sábado, 25 de abril de 2020

UNA SENCILLA HISTORIA


Cuando Fabián, un milenial con coleta y sienes rapadas fue un domingo con unos vaqueros rotos, una camiseta de motero negra con una calavera, unas sandalias ibicencas y un tatuaje de Cervantes en el bíceps derecho a pedirle consejo a don Joaquín Aldaba , un anciano y barbado escritor reputado profesor de Literatura en la universidad donde Fabián estudiaba su último curso, Don Joaquín ni pestañeó , al fin y al cabo todos sus actuales alumnos tenían un aspecto parecido y Fabián era uno de los mejores alumnos que tenía . 

Don Joaquín, me conoce Vd. y sabe de mi facilidad para la escritura, tal vez por lo mucho que he leído, las palabras, las frases las metáforas y las figuras literarias me fluyen sin el menor esfuerzo, pero en cuanto a inventiva e imaginación nunca se me ocurre nada. Mi cabeza no estructura nada original, los folios permanecen vírgenes en mi mesa y la tinta del bolígrafo se seca antes de escribir una letra de algo propio.

Don Joaquín le respondió con una sonrisa condescendiente..

Mira Fabián tienes el síndrome del "folio en blanco". Todos los escritores noveles ahora influidos por medios de comunicación y llenos de fantasía pretendéis que vuestro primer trabajo sea una obra maestra original , que gane un premio, que os dé dinero, que salgáis haciendo entrevistas en la tele etc. En resumen, tenéis una idea de la literatura ambiciosa tal vez influida por los best-sellers americanos para la que naturalmente vuestra corta vida aun no os tiene preparados por que carecéis de vivencias de dolor, amor, ira, muerte ,crueldad, etc. con las que diseñar personajes y motivaciones y construir así un libro.

Vuestra facilidad para escribir solo os serviría para ser redactores de deportes, sucesos o política en un periódico o en un programa informativo, que por cierto no es mal camino para empezar.

Cualquier historia normal y corriente de la vida de otros, por sencilla que parezca tiene interés para un lector. El cotilla que llevamos dentro del ser humano se interesa por ellas al igual que por los bulos y murmuraciones de los vecinos del barrio en la plaza o en el mercado, bien por ver lo diferentes que somos, bien por aprender de la vida de los demás, bien por las putadas o suertes que la vida les depara..

Si las palabras te fluyen , toda buena novela rompe el "folio en blanco" con la sencillez de una humilde y cotidiana historia de cualquier conocido y luego, ella sola, se va complicando como la vida se nos complica a todos a poca imaginación que le pongas hasta que dramática o feliz le pones final.

Después de darle las gracias a Don Joaquín , que por cierto vivía en una calle muy antigua del barrio viejo que bajaba hasta el ministerio de justicia y los tribunales y que el ayuntamiento había hecho peatonal por que ni los coches podían circular por su estrechez, me senté pensar frente un café en una de las tres mesitas de mármol antiguo y sillitas de forja de la terraza de una cafetería pequeña y centenaria que, debía ser el último establecimiento de época que quedaba en aquel tranquilo callejón.

Serian las diez menos cuarto cuando apareció por la esquina un hombre anciano vestido con un traje antiguo de lino blanco solapas grandes, chaqueta cruzada, una corbata ancha, impensable en el siglo XXI, cubierto con un sombrero también blanco con cinta a juego con el color magenta de la corbata .

!No!, no me llamó la atención solo su vestimenta, sino lo grande que le venía todo a aquel cuerpo menudo de tez morena y feo como un demonio con unas enormes orejas, nariz abultada, bigote blanco y gafas redondas y metálicas que fue a sentarse en la última mesa bajo un plátano de sombra cruzando sus piernecitas y mostrando unos botines acharolados y relucientes y que sin abrir la boca el camarero le llevara un café y una pequeña copa de coñac de las que ya no se fabricaban .

Fabián, como iluminado por un rayo de luz, sintió que en aquel hombre podría encontrar una historia sencilla y humilde pero suficientemente estrambótica para un escrito de interés y tras pedirle permiso se sentó con él para que, tirándole de la lengua le contara alguna batallita.

Pues si muchacho..., esta era la calle del gremio de limpiabotas y ahí delante donde ahora ve un chino de a cien, una casa de apuestas y una delegación de telefonía móvil , bajo un techado largo de uralita, habían mas de doce limpiabotas que vivían de sacar lustre a los costosos zapatos de los abogados, magistrados, jueces y hasta los bedeles y celadores del ministerio de justicia.

