganas y para tener "La fiesta en paz", consintió en repetir la "faena" bajo de un pino mientras se clavaba las piedrecillas en el culo.

Roberto y Alberto eran tan idénticos, que ni su madre podía distinguirlos cuando estaban durmiendo, pero cuando despertaban, sus actitudes los diferenciaban ya que mientras Roberto siempre se mostraba formal, serio, responsable y poco hablador, Alberto era revoltoso, un poco inconsciente, simpático y locuaz.

Podría pensarse que éstas diferencias entre Roberto y Alberto se debieran a la diferente huella que en cada uno de ellos habían impreso distintas experiencias vitales.

De hecho, mientras que Roberto mas cerca de la puerta uterina debió soportar lo más difícil del parto dilatando con su cabecita el cuello de la matriz y forzando y rompiendo los bajos de su madre, Roberto salió de allí a "rebufo" sonriente y casi sin enterarse.

Pero Roberto, el serio, sabía que las diferencias de carácter entre ellos venían ya de antes del parto, porque aunque vagamente, de algún modo cree recordar como Alberto ya a los siete meses de gestación, se dedicaba a gastarle bromas intrauterinas descojonándose de su cara amoratada cuando le apretaba el cordón umbilical, como el que pisa una manguera, o mofándose de su carita de cabreo cuando con su manita traviesa le apretaba los cojones.

Curiosamente a pesar de sus diferentes enfoques de la vida, Roberto y Alberto jamás reñían ni disputaban y eran tan indulgentes el uno con el otro, como cualquier hombre normal lo es consigo mismo cuando en su cabeza chocan diferentes ideas y contradicciones. Así Roberto y Alberto, abordaban la vida juntos y en equipo, complementando sus talentos de la forma mas provechosa y eficaz.

Durante sus estudios, en el colegio y la universidad, mientras Roberto realizaba durante semanas los trabajos, los resúmenes de las clases y pasaba a limpio todas las notas, Alberto se limitaba a leer el material preparado por su hermano un par de días antes del examen, para luego con su gracejo y soltura, obtener incluso mejores calificaciones y a cambio, la simpatía de Alberto hacía a aquellos gemelos tremendamente populares entre amigos y muchachas, que invariablemente les invitaban vehementemente a todo tipo de eventos y fiestas estudiantiles donde con su semejanza, provocaban hilarantes confusiones y divertidos malentendidos.

¿A qué otra cosa se podían dedicar vocacionalmente dos gemelos idénticos que no fuera el arte de la reprografía y la fotocopia que como ellos reproducía patrones idénticos? y mientras que Roberto como ingeniero desarrolló nuevas máquinas de reprografía tecnológicamente avanzadas, Alberto, economista y experto en marketing, con su gracia personal, las vendía como "churros".

Sin embargo, no fue hasta ganar el "Amazing Twins" aquel concurso mundial de gemelos idénticos en Norteamérica que reunió en Denver a trescientas parejas de todo el mundo, cuando cambió la vida de Roberto y Alberto en un antes y un después.

Por un lado, la enormidad del premio en dólares, desorbitado para un país como España que les permitió enriquecerse lanzando con éste capital su pequeña empresa con éxito a nivel internacional y por otro lado, porque conocieron a Manuela y Adela, las dos guapas gemelas andaluzas tan idénticas como ellos, a las que tras dura pugna habían dejado en segunda posición.

Cuando se vieron los cuatro, el pobre Cupido hecho un lío, no sabía a quién disparar, pero la cuestión es que el flechazo entre las dos parejas fue tan monumental que nunca más se volvieron a separar.

Como siempre ocurre, la ley de atracción de los polos opuestos hizo que el serio de Roberto se prendara de la alegre Adela y el alegre Alberto lo hiciera de la callada Manuela y que en cuanto llegaron a Madrid, se casaran y se instalaran los cuatro en un enorme caserón que les permitía vivir juntos.

Ni que decir tienen que fueron envidiablemente felices y no necesitaban de nadie mas para serlo. Habían decidido no tener hijos en algunos años con el fin de disfrutar plenamente de su juventud y su suerte y los días dichosos y despreocupados se sucedían incansablemente para ellos sin aburrirlos ni hastiarlos hasta hacerlos pensar a veces que, en aquél concurso habían muerto y ahora estaban en el cielo.

