viernes, 12 de abril de 2019

DOS PÁJAROS

Petra, la inspectora de la policía nacional de la comisaría del distrito 3 del área metropolitana, estaba peligrosamente cerca del borde arriesgándose a caer. 

No creáis que estaba inmersa en un peligroso operativo cerca de un precipicio o un acantilado persiguiendo malhechores, no, Petra, en esos momentos estaba sentada en una terraza tomando el sol con un Martini rojo en la mano riendo encantada con los ojos brillantes y cara de felicidad, con los graciosos comentarios con los que Borja, un nuevo y apuesto subinspector del distrito, estaba intentando engatusarla. 

No, no era un "borde físico" por el que Petra podía resbalar, Borja era un "borde" en el sentido peyorativo y humano de la palabra y no porque su trato con ella fuera esquinado grosero o antipático, no, eso lo dejaba para los delincuentes y compañeros en general, porque con las mujeres, como buen depredador sexual, el embaucador cuasiprofesional de Borja, era un buen actor que se mostraba encantador, simpático y seductor hasta sacarles lo que pudiera y llevárselas a la cama.

En cuanto al sexo opuesto, las mujeres, Borja era de esos hombres que disfrutaban mas de la emoción de la caza que de la pieza cobrada y que una vez obtenida, perdía para él todo su interés. 

Para él, el sexo, no era más que la prueba que necesitaba de la conquista y la conquista, era un trofeo más para alimentar y engordar su insaciable ego de hijo de puta que era su verdadero objetivo y tras conseguirlo, no dudaba en romper el corazón fríamente de sus ya usadas víctimas y desprenderse de ellas con la mayor facilidad como se tira un envase después de haberse comido su interior, mientras que con su mirada buscaba ya su próxima presa. 

Cuando en la comisaría los mandos policiales designaron a Petra como su compañera, fue como meter la gallina en la jaula del zorro. Aquella mujer algo mayor que él, que con un hijo adolescente a su cargo estaba en sazón debido a un doloroso y reciente divorcio, vivía un momento de vulnerable soledad y culpa y su tristeza y su derr
umbada autoestima, la estaban cegando para valorar la realidad de su madura belleza, su categoría profesional, sus brillantes éxitos y su magnífica preparación en criminología y para Borja, llevaba escrita la palabra indefensa en los renglones de su ceño fruncido.


La avidez de Borja por lo propiciatorio de la víctima, demostró que además de conquistador y Casanova, era un absoluto gilipolla tan pagado de si mismo y tan confiado en sus habilidades, que hizo oídos sordos al refrán que de hombres sabios y experimentados había oído mil veces: "Muchacho, donde saques la olla, no metas la polla", porque además ocasionar repercusiones profesionales negativas, supone luego una encerrona para librarse luego de la ofendida.

No obstante, a pesar de lo favorable de la situación, a Borja le costó bastante mas tiempo de lo previsto llevarse al catre a una Petra ilusionada de nuevo y completamente enamorada ya que la desconfianza de la mujer en entrar en otra relación con el corazón aún cicatrizando de la anterior, era un escollo difícil de salvar. 

Al final, las muchas horas que debían pasar juntos en los turnos y vigilancias que facilitaban largas conversaciones donde Borja, que hábilmente alternaba deliciosos ratos de buen humor y complicidad con otros en los que se mostraba tierno, incomprendido y necesitado de cariño, lograron abrir el corazón y el cuerpo de aquella mujer. 

Esta vez, la conquista le había costado tanto que Borja, tardó un poco más en desinteresarse de Petra, tiempo este que empleó para explorar sin éxito entre las relaciones de la mujer, posibles contactos y amistades que, con su ayuda, le pudieran hacer  ascender en sus ambiciones. Luego, cuando no vio posibilidades en éste sentido, se deshizo de ella fría y cruelmente, porque entre las muchas cualidades negativas de Borja, la peor, era un larvado sadismo y crueldad machista con el que se vengaba de las mujeres inteligentes y valiosas a las que culpaba de sus fracasos y su vulgaridad por haberle superado socialmente y era por esto que, como psicópata ambicioso, para saciar así su escondido complejo de inferioridad, gustaba de humillarlas y fueran médicos, arquitectas, jueces o altas ejecutivas y se deleitaba al verlas rebajadas ante su mediocre figura henchida como un pavo, reclamando suplicantes su amor y atención, para después ningunearlas y pisotearlas cuando más debilitadas estaban. 

Cuando todo acabó entre ellos, Petra ya estaba desengañada de aquel farsante y aunque sin deseo consciente de venganza, no podía evitar el rencoroso recuerdo de la humillante rotura cuando se le cayó la venda de los ojos, sobre todo, porque "no podía pasar página" y no podía huir de aquel cerdo mientras siguiera con ella de compañero de investigación en el descorazonador caso de aquellos misteriosos secuestros infantiles en serie.