Hoy se le llama el callejón del gremio pero durante décadas se le llamó la cuesta de la galana porque justo a las diez y precedida por el toc toc de su rítmico taconeo aparecía por la esquina la mujer más guapa, imponente y elegante de la ciudad y mirando al frente y sin distraerse bajaba por la acera de los limpiabotas con su airoso caminar y delicados movimientos, haciendo que todos volvieran el cuello y sus clientes (los que no tenían la boca abierta) profirieran finos piropos como bonita , bombón, cosa linda o flor de azahar...hasta que se metía en el portón del ministerio porque además, había conseguido ser la primera mujer abogada de la ciudad .

Ninguna mujer en aquella época era tan hipócrita de no aumentar su autoestima con piropos y no como ahora, que se les considera acosos machistas intolerables e incluso denunciables, pero como Agustina luego me contó, hasta llegar al callejón de la galana le tocaba ir evitando obras, talleres y almacenes donde los hombres mas incultos y cerriles proferían procacidades sobre las partes intimas de su cuerpo y las indecencias que con ella, de poder, harían.

Lo bello y lo extraño de mi vida y lo impensable para cualquiera...( Fabián en ese momento abrió los ojos como platos, aguzó el oído y se arrimó al hombre para no perderse detalle porque intuyó que allí había una buena historia) y tan poco frecuente como que a uno le toque la lotería, es que yo que modestia aparte he sido uno de los mejores solistas de violonchelo del país conocí a Agustina (doña Agustina ) como letrada defensora cuando un malandrín con fines económicos intentó acusarme de plagio por una de mis obras inspiradas la sonata para cello numero uno de Beethoven que compuse e interpreté pero no registré como mía.

Agustina ,venciendo su natural repugnancia a mi persona, demostró que incluso diez años antes de que él registrara la suya, yo ya la tocaba con la orquesta nacional. Con lo cual salí indemne del Pleito y a él le cargaron las costas .

Como agradecimiento, le regalé una entrada para un concierto y para mi sorpresa le caló tan hondo el violoncelo que la vi soltar lagrimas en los pasajes más dulces.

Al siguiente concierto la entrada se la envié con una rosa roja, y al siguiente con un ramo y una invitación a cenar.

Congeniamos sin proponérnoslo hablando y hablando... yo descubrí además de su belleza su exquisita sensibilidad y ella descubrió mi habilidad y mi inteligencia...la cosa fue que quedamos prendados y enamorados de nuestros talentos...y acabamos casándonos y uniendo nuestras vidas y como ella decía con humor: "con uno guapo en casa ya hay bastante".

!No! los hijos no vinieron pero... ! Que tardes más felices pasábamos mientras en su despacho manejaba sus legados con ruido a papeleo y yo ensayaba en el cuarto de al lado y que espectáculo cuando paseábamos cogidos del brazo o la llevaba a mis conciertos viendo como la gente extrañada miraba a la mujer más bella de la villa del brazo del alfeñique mas feo de la ciudad con aspecto de un Quasimodo escapado de Notre Dame.

Ella siguió feliz dejándose admirar por su palmito y yo, que nunca fui celoso me divertía sabiendo que los hombres con envidia se preguntaban sin hallar respuesta alguna por el secreto que debía tener yo para cautivarla.

Ahora que ella ya no está y su alma debe andar por ahí arriba , le tributo recuerdo de amor viniendo todas las mañanas vestido como a ella le gustaba aquí donde con el silenció, me imagino todos los días su rítmico taconeo y su la elegante bajada con donaire por la cuesta de los limpiabotas...

! Que historia a la vez sencilla y hermosa! Fabián casi sin despedirse del pobre hombre se fue a su casa corriendo a ensuciar sus folios en blanco

fin


sábado, 18 de abril de 2020

LUCRECIA

Lucrecia lo supo antes de que la encerraran para siempre en el Psiquiátrico.

Si..., lo supo en los pocos días en que su mente atormentada y su destrozado corazón por la culpa pudieran resistir antes de que viera como la locura hiciera estallar su razón en mil pedazos dejando retazos de lógica colgando de las cortinas y las lámparas y poniendo perdido el salón de pensamientos sensatos.




Si..., supo en que desgraciado momento el demonio plantó la semilla de cizaña en su cabeza.

Si..., fue consciente del día en que sentada en su sillón vestida con su camisón blanco, el maligno utilizó su adicción a los libros para que picara en el anzuelo y ella le entregara su alma trasformando así en una carga insoportable los tesoros, envidiados por todos los que la conocían, que inmerecidamente Dios le había otorgado.