Pero todo tiene un fin y en ésta ocasión, la culpa la tuvo cierta avaricia de felicidad que les llevó a celebrar el regreso de un exitoso viaje de negocios de Alberto a Méjico, con un licor de origen azteca que trajo de allí y que prometía hacerles sentir mas maravillosamente felices aún.

La cosa fue que cuando acabaron la cena apurando la extraña botella hasta el final, comentaron en la sobremesa entre risas que aquello era un timo para turistas y no les había hecho efecto alguno.

Pero algún efecto tuvo que tener, porque cuando Roberto y Adela como los concuñados mas sensatos y trabajadores, volvieron de recoger la mesa y limpiar los platos en la cocina, encontraron a sus parejas desnudas y jadeantes sobre la alfombra del salón mientras Manuela melena al viento, cabalgaba salvajemente sobre un Alberto tumbado boca arriba con los ojos desorbitados.

Si…, algún efecto debió tener el "licorcito de marras" cuando tras la sorpresa inicial, Roberto y Adela se miraron y lejos de enojarse, se desnudaron también, recogieron a la pareja del suelo y se fueron los cuatro hasta una enorme cama donde los cuatro, en silencio para no dar pistas, se pasaron la noche "dale que te pego" sin saber quién con quien y aparte de hacerlos olvidar que toda "jodienda tiene su consecuencia", otro de los efectos del licorcito, fue que las muchachas con la pasión hubieran olvidado que, a mitad de ciclo, estaban ovulando como perras, lo que llevó a ambas las a sendos preños sincrónicos y por supuesto gemelares, que se resolvieron el mismo día nueve meses después, dejando cuatro niños idénticos sobre la superficie terrestre.

Tan iguales eran los cuatro niños que en el colegio, caro y elitista a "los clones", como les llamaban todos, además del uniforme hubo que ponerles cintas de colores para poder distinguirlos…

-Mire Vd. perdone que le interrumpa señor... Hace tiempo que somos amigos, y me encanta hablar con Vd., pero aunque me está cautivado con ésta estrambótica historia, no entiendo porque me la cuenta, a qué viene y dónde quiere Vd. llegar….

Vale, perdóneme Vd., tal vez me he precipitado, en realidad, toda esta historia viene para explicarle porque soy un " hijo del Azar".

- ¿Del Azar?, quiere decir que sus padres no lo deseaban y que Vd, no fue un hijo planificado ?

Bueno…, eso también, pero no era a lo que me refería concretamente, lo mío es más sorprendente.

-! Cuénteme pues Vd. por favor…!, ya me tiene intrigado

Pues mire, yo era uno de ésos niños "clónicos"

- !! No me joda.… !!

¿Sabe?, el problema surgió cuando al llegar a casa después de nacer, nos mezclamos en un desiste y como éramos iguales, nuestros padres no podían saber quién de nosotros era su hijo o su sobrino y cuando fueron al Doctor para que los ayudara, les dijo que era imposible distinguirnos porque además de ser iguales, nuestro ADN era idéntico en los cuatro.

- Y cómo coño arreglaron sus padres el asunto para saber cuál era hijo de cada cual e inscribirlos en el registro civil ?

A eso voy… por eso le digo que soy un "hijo del azar" y no sé con certeza quién me engendró ni quién me parió porque nuestros padres, tomando las debidas precauciones anticonceptivas, solucionaron el tema bebiéndose otra botellita de licorcito azteca para darse valor y metieron cuatro papelitos con nuestros nombre en un jarrón de boca ancha y fueron sacando cada uno un papelillo a suertes asignándoselo como hijo y ya puestos, y para celebrarlo, aprovecharon para darse otra noche de "fiesta".

- !Qué interesante, jamás había oído algo así !Pero disculpe, ya que estamos de confidencias y Vd. mismo ha despertado mi curiosidad:¿A qué se dedica Vd. que siempre se le ve tan tranquilo y relajado cómo si estuviera de vacaciones ?.

Ja ja ja…, tiene Vd. razón, la verdad es que soy enormemente rico y mis negocios marchan solos sin demasiado esfuerzo.

-¿No me dirá Vd. que se dedica a las fotocopias como sus padres..?

