jueves, 7 de febrero de 2019

DALIASSO

Aquello fue una locura y un caos y un desbarajuste, pero sobre todo, fue un hallazgo sorprendente e inesperado para ambos que ni remotamente hubieran imaginado que a su edad, les pudiera suceder y con ello, no quiero decir que fueran mayores, pero sí es verdad que la alegría juvenil de ímpetus y fogosidades, hacía tiempo ya que había pasado para los dos y aunque no muchas, las hebras plateadas ya iban serpenteado por sus cabezas. 


La historia apenas generaría hoy algún comentario jocoso, pero por entonces y en aquella España ultraconservadora, meapilas y pacata de la posguerra, de haberse llegado a saber todo, hubiera sido un escandalazo de tomo y lomo sobre todo en el barrio de la Concepción donde vivía el "Todo Madrid" que era como decir, quienes mangoneaban los destinos de España entera y especialmente en la exclusiva Calle de las Camelias, donde en el en entresuelo del número cinco y en uno de los mas lujosos edificios modernistas de la ciudad, residía Don Marcos de la Peña junto a su elegante y estirada señora y sus dos bellas y educadas hijas casaderas y disponía allí mismo el despacho de su notaría 

Don Marcos, tenía un secreto. Bajo su notarial aspecto de perfecto y adinerado burgués, prócer y pilar de la sociedad, era un extravagante pintor abstracto y rompedor cuyas excéntricas e inclasificables obras, que aquella sociedad derechona y cerrada y franquista hubiera calificado de izquierdistas, ácratas y penadas como mínimo con la exclusión social.

Don Marcos, pintaba en un estudio que había aviado discretamente alquilando el semisótano de aquél edificio al que accedía por la portería sin necesidad de salir a la calle por cuyo portón trasero podían entrar subrepticiamente los necesarios materiales artísticos y por el que partían, amparadas por la nocturnidad, sus obras - firmadas con el facilón pseudónimo de Daliasso (Entre Dalí y Picasso)- hacia las avanzada galerías de París, donde su originalidad alcanzaba ya entre aquellas gentes cultas y de mentes abiertas, renombre y un notable éxito de ventas.

Inocencia, que era la Portera del edificio desde que hacía algunos años, quedó viuda del auténtico titular de la portería, su marido. Si, aquel hombre, su marido, también tenía un secreto, pero se lo llevó con él cuando un día ventoso y aciago en el que una ráfaga de aire hizo que cayera un enorme Geranio rojo desde quinto piso que acompañado de su contundente maceta, atravesó su gorra de plato no dejándole en su sitio ni un gramo de masa encefálica.

El secreto del portero, que luego descubrió Don Marcos, no era ni mas ni menos que el fantástico y voluptuoso cuerpazo de Inocencia que -de acuerdo con su marido- modestamente escondía bajo tocas faldones pañuelos y ropajes pueblerinos de aldea, para evitar envidias y suspicacias entre las señoronas del barrio que les hubiera costado su sustento.

La cosa fue que Don Marcos, no podía tener ninguna de sus obras en su casa ni en su despacho y no solo por preservar su secreto, sino también debido a su volumen, porque Daliasso, que había aprendido a valorar el arte ayudando desde la niñez en la tienda de enmarcar cuadros de su tío, consideraba tan importante el marco como la pintura y gustaba de enmarcar él mismo con molduras barrocas gruesas y doradas cuidadosamente elegidas sus pinturas ligeras y abstractas considerando que su obra, debido al contraste, era un conjunto inseparable de ambas cosas.

Así que, convirtió aquél amplio semisótano además de su estudio y lugar de trabajo, en una auténtica sala de exposición para deleite propio.

Inocencia la potrera, respetando su secreto, todos los días le bajaba a media mañana un café y una copa de anís. El día que por un descuido Inocencia algo somnolienta, no se había puesto las gafas oscuras de pasta y llevaba el pelo recogido en un moño sin que las greñas crespas le ocultaran su largo cuello y el fino ovalo de su rostro, Daliasso descubrió aquella maravillosa belleza de ojos verdes y le propuso al instante que -previo pago- le hiciera de modelo.

Inocencia que calladamente se había enamorado de aquellas obras que le rodeaban como en una capilla Sixtina más que por dinero, decidió aceptar aquel ofrecimiento por ver reflejada su belleza tantos años dolorosamente escondida, pero negándose a admitir en su cabeza la fuerte atracción animal que sentía cuando veía a aquel hombre con un pincel en la mano.

! Claro que se liaron !, ! Era imposible frenar tanta química !. Pero la cosa no fue rápida, eran otras épocas y Daliasso pacientemente y mientras cambiaba su estilo a un neorrealismo mas figurativo y expresionista, comenzó a pintar aquel bello rostro reflejando la armonía de sus distintas emociones. Más adelante, la pintó vestida en posiciones reposadas e incluso en escorzos forzados.