Pero ya era tarde, ya no había remedio...

Lucrecia conoció a Héctor comprando en su farmacia.

Héctor era un atractivo hombre moreno y varonil cuya bata blanca a su vez que resaltaba el tostado de su piel le daba aire de autoridad, pero que su empatía por sus clientes y la bondad de sus ojos verdes festoneados por un bosque de largas pestañas, hacía que a todos les pareciera tan accesible y protector que su farmacia, siempre estaba llena de bote en bote a pesar de que era la mas alejada de las consultas médicas del complejo hospitalario.

Lucrecia no era tonta y se fue prendando de él durante los largos momentos en los que esperaba a ser atendida.

!No!. No se permitió enamorarse, ella se limitaba a espiar y admirar con el rostro impasible y sin dar la menor sensación de interés a aquel "príncipe azul" sin anillo en sus dedos al que miraba como se mira a una gran mansión, un yate, o un vestido de Dior, es decir, con la conciencia de algo inalcanzable que jamás sería suyo.

Lucrecia era consciente de no era una mujer atractiva, tenía un buen cuerpo, eso sí, pero su rostro, como conjunto, sin tener defecto alguno en ninguna de sus partes era mortalmente aburrido y su sonrisa, aunque encantadora, apenas la sacaba a pasear una o dos veces a la semana y además, en su anónimo caminar por las calles, nunca había se había sentido avergonzada por la miradas lascivas y rijosas de los hombres desnudándola con la vista como con frecuencia oía contar a sus amigas.

!! Que jodidamente raro misterioso e irracional es el amor !!.

Inexplicablemente para Lucrecia y todo el que la conocía, un día, aquel anhelado hombre cuyo único pero era su perfume a medicamento, se prendó de ella apasionadamente, la siguió hasta la biblioteca donde trabajaba de bibliotecaria desde que acabó la carrera de literatura y la rondó y agasajó de todas las formas posibles, incluyendo rosas, románticas poesías y bombones, hasta que logró vencer su resistencia numantina fruto de la desconfianza que le inspiraba la inseguridad que le daba pensar que solo se trataba de un juego o una cruel burla masculina.

Ella lo amaba con locura, pero creo que solo dejó liberar su corazón de la desconfianza cuando tres meses después, Héctor inesperadamente le pidió matrimonio.

¿Dónde estaba la trampa?. ¿Dónde tenía la grieta el jarrón?. ¿Dónde estaba el defecto del vestido?, ¿Cómo era posible que una sencilla y anodina funcionaria hubiera podido generar tal pasión en el hombre más deseado de la ciudad ?.

No, ni trampa ni grieta ni defecto...porque además, Héctor era mas bello por dentro que por fuera y Lucrecia no encontró en él defecto alguno; era trabajador, generoso, detallista, leal, fiel, honesto, buen conversador, buen amante, terriblemente comprensivo y no le faltaba ninguno de los ochenta o noventa adjetivos que para una mujer hacen ideal a un hombre.

Es más..., cuando pasados unos años los mas bellos momentos de su profundo amor fueron perdiendo la natural efervescencia, ya habían construido entre ambos un sólido nexo basado en la confianza, admiración mutua, y un infinito respeto que hacía sus vidas serenamente felices y que les llevó a desear formar una verdadera familia con la presencia de hijos.

No era tan fácil, los hijos no vinieron. Lucrecia se volvió irritable, histérica e inaguantable sobre todo, cuando las pruebas de fertilidad demostraron que el problema estaba en ella y que Héctor tenía esperma para fecundar a toda la región.

Pero ante las dificultades, Héctor, ¿Cómo no?, se mostró siempre como el hombre perfecto tranquilizándola y apoyándola hasta que en la última oportunidad de fecundación que los médicos les ofrecieron, se preñó casi milagrosamente.

Pero las dificultades para Lucrecia no habían acabado aquí, la angustia de tener un aborto o de que algo saliera mal la tuvo estresada y en reposo absoluto todo el embarazo pensando que no estaba dando la talla a la altura de aquel ángel de hombre que por feas que se pusieran las cosas siempre estaba paciente y comprensivamente a su lado mostrándole su cariño.

Por fin, tras una cesárea preventiva nació Estrella, una niña tan preciosa y sonriente que enamoró a toda la planta del hospital, pero que, lejos de lo que Héctor esperaba, no trajo la felicidad a Lucrecia. 

La caída de las hormonas, el estrés acumulado y la falta de leche de sus ingratos pechos le produjo tal depresión post-parto que le llevó a rechazar a la niña, negarse a tenerla en brazos y sentirse inútil y sin fuerzas para criarla desbordada por la responsabilidad.