La ciudad, en los últimos años vivía angustiada por éstas enigmáticas desapariciones infantiles, la última de ellas hacía apenas tres semanas, cuya ausencia de pistas, huellas, hallazgos de ropas o de cuerpos, hacían parecer imbéciles e inútiles a los cuerpos policiales quienes a pesar del tiempo transcurrido, no habían detenido a ningún sospechoso y mantenían dolorosamente abiertas aun todas las hipótesis incluyendo la del rapto y venta de los niños como esclavos sexuales a algún país exótico.

La primera pista de aquel maldito caso apareció como un fogonazo en la avispada mente de Petra. Fue un viernes, precisamente el mismo día de la semana en la que habían sido raptados todos los niños, cuando notó el bullicio en la puerta de la mezquita para los emigrantes musulmanes que había junto al supermercado donde ella compraba.

No fue mas que una corazonada, pero el viernes es el día sagrado de los musulmanes en el cual tienen fiesta y tal vez por eso los raptores solo disponían del viernes para hacer sus fechorías.

Casi a la vez, relacionó el color verde  de la pequeña cúpula aquel templo característico del islam con el verde de cierta furgoneta que alguien había visto cerca del lugar del rapto y aunque las pistas eran de lo más inconsistentes, a falta de otras y sin decírselo a su compañero para evitar burlas en caso de fracaso, concentró sus esfuerzos en sus ratos libres en la zona de inmigración musulmana de la ciudad. 

Durante semanas, Petra vestida modestamente y cabeza cubierta con un pañuelo oscuro para no llamar la atención se dedicó sin resultado alguno a patear el barrio musulmán acompañada de su hijo adolescente para evitar llamar la atención que por aquellos lugares hubiera despertado una mujer sola.

 Cuando desalentada y admitiendo que aquella idea había sido un desatino  había renunciado ya a seguir por aquel camino y regresaban a casa, una destartalada y sucia furgoneta verde islam que estaba estacionada frente a un establecimiento de comida indo-paquistaní le devolvió el ánimo.

No le hizo falta al olfato policial de Petra mas que entrar en el establecimiento y ver aquel desagradable y sucio sujeto cuchillo en mano rascando lascas finas del dorado cilindro giratorio de carne y fijarse en el resplandor del horno tandurii al fondo, para comprender, ahogando el llanto, que aquellos niños no habían sido solamente secuestrados.

Para una mirada astuta, allí estaba todo y en su entrenada mente de criminóloga, también todo cuadró como un puzzle : La furgoneta para el rapto, el horno tandurii para hacer desparecer los huesos y las ropas y…-una arcada casi la hizo vomitar-…el cilindro de Kebap, para hacer desparecer la carne tierna en  estómagos de los agradecidos clientes.

A Petra, no le cupo duda ya de que cuando bajaran al sótano, iban a encontrar un cuartucho infecto con cadenas donde aquel hijo de puta sádico y pederasta debía violar y atormentar a aquellas criaturas durante días hasta que murieran desangradas.

La prueba definitiva la determinó el análisis de la carne de un Doner-Kebap que su hijo había pedido y que sirvió para que el laboratorio de la policía científica, por amistad y de modo no oficial, detectara en la carne ADN humano.

Cuando Petra no tuvo mas remedio que relatar su descubrimiento a Borja su compañero para que la cubriera en la peligrosa detención, Borja siguiendo su hijoputesco patrón, aprovechó que el agotamiento de Petra la obligaba a dormir antes del difícil operativo, para intentar detener él solo a aquél monstruo, llevarse así toda la gloria y de paso el anhelado ascenso.

A la mañana siguiente y en el mismo momento en el que Petra ya en la comisaría, se enteró de la extraña y repentina desaparición del subinspector Borja al que nadie conseguía encontrar, ella supo con seguridad dónde podía encontrarlo,
lo conocía demasiado...

Petra entró en el establecimiento indo-pakistaní, le pidió al monstruo un kebap con verduras y mucho picante como a ella le gustaba, se sentó en una mesita del fondo y con cierta curiosidad de saber cómo sabía aquel hijo de puta de Borja, empezó a comer con rabia vengativa sorprendiéndose de lo sabroso que estaba.

Luego, tranquilamente, se limpió la boca con una servilleta, pidió un café y satisfecha y llamó a la comisaría para que tres patrullas vinieran a detener a aquel cabrón.

Cuando sacaban esposado y protestando al malcarado moro, Petra con una sonrisa cínica, no pudo evitar un pensamiento : Éste, cabrón no volverá a matar niños y el otro hijo de puta, no volverá a joder a las mujeres...si, perfecto…

 !! "Dos pájaros de un tiro"!!.

FIN


Nota: nadie interprete este acuatexto como ataque a ninguna religión a las que respeto. Hijos de puta y enfermos mentales hay en todas ellas sean católicos, musulmanes, hindúes, o taoistas, y por supuesto entre ateos y católicos. Simplemente la cocina del kebap venía a cuento.