!No! !no!, eso lo deje para mis hermanos cuando cansado de andar por la fabrica como si estuviera en una atracción de espejos en la feria, decidí independizarme y hacerme verdaderamente millonario.

- ¿Y entonces…?

! Mire…!, conseguí la exclusiva de la venta y distribución del "licorcito azteca" para Europa y Sudamérica y… !Oiga Vd.!, !! Me lo quitan de las manos !! . Ja Ja Ja…

FIN

viernes, 13 de abril de 2018

EL SECRETO DEL GUITARRISTA TRISTE VERSIÓN 2018

Hace dos días que no duermo, ni cuando llega la noche se calma la inquietud y el desasosiego que me dejó mi encuentro con el hombre de la guitarra que vestido de negro veía tocar en el parque y que, palabra por palabra, rueda como una noria enloquecida dentro de mi cabeza.

Fui yo mismo, quién primero se dirigió a él tal vez cansado de vagar aburrido y solitario por aquel parque cuando, en contra de mi costumbre, sentí la necesidad de oír mi propia voz para convencerme de que no me había quedado mudo.

Aproveché que había terminado una pieza para preguntarle

-¿ Viene Vd. aquí a tocar la guitarra todos los Sábados… ?

Él, parecía un hombre educado y me contestó con voz cansada:

- Bueno si…, a tocar y también a cantar, aunque lo hago en voz tan bajita y casi no se me oye porque lo mío es mas tocar y componer. La guitarra y la música son mi talento. y si , vengo a tocar y cantar todos los Sábados que el tiempo lo permite.

El hombre, tenía el pelo algo canoso y descuidado que delataba un pasado algo bohemio. Alzó su cabeza cubierta con una vieja gorra de color indefinido y mirando hacia la cúpula verde y dorada que forman las copas de los árboles iluminadas por el sol poniente de la tarde de otoño y continuó hablando casi en un susurro.

- En esta ciudad tan pequeña, realmente hay pocos sitios donde ir cuando uno no trabaja.

-¿Entonces...?, le pregunté arrepintiéndome casi al mismo tiempo que las palabras salían de mi boca y temiendo parecer un papanatas indagando sobre esa tontería.

- Entonces… ¿ Habrá visto Vd. al fantasma del parque del que todo el mundo me previene desde que llegué… ?

Para mi alivio, tras un profundo suspiro me contestó con naturalidad:

-Bah, paparruchas de gentes provincianas y aburridas…

Sin quitarse su guitarra amarilla del regazo, el hombre había encendido un cigarrillo y fumaba con parsimonia como si hubiera hecho un descanso para hablar conmigo.

- Mire caballero… , soy de aquí, quiero decir que nací en esta ciudad. Jugaba ya en éste parque de niño. De joven, con mis amigos no salíamos de aquí sentados en bancos y parterres y ya más mayores, con las muchachas, bajo la luna en las tibias noches de verano, nos doctorábamos en amores en éste parque.

- Mientras expulsaba el humo, hizo una pausa mirando distraídamente la punta brillante de su cigarrillo y luego continuó hablando:

- Los árboles han ido creciendo, haciéndose frondosos e incluso envejeciendo conmigo y podría decirle sin riesgo a mentir, que conozco cada una de sus ramas como conozco a los niños de mi calle a los que he visto crecer..y… !Jamás!, ni de noche ni de día, he visto aquí fantasma alguno. Ni siquiera un espíritu de segunda división o un alma en pena provinciana que nos pudiera sacar del tedio…Además….

Con su barbilla señaló su entorno moviendo la cabeza de un lado a otro.

- Por no haber….aquí no hay ni Musas.

- ¿Musas?

-Si…, Musas... Las Musas se largaron espantadas de este parque un día aciago, como los pájaros salen en desbandada de los árboles cuando oyen el disparo de un cazador y desde que se fueron, no he logrado componer nada nuevo y como atrapado en un bucle que me mantuviera el pasado, siempre toco una y otra vez mis antiguas canciones.

El guitarrista, hizo una pausa mientras apagaba la colilla con su pie izquierdo sin levantarse siquiera. Yo, aproveché el momento para satisfacer desconsideradamente la curiosidad y el interés que aquel individuo había despertado en mí.