Héctor ¿Cómo no...? de nuevo, se hizo cargo de todo comprensivamente y sin un solo reproche a Lucrecia mientras los psiquiatras la reponían, cuidó a Estrella con los ojos llenos de satisfacción, la alimentó en sus brazos, la acunó cuando lloraba, le cambiaba los pañales y ¿Cómo no...? de nuevo, al mismo tiempo alimentaba a biberón a Estrella y cuidaba con cariño a Lucrecia que permanecía todo el día llorando de impotencia tirada en la cama como un trapo.

Creo que a falta de contacto, aquella niña hizo con Héctor la impronta que con la comunicación corporal hacen los hijos con sus madres y que los une inseparablemente para siempre y cuando Lucrecia se recuperó, por mucho cariño que le puso, ya era tarde y Estrella aunque la quería, la trataba como a un padre, es decir, en segundo lugar.

Lucrecia, se sintió sin embargo dichosa con su familia, entendió y aceptó la suerte que había tenido con un marido maravilloso y una preciosidad de hija, aceptó su papel y de nuevo cuando llegaba a casa, se refugiaba en la lectura compulsiva mientras Héctor y Estrella, se dedicaban a jugar entre risas, salir al parque, vestir muñecas e incluso cuando fue la niña mas mayorcita, ir de excursión o ayudar a Héctor en la cocina y la farmacia.

En el fondo Lucrecia pensaba paciente y resignadamente que cuando la niña tuviera la regla y las hormonas le cambiaran el cuerpo y la mente, ella tomaría el relevo y Estrella la buscaría para consultarle de vestidos, maquillajes, chicos y amores y todas las cosas femeninas que Héctor como hombre y por tanto desconocedor de los secretos del alma de una mujer, no le podría proporcionar.

No, no sucedió como ella había pensado. Cuando la niña floreció en una preciosa y extrovertida adolescente, nada cambió. Entre Héctor y sus amigas tuvo suficiente apoyo para no necesitar a Lucrecia a la que, como si fuera un padre, jamás se dirigía en primer lugar y nunca le compartía ningún secreto o confidencia adolescente.

Si...fue aquel día que Lucrecia recordaba bien cuando el diablo plantó su semilla maligna en su mente para que creciera hasta obtener sus siniestros y amargos frutos y aprovechó la lectura de un libro para que a Lucrecia, de repente, le pareciera que se le caía la venda de los ojos y había vivido siempre engañada.

!! Héctor jamás la amó de verdad...!! , era demasiado extraño...demasiado bueno...!! Héctor solo la había elegido como instrumento para su verdadero objetivo: Tener a Estrella y tenerla para el solo!!.

Desde entonces y aunque Lucrecia no manifestó nada en su comportamiento, la semilla del rencor, la envidia y los celos hacia Héctor al que desde entonces comenzó a referirse en su cabeza como " El don perfecto de los cojones", fue creciendo sin pausa como una borrasca en su corazón, interpretando todo lo bueno de él como una maldita comedia de la que ella, tirada como un envase roto y vacío, no era ya mas que un inútil engorro.

Un día, Lucrecia no pudo mas y su cabeza estalló como un volcán de odio : !! Jamás tendría a Estrella mientras aquel farsante siguiera viviendo !!.

Cuando encontraron muerto a Héctor sin mascarilla alguna un domingo en el jardín con la bomba de aspersión del plaguicida tóxico a su espalda, nadie y digo nadie, pensó que no fuera un accidente por su imprudencia provocado por una desafortunada racha de viento que le inundó de veneno los pulmones y..., nadie y digo nadie..., sospechó siquiera , a pesar de su nombre de envenenadora que Lucrecia durante semanas, había administrado poco a poco el plaguicida en el café de aquel maldito comediante.

¿Remordimiento ?, ! Ninguno ! y si lo hubiera habido, hubiera quedado tapado por la felicidad de ver a Estrella desvalida buscando abrigo en su hombro y dejar que las lágrimas rodaron por su pecho.

Una semana, si solo una semana de felicidad tuvo la pobre asesina.

Al domingo siguiente Lucrecia encontró a Estrella muerta y aplastada por la bomba de aspersión del plaguicida que nadie había vaciado. La niña, en homenaje a su padre, había decidido cuidar el jardín como él lo hacía, pero... esta vez..., la racha de viento había sido de verdad...

