miércoles, 3 de octubre de 2018

EL BANQUETE


Abrió los ojos una hora antes de que sonara el despertador y casi a la par notó un fuerte codazo en los riñones acompañado de un susurrado ! Alfooooonso...! ! Vaaaamos...! ! ! Levaaaanta…! con el que su esposa Carmina, de espaldas, sin moverse y con los ojos cerrados, le impelía "cariñosamente" a salir del lecho abandonando el caliente embozo y lanzarse a la negra y fría madrugada invernal. 


A Don Alfonso Delgado, el juez del distrito, no le hubiera hecho falta tan cruel aviso en un día como ese. Consciente de su responsabilidad y su importante papel cómo cabeza de familia, había dormido inquieto dando vueltas con un sueño ligero y nervioso. Tanto Carmina como sus tres hijas, sus dos yernos como maridos de las mayores, el noviete de la pequeña y el resto de su familia incluidas su madre viuda y octogenaria, el tío mariano, sus dos sobrinos, sus dos nietos y así hasta veintidós almas, esperaban todo el año ansiosamente ese sagrado evento. 

Hoy era el día de de la Patrona de la ciudad, la fiesta mayor y tras las misas las procesiones de la mañana y los toros y bailes por la tarde, la comida tradicional más importante del año: El famoso asado de cordero lechal con tomillo y manzanas acidas.

Sin embargo, para la familia Delgado el banquete no sería la tradicional comida porque ellos eran diferentes.

Como una ceremonia particular cuasireligiosa, semisecreta o masónica, para ellos sería una celebración única y especial, un menú insólito, algo que ellos adoraban como lo mejor y que comerlo juntos los mantenía orgullosos y unidos como una piña y que luego nadie… y digo ! Nadie! en aquella familia, osaría probar y ni siquiera se atrevería a nombrar hasta el evento del año siguiente.

Hasta que le fallara la salud y pudiera designar un sucesor de confianza, Don Alfonso y solo él como cabeza de familia con la ayuda de su esposa Carmina, era el encargado de organizarlo todo y que estuviera en la mesa exactamente a las dos en punto a punto con el ambiente y la música adecuada.

Como siempre que llegaba ese día, junto al deseo que le hacía la boca agua y la ilusión de tenerlos reunidos a todos, sintió un cosquilleo y una leve sensación de inseguridad que los treinta años anteriores en los que todo había salido bien, no habían podido mitigar.

!No podía llegar tarde !, !No podía permitir que otros se llevaran antes los mejores o lo que es peor!, ! Que los dejaran sin él…!. Nunca había ocurrido y aunque lo tenía encargado y pagado con un mes de antelación, siempre tenía el temor de que hubiera algún error...

Intranquilo por éste pensamiento se vistió rápidamente y salió de casa. El incipiente amanecer aún mantenía desiertas y oscuras las calles de la ciudad turbadoramente silenciosas tras la noche festiva de la víspera.

Con la boina calada hasta los ojos tapándole su respetuosa calva hipocrática, las orejas heladas y el vaho del aliento saliendo como un Geiser a través de su canoso bigotón de morsa para empañar el parabrisas, Don Alfonso tras esperar con impaciencia a que funcionara la calefacción del coche para poder ver algo, enfiló cuidadosamente por la sinuosa y helada carretera y subió por las montañas hasta aquel perdido pueblo donde ceremoniosamente se hacían los mejores ejemplares con una tradición casi centenaria y una materia prima única.

Para Don Alfonso, ése día no importaba la distancia…,no importaba la hora…,no importaba el precio…, solo importaba la tradición y el deseo.

Para que se fuera atemperando, la noche anterior ya había sacado su mejor vino de su bodega, un Ribera del Duero tinto gran reserva aterciopelado y suave, con notas de avellana y frutos secos, que una hora antes descorchó y decantó para su oxigenación y que maridaba a la perfección con el divino manjar.

También había preparado no sin cierto rito y ceremónia, un antiguo y costoso cuchillo japonés tan bello y afilado como la Katana de un Samurái que tenía exclusivamente reservado para el evento anual.

Minutos antes de la hora de comer Carmina que había engalanado el comedor, repasó cuidadosamente el protocolo…, la cristalería de Bohemia…, la vajilla buena de la cartuja de Sevilla… y la cubertería de plata repujada de la bisabuela…, encendió todas las luces…, avivó la chimenea…, y al final, colocó cuidadosamente "La preciosidad" sobre la mesa ocultándola hasta el momento preciso bajo un paño de seda granate sobre una antigua tabla de madera veteada de olivo.

!Si!. ! Estaba todo en orden!. A las dos en punto Don Alfonso con aires de ujier del congreso de diputados, abrió desde adentro las dos hojas acristaladas de la puerta del comedor para que la familia que se agolpaba en el pasillo, entrara a su indicación.

Cuando todos entraron, la música barroca cesó y fueron rodeando la mesa en un silencio expectante y teatral hasta quedarse de pie delante de sus asientos.

!! Ohooooooooo!! exclamaron todos al unísono cuando Don Alfonso como una especie de rey mago, mirando el brillo de ilusión en los ojos de todos, retiró el paño granate de golpe:

!! Allí estaba !! esperándoles como todos los años, el enorme pan. Una Hogaza de 3 kilos horneada con leña de encina..., morena…,oronda… con su crujiente y tostada costra por fuera y blanca esponjosa y tierna en su interior adornándose con tres rubias estrías reventonas y que éste año les pareció mas bella que nunca.

María, la hija pequeña, amenazando con contagiar a todos lloraba de emoción …..

!Si !, !Parecía mentira !, pero para aquella familia apellidada Delgado paradójicamente cuya  colectiva imagende obesos crónicos podría desbordar los margenes de un mural de Botero y que debía permanecer perpetuamente castigada  por el más despiadado y poco efectivo de los regímenes de adelgazamiento y torturada desde tiempo inmemorial por las dietas del más cabrón de los nutricionistas, el pan y solo el pan... ! El divino pan!, era el alimento prohibido adorado y deseado...,su mayor ilusión..., la manzana de Eva… y cada año, en este día y solo en este glorioso día…, ese divino pan parecía llegarles del cielo, como el maná que enviaba Dios en el desierto…!.

Los Delgado sabían bien que no hacía falta una misa para consagrar el pan...!! Un pan siempre trae dentro a Dios !!.