- ! Pues es una pena, porque Vd. toca como los ángeles!- le dije adulador…, podría pasarme las horas aquí, fumando y escuchándole en silencio!. ¿Lleva Vd. mucho tiempo así, sin inspiración ? Le pregunté al ver que el hombre me hacía caso y parecía tener también ganas de hablar.

- Él, pareció pensar la respuesta, bajó la cabeza y mirando con interés su desgastado zapato como si no lo hubiera visto nunca, me contestó :

- Pues….desde que " Él " murió.

- ¿ " Él " ?, ¿Quién es " Él " ?

Le pregunté maleducadamente sin respetar su pausa.

- Pues… Alberto

Dijo el hombre como si diera por supuesto que yo conocía a Alberto.

-Perdone Vd. mi curiosidad, Le dije, pero…¿Quien era Alberto?.

Suspiro de nuevo antes de contestarme

-¿Que quién era…? ! Mire Vd. !, Alberto era una parte de mí, aunque yo no lo supe hasta que murió y aunque lo hubiera sabido antes, tampoco hubiera podido hacer nada que cambiara nuestro destino.

Pensé en su enigmática respuesta mientras él continuaba hablando.

-Alberto y yo, Nos conocimos en la escuela del barrio. Siempre fue mi mejor amigo. Estudiamos música los dos, y pronto, formamos un dúo musical.

Había tomado de nuevo la guitarra de su regazo y mientas hablaba rasgaba distraídamente unos acordes casi al azar.

- Éramos fantásticos de verdad. Originales y brillantes, nuestras canciones eran inspiradas y soberbias, nos sentíamos como John Lenon y Paul McCartney. Yo le daba una música y Alberto le hacía la letra más tierna que se pueda imaginar para luego cantarla con una dulzura y sentimiento que hacía que se me escapase alguna lágrima aunque antes la hubiéramos tocado cien veces . Nuestros talentos eran tan total y absolutamente complementarios, que él no podía crear con otra música que la mía y nadie salvo él, podía hacer con sus letras y su voz algo genial con mis notas.

Cuando ocurrió la tragedia, estábamos a punto de grabar nuestro primer disco y los representantes, conscientes de nuestra calidad y proyección, se "daban de navajazos por nosotros"…

-¿ Y qué pasó?. le pregunté de nuevo.¿ Cómo se pudo romper ésa magia?

Yo mismo no me reconocía, no era propio de mi. No me podía creer que mi curiosidad me llevara con ese descaro a ahondar en los íntimos recuerdos de aquel hombre que parecía indefenso ante mis preguntas; pero él, no pareció molestarse por ello y continuó hablando mientras miraba ensimismado al fondo del parque.

- Pues… ! Lo de siempre!, ! Lo único que puede separar a dos amigos.!: ! Una mujer !. Él se enamoró perdidamente de Olivia, una muchacha tan guapa como voluble que era "fan" nuestra por aquellos días.

Haciéndome el listo, yo le corté:

-¿ Y Vd. …. se la quitó claro? ¿ No? !

- !No! !No!, No lo diga Vd. ni en broma…! dijo vehementemente el hombre. Ella, que era una caprichosa se enamoró de mi y cuando me lo dijo, yo la rechacé para no traicionar a mi amigo a pesar de que a también me gustaba! 

- ¿Y qué pasó?. Sin ningún pudor, yo seguí hurgando egoístamente en su herida…. !

-Pues que Olivia, despechada, se largó con otro de un día para otro, sin darle a Alberto la menor explicación y Alberto, que era un romántico tan débil como sensible, no pudo vivir sin ella.

Un día lo encontramos aquí, en el parque, bajo el Magnolio gigante, muerto con una jeringuilla clavada en el brazo.

- ¿ Alberto se drogaba..?le dije…

Mirando al suelo, el hombre movió la cabeza negando antes de abrir la boca.

- !No !,!Que va…! La voz se le quebraba con el recuerdo…jamás lo vi tomar nada que no fuera una Aspirina y ni siquiera bebía… simplemente, no pudo soportar la vida y para quitarse de en medio en aquellos tiempos, no era difícil encontrar heroína entre los jóvenes.

- Cuando lo vi tan abatido, yo traté de animarlo y le dije

¿ Pero con el talento que tiene, Vd. habrá hecho su propia carrera…?.