!!Joder!! gritó el demonio...!! Dos almas al cielo y solo a una espero en el infierno!, !!Ese mamón de Dios me ha ganado la partida dos a uno... !!.

Fin

viernes, 10 de abril de 2020

EL PENITENTE V2020

Cuando Nazario en medio de la procesión del Viernes santo cayó derrumbado por el peso de la pesada cruz intentando subirla descalzo por el antiguo adoquinado del empinado callejón hasta la explanada de la iglesia para plantarla en lo alto del pueblo como había hecho los cincuenta últimos años, apenas había música y la banda solo marcaba con golpes monótonos y lentos de tambor en sordina, el triste paso de la procesión del silencio.

Entre las gentes, apiñadas en balcones y portales apenas se levantó un corto murmullo que escapó por encima de los aleros de los tejados junto al humo de los cirios y las antorchas en la noche clara de luna llena

No, no lo auxiliaron de inmediato,

La procesión se detuvo a esperar, lo propio era que el portador de la cruz, se rehiciera y se levantara sin ayuda para reanudar su penitencia y los tenebrosos capirotes cuyos sombríos conos parecían llenar el fondo del callejón de cipreses negros, permanecieron quietos y pacientes en sus lugares con sus hachones encendidos apoyados en el suelo mientras se balanceaban al ritmo del atabal.

Solo, cuando pasados unos minutos, vieron que bajo los oscuros maderos de la cruz que aplastaban los colores de la Hermandad de la Santa Angustia no reaccionaba el bulto de terciopelo cárdeno y magenta en el que yacía inmóvil Nazario con los pies llenos de sangre, se acercaron para ayudarlo a levantarse.

El auxilio llegó tarde y cuando iluminados por los faroles del paso del Cristo de la Agonía le retiraron el pesado capuchón para intentar reanimarlo y vieron el rostro arrugado de aquél hombre anciano con los ojos en blanco, supieron que ya estaba muerto. La pura verdad es que Nazario, no murió por el corazón partido por el esfuerzo en el aquel empinado calvario. Nazario llevaba muerto desde antes de coger aquella cruz por primera vez.

Aquel cuerpo penitente cuya fuerza solo animaba la infinita culpa, era un ente vacío, una especie de difunto andante y callado cuya alma sin destino, en espera de un perdón que Dios parecía negarle, llevaba presa en una tumba blanca y sin nombre desde la fecha que en ella estaba inscrita.

Las gentes se arremolinaron alrededor con la curiosidad morbosa de saber por fin quién era Nazario, aquel misterioso y dolorido penitente del que nadie sabía nada mas que el nombre y que y montado en una minúscula burrita, todos años llegaba al pueblo, encapuchado cada viernes santo desde hacía cincuenta años cuando aquel pueblo era poco mas una aldea, visitaba en el cementerio local, rezaba frente una modesta tumba en cuya lápida constaba solo una fecha y después, dejaba sobre el mármol dos rosas blancas y procesionaba portando la cruz más pesada hasta plantarla en más alto del lugar para desaparecer después hasta en año siguiente.

Nadie reconoció aquel rostro muerto y pálido en el que se había quedado helada una extraña sonrisa de agradecimiento.

Muchos, sobre todo los más mayores, habían visto la evolución de aquel cuerpo vigoroso que se adivinaba joven bajo los ropones y que con el paso inexorable de los años se había convertido, en una indispensable y señera figura anciana y doliente cuya secreta historia, a falta de mas verdad, circulaba mas fantasiosa e inventada cada año que pasaba enredada en mil bulos murmurados como sentidas oraciones a su encorvado y sufriente paso por vecinos y visitantes, propia de aquella semana santa famosa ya en toda la región.

¿Tan grande tuvo que ser su castigo…? pensaba Nazario.

¿Porqué, quiso Dios quitárselo todo después de haber sido tan generoso con él cuando aún se sentía vivo en aquel pueblo encalado entre picos montañosos donde se criaban los mejores toros de lidia.

¿ Porqué Dios le dio junto al talento de conocer los toros con solo mirarlos esa lucidez innata y esa serena valentía para torearlos y extraer de ellos hasta el último soplo de bravura de modo que tras la espada, ambos, toro y torero, quedaran unidos por la gloria?

¿ Porque quiso Dios que Dolores, aquella muchacha de ojos rasgados, negros y brillantes, que con la dulce genética de una princesa mora, solo tuviera esos ojos para él, apenas un joven capataz, a pesar de que la pretendían todos los hijos de los hacendados ?.

