jueves, 25 de abril de 2019

SELENE MOON

Con su extravagante aspecto y su mortal palidez, todo el mundo habría dicho que era una actriz o cantante de moda tirando a gótica, pero no, Selene solo usaba ese apelativo porque si a la blancura infinita de su piel, le sumabas su innato amor por las ropas negras, los maquillajes y sombras de colores fríos o helados y como el azul o el amarillo lima y su inveterada afición por los violetas y cárdenos en sus labios, se podría comprender que no le gustara llamarse por su verdadero nombre: Luna, porque con su excéntrica aura, Luna era demasiado fácil  por sus no siempre bien intencionadas amigas de transformar, en "lunática". 


Pero Selene…o mejor llamémosla ya Luna, era una muchacha menuda serena y tranquila cuya pasión interior y secreta, era un inmenso deseo de fertilidad y anhelo de amor, que contrastaba con lo gélido su imagen. 

Luna jamás había podido satisfacer sus íntimos deseos ya que siempre, había estado sujeta y vigilada por su madre, Doña Terresa, que aunque, siempre vestida con preciosos tonos azules y era la mas guapa de su barrio, solía andar con un humor cambiante y tan pronto se llenaba de suaves nubes y vapores neblinosos, como llena de ira, estallaba a temblar y escupir volcánico fuego.

Luna siempre modesta y humilde y sin poder hablar con nadie que la pudiera entender, se había ya conformado a su estéril destino con una melancolía infinita y silenciosa. Ni siquiera podía desahogarse con su lejano y brillante padre, Lorenzo Helios, para compartir con él lo loca que estaba su madre o comentarle que Mariavenus le había echado los tejos pero que ella, no le hizo caso y mas que porque ella no se sentía lesbiana, fue por lo infecúnda e improductiva que hubiera resultado aquella unión.

Así que, Selene Moon debía guardarse deseos y temores para sí misma como... lo mucho que le gustaba el purpureo de Rogelio Martin, pero lo molestos que eran sus pequeños amigotes Pepe Deimos y Juan Phobos que siempre le andaban rondando, armando camorra y mareando a su alrededor o... el tremendo horror que le daban Luis Júpiter y Don Saturnino que con su gigantesco tamaño la podrían desintegrar si un día les diera por poseerla.

Pero aún así, Luna o Selene, como prefiráis, no podía evitar un punto de decepción cuando una y otra vez después de estar en la fase de su ciclo en la que su cuerpo brillaba grande, blanco, redondo y hermoso llamando descaradamente a que lo fertilizaran, pasaba su momento sin que ni siquiera un revoltoso meteorito le hiciera brutalmente el amor partiéndola en cuatro filiales pedazos y entonces Luna, abatida de tristeza y desesperanza, iba perdiendo su luz hasta que días después, prefería encerrarse a oscuras en su cuarto para que nadie la viera llorar por aquel desperdicio.

La suerte para Luna y por la que todos los días da gracias a la generosidad del Universo, que aprieta pero no ahoga, es que un día resultó que a Doña Terresa, su madre, sin saber como ni porqué o si algo raro le había picado algo, comenzó a salirle poco a poco un extraño sarpullido llamado vida apareciendo manchas verdes sobre ella.

Si, con la vida, Luna comenzó a sonreír, dejó de mirarse el ombligo, se olvidó de todos sus astros vecinos de edificio y se dedicó desde entonces a enviar sus pálidos influjos fertilizadores hacia su madre para que las plantas crecieran vigorosas, los bosques taparan el roquedo, las aguas con sus mareas hicieran que los peces saltaran y brillaran y los animales, se aparearan, pero sobre todo…, y lo que más feliz hacía a Luna…,era sembrar con su redonda luz el amor en los humanos corazones de las tiernas que en las noches claras enamoradas, se besaban abrazados admirándola.

fin

jueves, 18 de abril de 2019

EL PENITENTE V 2019

Cuando Nazario en medio de la procesión del Viernes santo cayó derrumbado por el peso de la pesada cruz intentando subirla descalzo por el antiguo adoquinado del empinado callejón hasta la explanada de la iglesia para plantarla en lo alto del pueblo como había hecho los cincuenta últimos años, apenas había música y la banda solo marcaba con golpes monótonos y lentos de tambor en sordina, el triste paso de la procesión del silencio.