He de reconocer que un psicólogo me hubiera suspendido la asignatura. Yo estaba avergonzado de como iba metiendo la pata una y otra vez hundiéndome en la ciénaga de la insensibilidad con la indulgencia del pobre hombre…

- !No!.Me dijo como quien explica algo a un niño. Yo sin él no pude seguir…, ni lo intenté siquiera. mi talento solo brillaba junto al suyo…

-! Que historia más triste ! le dije sintiendo que sin proponérmelo había logrado entristecer a aquel hombre y no se me ocurría decirle nada que lo pudiera consolar y que aunque tarde, era momento ya de retirarme y dejarlo en paz con sus amargos recuerdos.

- !Vaya! !Que tarde se me ha hecho !.Hablando con Vd. se me ha pasado la tarde en un suspiro. Me voy ya y le dejo tranquilo que toque Vd…. pero… si no le importa, me gustaría hacerle una foto mientras canta ahí solo en el banco. Me encantaría tener un recuerdo suyo…

- Él asintió con la cabeza y despacio, comenzó a cantar…

Ahora, la duda hace dos días que me tiene angustiado y no he dejado de darle vueltas, estoy inquieto, no sé qué hacer, no sé si decirle algo a aquel triste músico del parque, o guardar el secreto para que él nunca lo sepa, pero en aquella foto que le hice, junto a él , estaba alguien o algo. Una figura borrosa que parecía estar cantando. Un espíritu que no podía ser más que el de Alberto.

Creo que no le diré nada, al fin y al cabo y de algún modo, llevan juntos toda la vida y hay cosas que es mejor no removerlas… Pero ahora sé que la gente tenía razón… En ese parque, ! Hay un fantasma!.

FIN

viernes, 6 de abril de 2018

INSÓLITO PERIPLO


El andén de la pequeña estación estaba desierto a esas horas. 

El silencio era tal que aún podía percibir el eco de mis pasos antes de detenerme y quedarme allí de pie completamente solo con mi cartera vieja de cuero bajo el brazo.


Pronto amanecería, pero la oscuridad aún no dejaba distinguir la boca del negro túnel que atravesaba la brumosa y helada sierra por el que yo esperaba de un momento a otro ver salir el débil haz de luz de aquella destartalada y negra locomotora que con sus bufidos de vapor y su desagradable  pitido, se detendría para recogerme.

Sorprendentemente, apenas notaba las gélidas ráfagas de aire que venían de las montañas, a pesar de que las solapas levantadas de mi arrugada gabardina de loneta gris, apenas llegaban a las alas de mi sombrero de fieltro.

Para poder consultar mi anticuado reloj,
tuve que acercarme a la puerta cerrada de la estación sobre la que una solitaria bombilla se bamboleaba con el ventarrón helado. Con la tímida luz, mi huesuda nariz y mis gafas metálicas se reflejaron en los cuarterones de cristal de la puerta a pesar de su suciedad. Observé mi rostro en aquél improvisado espejo. La palidez cérea de mi cara y sus cárdenas ojeras me intranquilizaron levemente, pero deseché rápidamente mi inquietud al recordar lo asombrosamente ligero y ágil que me había sentido cuando, sin apenas esfuerzo, venía caminado minutos antes por la cuesta de de los cipreses sin ni siquiera percibir el desastroso estado de su empedrado de granito.

Cuando me di la vuelta, ya estaba subido a la plataforma posterior del antiguo vagón esperando que aquel revisor de cara tan bondadosa y gestos tan amables, me diera mi billete y me acomodara como estaba haciendo con una atractiva dama.

Entretanto, me tranquilizó un poco recordar que como me había sucedido en anteriores ocasiones, absorto en mis cosas, ni siquiera había oído llegar el tren y había subido maquinalmente a aquel iluminado vagón.

El revisor, después de mirar ausente hacia el fondo del vagón donde yo estaba de pie esperándolo, desapareció por la puerta opuesta rumbo a otro vagón como si no me hubiera visto.

Para no ofenderlo, me resistí a no acomodarme solo y esperé pacientemente su regreso. Estoy seguro que alguna importante tarea debía estar demorando su retorno contra su voluntad, porque me parecía impensable que aquel revisor tan agradable y de cara tan bondadosa hubiera olvidado mi presencia, pero pensé que dado el tiempo más que razonable trascurrido, no se sentiría molesto si al volver me veía dispuesto aseadamente en el hueco que dejaban en el asiento corrido de madera de roble pulida una mujer rubia de mediana edad y un hombre obeso de barba canosa con aspecto de comerciante.