Pero sobre todo, Nazario se preguntaba

¿ Porqué le regaló aquel triunfo en la Plaza de la maestranza de Sevilla donde tras cortar las dos orejas y el rabo a aquel toro arquetípico con cabeza de Minotauro salió vitoreado por la puerta grande de la plaza para convertirse en figura indiscutible?.

Nazario siempre recordó como mientras lo sacaban a hombros de la Plaza, sentía el íntimo orgullo de poder ofrecer, cuando llegara a su pueblo, todo aquello a Dolores y al hijo que esperaban demostrando que no se había equivocado al elegirlo

Un solo día ¿sabéis?..Solo un solo día hizo falta para llevar a Nazario de la más alta gloria celestial al más profundo infierno de tormento.

Si fue un despiste de Dios, o un desafortunado revés del destino, pero Nazario lo vivió como un castigo a algún terrible pecado tal vez de soberbia o arrogancia que aunque él no recordaba debía haber cometido.

Yo, menos creyente que Nazario, lo que pasó lo denomino un regalo envenenado o una inmerecida e injusta "Putada de Dios" para con él que comenzó cuando tras horas de viaje en carro por los verdes valles, todo el pueblo, las autoridades incluido el Marqués de Cienfuentes estaban esperando para recibirlo y aclamarlo en una celebración sin igual como el héroe del pueblo y sin siquiera dejarlo ver a Dolores, se lo llevaron a hombros a la grandiosa fiesta de la plaza mayor engalanada, donde le esperaban discursos de alabanza y reconocimiento, música festiva, baile, comida y alegría andaluza.

Por unas horas, con la bebida a la que estaba poco acostumbrado y con la que, para no desairar, debía brindar con todos los capitostes y la euforia de lo conseguido, Nazario entró en un sublime y extraño éxtasis olvidándose por unas horas de todo incluso de su embarazada Dolores.

- !!Nazario despierta algo ha ido mal con Dolores !!, !! Llevamos horas buscándote!!, Dolores se ha puesto de parto, el niño va atravesado y hay que sacárselo por cesárea en el hospital de la ciudad. La comadrona no te ha podido esperar mas y desesperada se ha bajado con el carro y con Dolores hasta el llano.

Nazario había acabado tan borracho que no pudo llegar a su casa. Había errado el camino con la oscuridad y al final acabó por caer aun con el traje de luces, derrumbado en un pajar cercano cubriéndose del frío con la paja.

Alarmado y muerto de miedo Nazario se cambió de ropa y tomando su pequeña burrita, intentó alcanzar a las mujeres bajando imprudente y atolondradamente por el tortuoso atajo morisco mientras el corazón parecía que le iba a estallar.

No, no llegó a ver a Dolores con vida, al llegar al primer pueblo del llano al amanecer, vio su carro vacío parado frente al cementerio y a la comadrona llorando sin consuelo sentada en la puerta del camposanto.

El médico del pueblo que en ese momento salía de la pequeña capilla miró a Nazario a los ojos y con infinito abatimiento murmuró :

No hemos podido hacer nada, lo siento, no ha aguantado hasta la ciudad, su útero ha estallado de esfuerzo inútil desangrándola por dentro sin poder parir a la criatura. Si quiere despedirse, ahí dentro están…

No fue entonces cuando la culpa mató a Nazario, ni tampoco cuando algunos minutos después en la soledad de la capilla, Nazario quitó la sabana que cubría el cadáver y un extraño rayo de sol matinal lo iluminó dándole a su serena y pálida belleza un traslucido brillo de alabastro, tampoco fue cuando se inclinó a besar los finos y helados labios de Dolores. Nazario murió por dentro, cuando alzó la vista y al mirar aquel sereno cuerpo vio entre sus blancos muslos como de su bello y ensortijado sexo, salía un tierno y pequeño bracito amoratado.

No , Nazario jamás supo si era niño o niña, tampoco le importó, los enterró juntos bajo aquella losa mientras en las calles del pueblo sonaba lejanamente la música sacra de la semana santa y volvió a sus verdes valles donde jamás volvió a sonreír, torear, ni a conocer otra mujer, ni a tener mas amigos que la culpa y el arrepentimiento.

A veces me pregunto si se habrá reunido su alma con la de los suyos... ¿Le habrá perdonado Dios ?

La verdad es que no sé..., cada vez me fío menos de eso de los renglones torcidos en los que el creador escribe y pienso que el alma de Nazario cuando por fin fue llamada, debió subir algo acojonada y temblorosa hacia el infinito insegura de que allí no le esperara otra "Putada de Dios…"

Al fin y al cabo…" Gato escaldado del agua fría huye…."

fin 

viernes, 3 de abril de 2020

AUSENCIA V2020


Un segundo antes, caminaban de la mano riendo y tonteando mientras bajaban por la vereda de los tilos muy despacito hacia el parque. 