Entre las gentes, apiñadas en balcones y portales apenas se levantó un corto murmullo que escapó por encima de los aleros de los tejados junto al humo de los cirios y las antorchas en la noche clara de luna llena

No, no lo auxiliaron de inmediato,

La procesión se detuvo a esperar, lo propio era que el portador de la cruz, se rehiciera y se levantara sin ayuda para reanudar su penitencia y los tenebrosos capirotes cuyos sombríos conos parecían llenar el fondo del callejón de cipreses negros, permanecieron quietos y pacientes en sus lugares con sus hachones encendidos apoyados en el suelo mientras se balanceaban al ritmo del atabal.

Solo, cuando pasados unos minutos, vieron que bajo los oscuros maderos de la cruz que aplastaban los colores de la Hermandad de la Santa Angustia no reaccionaba el bulto de terciopelo cárdeno y magenta en el que yacía inmóvil Nazario con los pies llenos de sangre, se acercaron para ayudarlo a levantarse.

El auxilio llegó tarde y cuando iluminados por los faroles del paso del Cristo de la Agonía le retiraron el pesado capuchón para intentar reanimarlo y vieron el rostro arrugado de aquél hombre anciano con los ojos en blanco, supieron que ya estaba muerto. La pura verdad es que Nazario, no murió por el corazón partido por el esfuerzo en el aquel empinado calvario. Nazario llevaba muerto desde antes de coger aquella cruz por primera vez.

Aquel cuerpo penitente cuya fuerza solo animaba la infinita culpa, era un ente vacío, una especie de difunto andante y callado cuya alma sin destino, en espera de un perdón que Dios parecía negarle, llevaba presa en una tumba blanca y sin nombre desde la fecha que en ella estaba inscrita.

Las gentes se arremolinaron alrededor con la curiosidad morbosa de saber por fin quién era Nazario, aquel misterioso y dolorido penitente del que nadie sabía nada mas que el nombre y que y montado en una minúscula burrita, todos años llegaba al pueblo, encapuchado cada viernes santo desde hacía cincuenta años cuando aquel pueblo era poco mas una aldea, visitaba en el cementerio local, rezaba frente una modesta tumba en cuya lápida constaba solo una fecha y después, dejaba sobre el mármol dos rosas blancas y procesionaba portando la cruz más pesada hasta plantarla en más alto del lugar para desaparecer después hasta en año siguiente.

Nadie reconoció aquel rostro muerto y pálido en el que se había quedado helada una extraña sonrisa de agradecimiento.

Muchos, sobre todo los más mayores, habían visto la evolución de aquel cuerpo vigoroso que se adivinaba joven bajo los ropones y que con el paso inexorable de los años se había convertido, en una indispensable y señera figura anciana y doliente cuya secreta historia, a falta de mas verdad, circulaba mas fantasiosa e inventada cada año que pasaba enredada en mil bulos murmurados como sentidas oraciones a su encorvado y sufriente paso por vecinos y visitantes, propia de aquella semana santa famosa ya en toda la región.

¿Tan grande tuvo que ser su castigo…? pensaba Nazario.

¿Porqué, quiso Dios quitárselo todo después de haber sido tan generoso con él cuando aún se sentía vivo en aquel pueblo encalado entre picos montañosos donde se criaban los mejores toros de lidia.

¿ Porqué Dios le dio junto al talento de conocer los toros con solo mirarlos esa lucidez innata y esa serena valentía para torearlos y extraer de ellos hasta el último soplo de bravura de modo que tras la espada, ambos, toro y torero, quedaran unidos por la gloria?

¿ Porque quiso Dios que Dolores, aquella muchacha de ojos rasgados, negros y brillantes, que con la dulce genética de una princesa mora, solo tuviera esos ojos para él, apenas un joven capataz, a pesar de que la pretendían todos los hijos de los hacendados ?.

Pero sobre todo, Nazario se preguntaba

¿ Porqué le regaló aquel triunfo en la Plaza de la maestranza de Sevilla donde tras cortar las dos orejas y el rabo a aquel toro arquetípico con cabeza de Minotauro salió vitoreado por la puerta grande de la plaza para convertirse en figura indiscutible?.

Nazario siempre recordó como mientras lo sacaban a hombros de la Plaza, sentía el íntimo orgullo de poder ofrecer, cuando llegara a su pueblo, todo aquello a Dolores y al hijo que esperaban demostrando que no se había equivocado al elegirlo

Un solo día ¿sabéis?..Solo un solo día hizo falta para llevar a Nazario de la más alta gloria celestial al más profundo infierno de tormento.

Si fue un despiste de Dios, o un desafortunado revés del destino, pero Nazario lo vivió como un castigo a algún terrible pecado tal vez de soberbia o arrogancia que aunque él no recordaba debía haber cometido.