Absortos en sus lecturas, los dos pasajeros del banco apenas levantaron la vista de sus lecturas ni fueron conscientes de mi saludo cuando me aposenté entre ambos, pero sus caras eran tan bondadosas y sus gestos tan amables que no quise molestarlos dirigiéndome a ellos repitiendo mi saludo y preferí concentrarme en cómo resolver el pequeño problema que se me iba a plantear para adquirir el billete y que podría confundir al amable revisor cuando le dijera, que no sabía aún en qué estación iba a bajar y que , como en otras ocasiones similares se me había mostrado efectivo, iba a dejar a mi intuición escoger el momento y el lugar donde apearme.

Cuando mas tarde el tren fue ganando la llanura, el mar azul apareció en el horizonte y la luz de la mañana llenó de sombras y dorados los rincones del vagón. El perfume del azar de los naranjos en flor me produjo una sensación familiar, que pese a esforzarme, no pude aflorar en mi memoria y en esas estaba, cuando la mujer de mediana edad se dispuso a desayunar y sacando de su bolso unos emparedados y volviéndose de repente hacia nosotros dos, inició un gesto grato de compartirlos sumiéndome con ello en el apuro de cómo rechazar aquello de una mujer tan bondadosa y de gestos tan amables dando que yo hacía tiempo que había perdido la costumbre de comer.

Afortunadamente, la rapidez del comerciante hambriento en aceptar las viandas, me dispensó de dar explicación alguna y me permitió suspirar de alivio.

Tres paradas más adelante, fue cuando mi intuición a la que obedezco ciegamente, me aconsejó sin darme explicación alguna que debía bajar.

La verdad es que no tuve tiempo de buscar al revisor de cara tan bondadosa y gestos tan amables y temiendo que la locomotora volviera a arrancar, tuve que apearme apresuradamente de aquel vagón, mientras sentía mi ánimo algo abatido por la desconocida sensación de haber cometido un delito por primera vez en mi vida, viajando de polizón, aunque ello fuera contra mis deseos.

Cuando al bajar del tren vi desde el andén aquella plaza ajardinada y espléndida de vegetación en cuyo fondo, tras los Magnolios del edificio consistorial, se adivinaba un insólito campanario gótico encalado hasta su cima, de nuevo sentí un "dejá vu" que aunque tampoco llegó a aflorar en mi memoria, me dejó una sensación de familiaridad que acabé desechando con la suposición de que de niño debí estar en aquel lugar 
lo que mas tarde, me hizo quitarle importancia, al hecho de que en todos los rostros que me cruzaba, pudiera atisbar gestos y miradas que se me antojaban conocidas.

Era curioso que en aquella población tan grande, no pudiera ver ningún taxi ni vehículo motorizado que me sugiriera la existencia de trasporte público alguno, por lo que al fin me decidí a subir a una solitaria y esbelta calesa de guardabarros acharolados y brillantes faroles tirada por dos caballos tordos y delgados de mirada triste.

Me acomodé en el carruaje de cara a la marcha en el confortable asiento de piel blanca con cierta ansiedad de que el calesero volviera su rostro y me preguntara desde el pescante por el lugar a donde quería dirigirme, porque se me antojaba difícil explicarle a aquel agradable hombre que dejara a los caballos ir a su antojo hasta que mi aguda intuición me señalara de algún modo el final del trayecto. 

Sin embargo y como si no hubiera percibido mi presencia, el cochero no lo hizo movimiento alguno y siguió acariciando las grupas de los caballos y hablándoles con una cara tan bondadosa y unos gestos tan amables, que no me pareció oportuno interrumpir la escena para manifestarme y preferí quedarme en silencio a esperar disfrutando del soleado día.

Pasado un rato, unos suaves ronquidos me avisaron de que el cochero había finalizado sus caricias a los equinos y aunque me duele importunar a aquellas personas de rostro bondadoso y gestos amables, ya me iba a ver obligado a llamar su atención sobre mi modesta persona, cuando una dama enlutada bellamente vestida de negro, saliendo de un establecimiento, subió a la calesa con un enorme ramo de crisantemos amarillos y se sentó a mi lado con un ruidoso fru-fru de seda.