Ella, con la mano izquierda, intentando hacer inolvidable el momento, apretaba contra su pecho un ramito de violetas y de cuando en cuando, llevaba el minúsculo ramillete cárdeno hasta su rostro y lo besaba mientras con los ojos cerrados aspiraba aquel delicioso perfume a caramelo de infancia. 



¿Recién enamorados…?, !Noooo!, cualquiera se hubiera sorprendido de que ese día celebraban cinco años de amor.

Un segundo después, ella no estaba.

Él, apenas notó un ligero tironcito en su mano y cuando se volvió a mirarla…, ella no estaba.

!!No estaba!!.

Instintivamente y sintiendo un helado vacío a su lado, la buscó nerviosamente con la mirada, pero no la encontró y solo vio un enorme autobús que se alejaba cuesta abajo silencioso y veloz.

El hombre quedó paralizado y aturdido algunos instantes sin ni siquiera sospechar que era aquella bestia sin frenos con el motor averiado y la dirección quebrada, la que había arrancado a su amada de su brazo y que ahora, aplastada contra su faro derecho y tal vez muerta, viajaba hacia su destino final que era instantes después empotrarse con un estruendo sordo en la figura de granito de la plaza de abajo.



Alejandro, jamás pensó que la desaparición de Patricia lo pudiera trastornar tanto que le hiciera perder la razón.

¿Sentirlo…?, !Claro!, él la amaba con locura, pero no había nacido ayer y con cuarenta años a la espalda, Alejandro ya había tenido que hacer frente y superar suficientes duelos duros en la vida.

Pero esto fue distinto.

Yo no creo que fuera por la insólita e inesperada rapidez de la pérdida, yo mas bien creo que fue porque fue consciente de haber perdido algo insustituible, algo había encontrado como por azar , sin esfuerzo, sin saber siquiera lo qué había hecho para merecerlo y por tanto, sin saber cómo podía remplazar en su corazón y en su alma aquel profundo y helado vacío.

No creáis que cuando ambos ligaron su existencia fue un torrente románico y apasionado y febril, no… Aquello fue una relación serena y sanadora llena de sentido del humor, de confidencias sinceras, de complicidades, de entenderse sin palabras apenas con la mirada, de abrazar cuando se necesita, de escuchar en silencio comprensivo los sinsabores del día, de adivinar lo que el otro quiere antes que lo diga y de devolver con intereses cada gesto del otro.

Sin embargo y de cuando en cuando…, la magia los visitaba como suele hacer la magia cuando ella quiere y no cuando se la busca que para eso es mujer y aquella noche en la que nada celebraban, en la que cansados y algo aburridos se fueron a la cama con ánimo de dormir, misteriosamente se convirtió entre las sabanas en una velada de pasión con roces suaves, jadeos violentos, besos profundos, susurros inconfesables y deseos caprichosos que parecieron no saciarse hasta que la luz del alba, se llevó a regañadientes los rayos de luna llena que curiosos, se habían colado por la ventana.

Despertaron con el sol ya en lo alto y con un suave toque en la nalga Alejandro invitó a Patricia a levantarse y se fue a preparar café mientas ella, medio dormida, remoloneaba por la cama.

Fue exactamente cuando volvió, cuando a Alejandro casi se le cae la bandeja de la mano: Envuelta por la luz ámbar del sol que entraba matizada por las cortinas, Patricia, desnuda y sentada sobre la cama, se había vuelto a dormir con su carita de ángel apoyada sobre la rodilla y con su melena oscura cayendo como una cascada parecía una ninfa encantada del bosque.

Alejandro, la fotografió para inmortalizarla en ese fascinante instante en una acuarela que le encargó a un amigo.

!Si! , creo que fue cuando su amigo apesadumbrado tras la muerte de Patricia le llevó aquel cuadro encargado, cuando al mirarlo, Alejandro perdió la razón.

Permaneció encerrado días enteros llorando sobre aquella pintura emborronándola con sus lagrimas y delirando que ella no había muerto del todo, que su alma estaba aun viva junto a él y su mente torturada creó a su izquierda, donde la vio por última vez, un aura ambarina y neblinosa del tamaño de Patricia que solo él podía ver y que, fuera donde fuera, le acompañaba siempre a su lado.

