viernes, 21 de junio de 2019

EL HOMBRE DE PARIS

Joven no era, seguro, sin embargo, no lo sabía con certeza porque nunca le pude ver la cara. Su viejo sombrero le ocultaba un rostro barbudo siempre dirigido a mirar fijamente algo tan pequeño que me quedaba oculto por sus manos sucias y callosas.

 Por su encogida actitud aunque imaginé que era un hombre ya maduro o envejecido prematuramente en las trincheras en aquella terrible y cruel gran guerra mundial terminada pocos años atrás donde los hombres murieron por millones y los lisiados y desquiciados llenaron las calles de Europa mientras los ricos y los supervivientes, vivían con desesperada alegría los locos años veinte conscientes y no sin motivo de que en cualquier momento, otra desastrosa guerra se los podía llevar por delante a todos. 


A pesar de sus antiguas y raídas ropas del periodo de preguerra que recordaban al vagabundo de "charlot", no debía ser un mendigo porque no pedía nada, por lo menos nunca lo vi pedir limosna a pesar de que ya iba para dos años que me lo encontraba en el mismo lugar apalancado en el banco bajo el sauce de la fuente barroca.

¿ Donde y de que vivía ?, lo ignoro, pero solo se debía levantar del banco avanzada la noche y con las primeras luces, salvo que nevara, ya se le volvía ver allí. Supongo que viviría de la caridad en algún convento o en alguna residencia de militares tullidos y enloquecidos donde por el día los expulsaban de allí para que no anduvieran molestando.

Yo, era como un espectador de todo aquello que lo observaba todo desde fuera, España no había entrado en aquella locura sangrienta y Paris seguía siendo la capital del mundo así con que, becado por la academia Española y con alguna ayuda de mis parientes próximos, intentaba, como joven pintor, seguir la estela de los afamados pintores españoles y obtener así inspiración fama y reconocimiento.

La verdad es que a pesar de frecuentar museos y exposiciones no encontraba la inspiración necesaria y ya comenzaba a desesperarme cuando de pronto, un día se me ocurrió pintar a aquel hombre, cuya estampa de miseria me recordó la tristeza del periodo azul de Picasso.

No..., no copié a Picasso que ahora era cubista y abstracto, pero a mi modo expresionista mas actual por entonces, sí que quise reflejar su soledad y su tristeza como antaño hacía el maestro de Málaga.

Pasé semanas tomando apuntes sin que él siquiera se apercibiera de mi presencia, me lo facilitaba su quietud y su abstracción que le impermebilizaba de lo que le rodeaba. El que no pudiera ver su rostro me molestó al principio pero luego intuí que podía ser una expresión de un misterio insondable que dramatizaba la obra.


Por fin , cuando ya tuve un boceto a carboncillo después de desechar mas de cincuenta, pintando a la luz del quinqué en el cuartucho sin ventanas que me hacía de estudio, estropee varios caros lienzos con diferentes combinaciones de color hasta que el cuadro logró decir lo que yo quería.

¿ Sabéis ..? A pesar de lo satisfecho que quedé de mi obra, fue un inmenso fracaso. A pesar del prestigio que teníamos los pintores españoles, me lo rechazaron de plano solo con una mirada de reojo los mejores marchantes a los que acudí con el corazón lleno de ilusión, también los peores a los que se lo llevé ya mas decepcionado. Al final lo expuse en una exposición colectiva de poca monta y salvo una crítica demoledora en un periodiquillo de barrio, la gente pasaba delante de él sin detenerse y nadie hacía el menor comentario. Tarde comprendí que las gentes allí no estaban pare tristezas sin importar la calidad de la obra.

No me quedaba casi dinero y la depresión que me produjo aquel fracaso me devolvió prematuramente a España decidido a dejar la pintura y dedicarme a escribir que al fin y al cabo tampoco se me daba mal, dejé allí el caballete, los pinceles y los óleos y las ropas de estilo parisino como compensación de algunos pagos pendientes y con mi pequeña maleta de cartón salí de casa rumbo a la estación.

Pero cuando pasé  a su lado en el banco bajo la fuente barroca vi que no había nadie a su lado. Aún tenía tiempo hasta la salida del tren y decidí no volverme sin saber algo más de él....

-¿ Monsieur? le pregunté en mi mal francés ¿qué es lo que le sucede? ¿Porqué siempre está usted aquí quieto y triste mirándose las manos?

El hombre sin levantar la cabeza para que no viera su rostro tardó en responderme y cuando pensé que no quería hablar y ya me levantaba , oí su voz cascada:

- Monsieur ¿ Ve Vd. el solar que hay entre las dos casas que están ahí delante ?

- Si, está lleno de brozas y escombros negros calcinados.

- Pues eso era mi casa, y cuando volví de Verdún contento de haber salvado mi piel y mi país, una bomba la había destruido con toda mi familia dentro. ¿ Para que coño fui yo entonces a la guerra si solo lo hice por defenderlos...?

Abrió las manos y vi un pequeño pendiente de plata sobre el que empezaron a caer sus lagrimas.

- Mire señor, lo único que pude encontrar de ellos fue este pequeño pendiente de mi nietecita Colette. Ahora solo esto me mantiene con vida aunque mi alma esté muerta.

Me levanté , las piernas aun me temblaban cuando me dirigía a la estación, creo que no se me pasó la congoja del pecho hasta que pasados los Pirineos el sol de España me alejó del gris del norte....