De nuevo, la suerte vino a salvarme de un compromiso cuando oí que la bella mujer le pedía al calesero que la llevara al cementerio y mi intuición no hizo protesta alguna en mi interior de ser transportado a tan sagrado lugar.

No, no lo voy a negar, casi perdí mi proverbial aplomo cuando la dama, que de tan compungida ni había percibido mi presencia , levantó su velo y pude ver aquellos fascinantes ojos verde oscuro de largas pestañas brillantes por las lagrimas.

De nuevo y por tercera vez en el día, aquellos ojos se me antojaron conocidos, pero a diferencia de las anteriores, esta vez, aunque tampoco afloró recuerdo alguno a mi memoria, mi corazón dio un insólito vuelco y sin saber porqué y mientras no podía evitar mirarla de reojo una y otra vez, mi cuerpo quedó agitado y tembloroso de pies a cabeza durante todo el trayecto hasta el camposanto.

Sorprendentemente, cuando la calesa atravesó la puerta del cementerio, me invadió súbitamente una sensación de paz inmensa y decidí relajarme en el asiento disfrutando del bello paisaje de hileras de tumbas entre rosales, nichos adornados y preciosos panteones familiares de mármol funerario plagados de cruces oscuras y docenas de centenarios cipreses negros elevando las ánimas al cielo, mientras los angelotes de piedra cubiertos de moho que tan siniestros me habían resultado siempre, ahora parecían escoltarnos sonrientes a lo largo del el paseo central de la necrópolis.

Me sobresalté un poco cuando la calesa se detuvo con cierta brusquedad frente al oscuro rectángulo de una fosa cavada en el césped cuidadosamente recortado en un claro soleado cuya profundidad era tal, que no se le veía el fondo y tan solo asomaba de ella el extremo de una vieja escalera de madera que debía haber sido usada por el enterrador para cavar un hoyo tan hondo.

La dama, ahora ya con un pañuelo en la mano, sin siquiera mirarme o despedirse de mí bajó diligente del vehículo, se arrodilló frente a la fosa vacía , depositó las flores amarillas y se quedó sollozando abiertamente algunos minutos.

Ignoro por qué lo hice, pero me fuí tras ella y permanecí respetuosamente en pie a sus espaldas respetando su dolor hasta que se levantó con lentitud  espolsándose la falda y se dirigió a la bella losa gris que a falta de colocar, reposaba de pié apoyada en el tronco rojizo de un enorme pino y besó dulcemente su epitafio antes de dirigirse apresuradamente hacia la capilla que se adivinaba al fondo del camposanto con la clara intención de rezar.

Me quedé solo allí de pie algo desorientado y sin saber qué hacer, la calesa ya había desaparecido y no se veía a nadie a quien preguntar alguna cosa, pero al fin, algo ocioso, me decidí distraídamente por acercarme a la losa gris.

La verdad es que no me inquieté demasiado cuando vi mi nombre esculpido en ella y pasé el dedo recorriendo sus rugosas letras porque esta vez, el débil recuerdo del encargo de una losa esculpida a un cantero en previsión de desgracias repentinas, pasó fugazmente por mi cabeza si bien apenas lo pude retener.

Al volverme y ver de nuevo la fosa, sentí la necesidad de comprobar sus dimensiones y constatar que el encargo se había realizado eficientemente, y descendí por la escalera.

Estaba tan absorto arrodillado en el fondo estimando las dimensiones de aquella fosa que no me percibí de que la escalera había desaparecido a mis espaldas hasta que comenzó comenzar a caerme tierra encima y deseé salir de aquel hoyo.

Solamente cuando dirigí mi mirada hacia arriba y vi al contraluz del cielo azul del atardecer al enterrador que pala en mano, estaba llenando el hoyo de tierra sin apercibirse de mi presencia en su interior fue cuando estuve a punto de gritarle que se detuviera porque me estaba sepultando…

Pero no, no lo hice…, no lo pude hacer…, la verdad es que aquel enterrador tenía la cara tan bondadosa y los gestos tan gentiles que temí importunarle en su trabajo y preferí acostarme discretamente en el fondo de aquella tumba…


FIN