Alejandro no se volvió tan trastornado que le llegara a contar nada a nadie, interpretó aquello como una especie de milagro íntimo y secreto que se podía romper si alguien se enteraba y aliviado por la presencia del aura a la que románticamente llamaba Ausencia, fue animándose lo suficiente para emprender una vida aparentemente normal.

Acudía puntual a su trabajo, salía al cine, charlaba con los amigos y paseaba por el parque. Lo único anormal que se podía observar en él, eran una serie de movimientos raros, traslaciones extravagantes y extrañas posturas y contorsiones de su cuerpo a las que los demás, incluidos sus vecinos, se acostumbraron pronto quitándole importancia e interpretándolo como una secuela nerviosa de su terrible tragedia.

Pero aquellas rarezas, no eran convulsiones ni tics involuntarios como podía creerse, sino que eran fruto de la única angustia que tenía Alejandro: Se pasaba el día intentando evitar que nadie tocara o se parara sobre la ambarina aura de Ausencia y la pudiera molestar.

En el despacho, colocó su mesa al lado de un muro a la izquierda. Deslizó poco a poco la fotocopiadora de modo que la maloliente puerta de los servicios quedara a su siniestra desmotivando así cualquier intento de pararse a su lado. Cuando hablaba con su jefe lo hacía de perfil girando dolorosamente su cara mostrando su lado derecho. En los bancos del parque depositaba el periódico a su lado izquierdo para que nadie se le sentara encima y en el cine, sacaba dos boletos para poder decir a cualquier solicitante que la butaca de su lado estaba ocupada.

Pero aun con todas las precauciones y toda la atención que aquel hombre maníacamente mantenía, por lo menos una vez a la semana y por diversas circunstancias, alguien involuntariamente lograba pararse o sentarse sobre Ausencia provocando en Alejandro una sensación física de dolor, malestar y profusa y helada sudoración que él interpretaba como una queja del amado espectro de Ausencia que se quedaba atrapado impidiéndoles huir.

Solo en algunas ocasiones, a pesar de que la reacción era mas intensa, dolorosa y casi brutal, dejaba en Alejandro un regusto de satisfacción y una disimulada sonrisa cuando el aura ambarina quedaba atrapada por un cuerpo bello o interesante de mujer demostrando así Ausencia, lo celosa y posesiva que era.

Alejandro, daba por hecho y siempre pensó que Ausencia siempre permanecería a su lado y jamás miró a nadie mas , pero pasados algunos años, sucedió que un día cuando en el metro se hizo inevitable que una mujer vulgar y cuarentona de pechos caídos, evidentes michelines y que cojeaba levemente se sentó a su izquierda en el asiento que en un descuido un Alejandro ya canoso había dejado libre, él se preparó con los ojos fuertemente cerrados a percibir el tormento y el castigo a su distracción, pero… nada malo pasó, sino que sorprendentemente, aquel hombre sintió por todo su cuerpo una deliciosa sensación de serena felicidad.

Cuando abrió los ojos y miró a aquella mujer desgreñada con mirada interrogante, el hombre se encontró con una sonrisa encantadora, un gesto de infinita dulzura y una voz aterciopelada con la que inició una fascínate conversación hasta el final de trayecto que le hizo olvidar incluso los dolores de estómago que le aquejaban en las últimas semanas.

Cuando Alejandro abrió los ojos a la mañana siguiente, el olor a violetas le recordó la maravillosa noche que había tenido entre los blandos pliegues de aquella mujer mientras le parecía que no era él mismo el que la había amado una y otra vez con tanta pasión hasta que la luz del alba, se llevó a regañadientes a los rayos de luna llena que, curiosos, se habían colado por la ventana.

Cuando por fin se decidió a mirar a su lado y buscarla, decepcionado, solo encontró sábanas arrugadas y una nota sobre la mesilla de noche que decía : Hasta pronto…y algo más extraño aun que parecía escapársele…, ! Si…!, el aura ambarina ya no estaba. Ausencia había desaparecido de su lado.

El Oncólogo se quedó atónito. Pese a sus años de carrera jamás le había pasado algo así. Aquel loco había sonreído y parecía alegrarse cuando el Doctor pesaroso y con cara de circunstancias le ofreció todo su apoyo tras comunicarle que aquellos dolores de estómago los producía un cáncer incurable y apenas que le quedaban unas semanas de vida.

- De verdad Señor…estoy confundido…perdóneme, pero nunca había visto que un hombre se alegrara ante una noticia tan nefasta…

- No se preocupe Doctor le dijo Alejandro…!! Estoy seguro de que pronto voy a estar mucho mejor !!

Fin.