Yo, menos creyente que Nazario, lo que pasó lo denomino un regalo envenenado o una inmerecida e injusta "Putada de Dios" para con él que comenzó cuando tras horas de viaje en carro por los verdes valles, todo el pueblo, las autoridades incluido el Marqués de Cienfuentes estaban esperando para recibirlo y aclamarlo en una celebración sin igual como el héroe del pueblo y sin siquiera dejarlo ver a Dolores, se lo llevaron a hombros a la grandiosa fiesta de la plaza mayor engalanada, donde le esperaban discursos de alabanza y reconocimiento, música festiva, baile, comida y alegría andaluza.

Por unas horas, con la bebida a la que estaba poco acostumbrado y con la que, para no desairar, debía brindar con todos los capitostes y la euforia de lo conseguido, Nazario entró en un sublime y extraño éxtasis olvidándose por unas horas de todo incluso de su embarazada Dolores.

- !!Nazario despierta algo ha ido mal con Dolores !!, !! Llevamos horas buscándote!!, Dolores se ha puesto de parto, el niño va atravesado y hay que sacárselo por cesárea en el hospital de la ciudad. La comadrona no te ha podido esperar mas y desesperada se ha bajado con el carro y con Dolores hasta el llano.

Nazario había acabado tan borracho que no pudo llegar a su casa. Había errado el camino con la oscuridad y al final acabó por caer aun con el traje de luces, derrumbado en un pajar cercano cubriéndose del frío con la paja.

Alarmado y muerto de miedo Nazario se cambió de ropa y tomando su pequeña burrita, intentó alcanzar a las mujeres bajando imprudente y atolondradamente por el tortuoso atajo morisco mientras el corazón parecía que le iba a estallar.

No, no llegó a ver a Dolores con vida, al llegar al primer pueblo del llano al amanecer, vio su carro vacío parado frente al cementerio y a la comadrona llorando sin consuelo sentada en la puerta del camposanto.

El médico del pueblo que en ese momento salía de la pequeña capilla miró a Nazario a los ojos y con infinito abatimiento murmuró :

No hemos podido hacer nada, lo siento, no ha aguantado hasta la ciudad, su útero ha estallado de esfuerzo inútil desangrándola por dentro sin poder parir a la criatura. Si quiere despedirse, ahí dentro están…

No fue entonces cuando la culpa mató a Nazario, ni tampoco cuando algunos minutos después en la soledad de la capilla, Nazario quitó la sabana que cubría el cadáver y un extraño rayo de sol matinal lo iluminó dándole a su serena y pálida belleza un traslucido brillo de alabastro, tampoco fue cuando se inclinó a besar los finos y helados labios de Dolores. Nazario murió por dentro, cuando alzó la vista y al mirar aquel sereno cuerpo vio entre sus blancos muslos como de su bello y ensortijado sexo, salía un tierno y pequeño bracito amoratado.

No , Nazario jamás supo si era niño o niña, tampoco le importó, los enterró juntos bajo aquella losa mientras en las calles del pueblo sonaba lejanamente la música sacra de la semana santa y volvió a sus verdes valles donde jamás volvió a sonreír, torear, ni a conocer otra mujer, ni a tener mas amigos que la culpa y el arrepentimiento.

A veces me pregunto si se habrá reunido su alma con la de los suyos... ¿Le habrá perdonado Dios ?

La verdad es que no sé..., cada vez me fío menos de eso de los renglones torcidos en los que el creador escribe y pienso que el alma de Nazario cuando por fin fue llamada, debió subir algo acojonada y temblorosa hacia el infinito insegura de que allí no le esperara otra "Putada de Dios…"

Al fin y al cabo…" Gato escaldado del agua fría huye…."

fin

viernes, 12 de abril de 2019

DOS PÁJAROS

Petra, la inspectora de la policía nacional de la comisaría del distrito 3 del área metropolitana, estaba peligrosamente cerca del borde arriesgándose a caer. 

No creáis que estaba inmersa en un peligroso operativo cerca de un precipicio o un acantilado persiguiendo malhechores, no, Petra, en esos momentos estaba sentada en una terraza tomando el sol con un Martini rojo en la mano riendo encantada con los ojos brillantes y cara de felicidad, con los graciosos comentarios con los que Borja, un nuevo y apuesto subinspector del distrito, estaba intentando engatusarla. 

No, no era un "borde físico" por el que Petra podía resbalar, Borja era un "borde" en el sentido peyorativo y humano de la palabra y no porque su trato con ella fuera esquinado grosero o antipático, no, eso lo dejaba para los delincuentes y compañeros en general, porque con las mujeres, como buen depredador sexual, el embaucador cuasiprofesional de Borja, era un buen actor que se mostraba encantador, simpático y seductor hasta sacarles lo que pudiera y llevárselas a la cama.