Pero como era de prever, un día llegaron al desnudo y la belleza de aquél cuerpo escondido y la atracción animal de aquel hombre pincel en mano, los llevó abrazados besándose ávidamente y sin vergüenza alguna directamente hasta el catre "siestero" sin haber dado siquiera una sola pincelada a aquel enorme lienzo blanco.

Ambos conocían ya sus viejos secretos, pero el mayor secreto y que ambos descubrieron a la vez, era que el sexo, no tenía nada que ver con las torpes y mecánicas relaciones carnales admitidas por la sociedad que sus respectivos matrimonios les habían proporcionado hasta esa fecha.

!Claro que hubo amor!, si…, pero yo creo que había mas de una amistad basada en la rijosidad recién descubierta, en el sentido del humor, en el sentirse libres de convenciones y en satisfacer aquellos cuerpos tan vivos y sedientos que ellos habían ignorado durante media vida.

Desde entonces y en aquellas tardes de domingo en los que Inocencia cerraba la portería y Don Marcos quedaba libre por los eternos oficios religiosos, procesiones, meriendas y cuchipandas de sociedad a los que su esposa ineludiblemente debía asistir, pasaban horas y horas desnudos en aquel catre tocando incesantemente sus cuerpos a veces sin separar sus lenguas durante horas, salvo para llevarlas a lugares mas ocultos y gozosos y así pasaban largos ratos experimentando con todos sus orificios y promontorios, con todos sus aromas y fluidos y con todas sus redondas suavidades y profundas rugosidades, como si fueran investigadores curiosos que, escribiendo un nuevo Kamasutra, alcanzaran de cuando en cuando orgásmicos accesos de placer a veces sincrónicos hasta que el agotamiento les hacía dormitar en la gloria.

Daliasso, siempre creativo, dispuso frente al catre "siestero" un gigantesco espejo y un enorme marco barroco que enmarcaba a ambos mientras retozaban lo que le permitía ver de reojo, como un si fuese un voyeur, la estampa externa de sus juegos sexuales entre media docena de cojines orientales, para poder quedarse en su memoria con imágenes instantáneas que luego lograba plasmar en sus lienzos de forma sublime.

Pero éstas historias de pasión solo duran mientras la suerte las acompaña y una desgraciada tarde la esposa de Don Marcos se quemó la mano con un cirio en la procesión del Corpus y regresó antes a casa. Abrió la puerta del estudio cautelosamente alertada por los ruidos y gemidos que de allí salían, y contempló horrorizada una escena de sexo imposible que solo podía venir de la mente del peor Lucifer.

No, No gritó, tampoco se desmayó, es mas…, se contuvo. 


Para ella, lo mas importante era evitar el escándalo y temblorosa y pálida como la muerte cerró de nuevo con suavidad la puerta sin que los amantes siquiera la hubieran visto.

Aquello que ella vio era fuego pecador y debía acabar con fuego purificador.

Cuando al día siguiente Don Marcos regresaba de unas gestiones legales, observó alarmado como una columna de humo negro salía de su edificio como si fuera un volcán. Cuando entró corriendo al vestíbulo siguiendo las mangueras del retén de bomberos que tenía el camión rojo en la puerta, encontró a una Inocencia sentada llorando que con abatimiento le señaló con la cabeza la dirección del patio interior. Cuando  llegó a él 
alarmado, los bomberos trataban de apagar la enorme hoguera en la que ardían todas sus obras junto a los caballetes, las molduras y todas las herramientas y pinceles del estudio. 

Al otro lado de la hoguera e iluminada tenebrosamente por el fuego, su esposa estaba en piecon la barbilla levantada y erguida como una imagen de "Lo que el viento se llevó", con una tea aún en la mano y llorando silenciosamente con el rostro cubierto de hollín, mientras las negras figuras del obispo y el párroco de Santa Clara la escoltaban algunos metros a su espalda.

Cuando todo se redujo a cenizas, el obispo acompañó al matrimonio hasta despacho del entresuelo y durante mas de tres horas se encerró con ellos a solas mientras el párroco hizo lo propio con Inocencia en la portería…

No..., no hubo escandalo en la calle de Las Camelias, todo se llevó con discrección, pero cuando pasado un tiempo Don Marcos  entraba del brazo de su orgullosa esposa en el edificio 
mirando al suelo, oyó la voz de Inocencia que también mirando al suelo le decía: 

-Don Marcos, ya le he subido el correo.

Y don Marcos, mientras su esposa miraba arrogantemente al frente con la barbilla levantada, apenas con un hilo y de voz respondía:

-Muchas Gracias Inocencia, muy amable de su parte

Mientras enfilaban hacia el lujoso ascensor, Don Marcos recordaba las palabras del Obispo acerca del perdón y de recuperar sin escándalo las ovejas descarriadas.

Si amigos…, Daliasso había muerto, pero al igual que a Inocencia, nadie les podría ya quitar el haber conocido por una vez en su vida lo que significa una auténtica pasión.