viernes, 5 de abril de 2019

LA VENUS DEL BAÑO

¿Qué hacía un pintor solitario y algo gruñón allí ?. Yo te lo diré : encontrar sin pretenderlo lo que jamás debió ver y clavar para siempre en su, algo inmadura, mente la misteriosa imagen del íntimo baño de aquella mujer desnuda que desde entonces y hasta su muerte, le trajo a la vez la desgracia y el gozo :

La búsqueda de calroscuros me había llevado aquella mañana , que a veces siento como maldita y a veces como dichosa , al bosque que abraza el rumoroso arroyo que ahora en primavera , baja del deshielo claro como el cristal.

Pero lo que de verdad me llevó a verla en aquel escondido remanso junto al huertecillo oculto tras las viejas tapias del convento donde el agua se sosiega antes de entrar en pequeño molino, os confesare que fue la gula que el graznido de una oca al otro lado un enorme y tupido seto de tejo, me hizo tirar los aparejos de pintura a un lado y lanzarme por aquel orificio vegetal para, arañándome con todo tipo de cosas espinosas, reptar "cuerpo a tierra" a la búsqueda de aquel dichoso animal para satisfacer mi insana afición a los huevos de aquella palmípeda con la intención de robarle alguno.

No, el graznido venía del huertecillo y junto al rio no había ni ocas ni huevos ni graznidos, es más salvo el ligero rumor del río y las hojas de los álamos, todo era tranquilidad y sosiego. Fue cuando, aun con la desilusión en la mirada, mis ojos aun escondidos por las últimas ramas la vieron inesperadamente al otro lado de la orilla recogida bajo la sombra de un rincón bajo el muro musgoso.

La mujer estaba sentada con el cabello recogido y húmedo, y con la relajada dejadez de quien no teme ser observado mostraba aquél cuerpo mórbido, pálido y salpicado de acuoso rocío sobre la extravagante transparencia de las pieles a las que jamás visita el sol y exhibía la naturaleza la rotundez de sus marcadas y ya algo maduras formas, la ondulación de sus pliegues y de sus pechos que al contrario que su rostro juvenil, la alejaban de una plenitud no demasiado lejana.

Si, me recordó a algo antiguo y bello. A mi mente acudieron todos los cuadros de ninfas y doncellas bañándose en lagos y piletas con los que los pintores, sobre todo los maestros impresionistas, disimulaban los desnudos de mujeres con imágenes, para los hombres morbosas, de la misteriosa higiene intima de las hembras en el baño, para venderlos a los rijosos aristócratas y burgueses quienes, con la excusa de la belleza del arte, podían excitarse hipócritamente sin perder su estirada dignidad.

Pero cómo si de una película uno solo pudiera recordar un solo fotograma, la imagen que se enquistó en mi mente se formó cuando en un delicado escorzo, la mujer flexionó su rodilla achicando así la visión oscura de su poblado sexo, marcando los delicados pliegues de su vientre y se giró dejando caer suavemente sus pechos e inclinando su cabeza atrás para mirarse el talón, ofreciéndome así, un asombroso perfil de diosa griega.

En éso estaba yo, abstraído a lo pintor, mirando extasiado las formas, las líneas, los colores y las delicadas sombras, cuando aquel día me demostró que las sorpresas no se habían acabado, porque de repente, en aquél celeste lugar, me visitó el demonio con sus peores influencias...

Fue exactamente cuando al mirar a su lado, vi aquellas ropas, que arrugadas y todo, no podían ocultar que se trataban de un hábito talar de color vinoso y un par de feas 
y relavadas prendas íntimas de un algodón blanco grisáceo... 

!!Aquello que estaba contemplando era el cuerpo desnudo de una monja de clausura!!,!! Tal vez una novicia que se bañaba a espaldas del resto de la orden y tal vez también, a falta de espejos en el convento, admiraba pecaminosamente su virgen e inmaculado cuerpo reflejado en el agua!!.

Os juro que ni en lo más profundo de mi ser había pensado jamás que bajo los hábitos, una religiosa tuviera formas de mujer y menos tan voluptuosas, pero aquel morbo movió en mi cuerpo una extraña y súbita excitación que desbordó mi fantasía llevándome involuntariamente a imaginar mi duro y velloso cuerpo navegando sobre sus mullidas curvas que me acogían con la infinidad de su pálida blandura y entre el aroma a incienso y a clausura, también imaginé su dulce aliento a flores de capilla y su boca semiabierta intentando sofocar los gemidos mientras se debatía entre el placer y la culpa y sus rizos negros y liberados que se esparcían salvajemente a nuestro alrededor....

!Basta! me dije cortando aquellas malignas ensoñaciones y retirándome penosamente por el estrecho túnel herbáceo tan avergonzado de mi mismo, que con la precipitación, me vine a lastimar aquella parte dura y desobediente de mi cuerpo que no estaba así cuando entré.

No, no soy pacato ni un religioso meapilas, pero en mi dignidad, el respeto a los demás y mas aun a aquellas personas que dedican su vida al prójimo es tan fuerte, que en cuanto me puse en pié borré con disgusto de mi mente para siempre los obscenos pensamientos que me trajo Lucifer, pero... la imagen de inmensa belleza que se me grabó de ella jamás la pude borrar.

Aquella imagen de la que siempre he estado enamorado y que cegó de tal manera el lugar donde se siente y se ama, que nunca encontré mujer alguna que pudiera borrarla y como si ella tuviera celos, me imposibilitó a pintar a ninguna otra que no fuera ella y he tenido que renunciar a la riqueza y a la gloria para sobrevivir solamente de retratos y paisajes.

Pero no os entristezcáis, entre lo amargo y lo dulce siempre me consuelo con mi baúl y cuando me vengo un poco abajo, lo abro con devoción y repaso con deleite los cientos de lienzos que en mi vida he pintado de aquella imagen que nadie ha visto ni verá jamás porque, bien cerrado, y para que anónimamente nos vayamos juntos, el notario ordenará su incineración junto con mi cuerpo.

Fin