En cuanto al sexo opuesto, las mujeres, Borja era de esos hombres que disfrutaban mas de la emoción de la caza que de la pieza cobrada y que una vez obtenida, perdía para él todo su interés. 

Para él, el sexo, no era más que la prueba que necesitaba de la conquista y la conquista, era un trofeo más para alimentar y engordar su insaciable ego de hijo de puta que era su verdadero objetivo y tras conseguirlo, no dudaba en romper el corazón fríamente de sus ya usadas víctimas y desprenderse de ellas con la mayor facilidad como se tira un envase después de haberse comido su interior, mientras que con su mirada buscaba ya su próxima presa. 

Cuando en la comisaría los mandos policiales designaron a Petra como su compañera, fue como meter la gallina en la jaula del zorro. Aquella mujer algo mayor que él, que con un hijo adolescente a su cargo estaba en sazón debido a un doloroso y reciente divorcio, vivía un momento de vulnerable soledad y culpa y su tristeza y su derr
umbada autoestima, la estaban cegando para valorar la realidad de su madura belleza, su categoría profesional, sus brillantes éxitos y su magnífica preparación en criminología y para Borja, llevaba escrita la palabra indefensa en los renglones de su ceño fruncido.


La avidez de Borja por lo propiciatorio de la víctima, demostró que además de conquistador y Casanova, era un absoluto gilipolla tan pagado de si mismo y tan confiado en sus habilidades, que hizo oídos sordos al refrán que de hombres sabios y experimentados había oído mil veces: "Muchacho, donde saques la olla, no metas la polla", porque además ocasionar repercusiones profesionales negativas, supone luego una encerrona para librarse luego de la ofendida.

No obstante, a pesar de lo favorable de la situación, a Borja le costó bastante mas tiempo de lo previsto llevarse al catre a una Petra ilusionada de nuevo y completamente enamorada ya que la desconfianza de la mujer en entrar en otra relación con el corazón aún cicatrizando de la anterior, era un escollo difícil de salvar. 

Al final, las muchas horas que debían pasar juntos en los turnos y vigilancias que facilitaban largas conversaciones donde Borja, que hábilmente alternaba deliciosos ratos de buen humor y complicidad con otros en los que se mostraba tierno, incomprendido y necesitado de cariño, lograron abrir el corazón y el cuerpo de aquella mujer. 

Esta vez, la conquista le había costado tanto que Borja, tardó un poco más en desinteresarse de Petra, tiempo este que empleó para explorar sin éxito entre las relaciones de la mujer, posibles contactos y amistades que, con su ayuda, le pudieran hacer  ascender en sus ambiciones. Luego, cuando no vio posibilidades en éste sentido, se deshizo de ella fría y cruelmente, porque entre las muchas cualidades negativas de Borja, la peor, era un larvado sadismo y crueldad machista con el que se vengaba de las mujeres inteligentes y valiosas a las que culpaba de sus fracasos y su vulgaridad por haberle superado socialmente y era por esto que, como psicópata ambicioso, para saciar así su escondido complejo de inferioridad, gustaba de humillarlas y fueran médicos, arquitectas, jueces o altas ejecutivas y se deleitaba al verlas rebajadas ante su mediocre figura henchida como un pavo, reclamando suplicantes su amor y atención, para después ningunearlas y pisotearlas cuando más debilitadas estaban. 

Cuando todo acabó entre ellos, Petra ya estaba desengañada de aquel farsante y aunque sin deseo consciente de venganza, no podía evitar el rencoroso recuerdo de la humillante rotura cuando se le cayó la venda de los ojos, sobre todo, porque "no podía pasar página" y no podía huir de aquel cerdo mientras siguiera con ella de compañero de investigación en el descorazonador caso de aquellos misteriosos secuestros infantiles en serie.

La ciudad, en los últimos años vivía angustiada por éstas enigmáticas desapariciones infantiles, la última de ellas hacía apenas tres semanas, cuya ausencia de pistas, huellas, hallazgos de ropas o de cuerpos, hacían parecer imbéciles e inútiles a los cuerpos policiales quienes a pesar del tiempo transcurrido, no habían detenido a ningún sospechoso y mantenían dolorosamente abiertas aun todas las hipótesis incluyendo la del rapto y venta de los niños como esclavos sexuales a algún país exótico.

La primera pista de aquel maldito caso apareció como un fogonazo en la avispada mente de Petra. Fue un viernes, precisamente el mismo día de la semana en la que habían sido raptados todos los niños, cuando notó el bullicio en la puerta de la mezquita para los emigrantes musulmanes que había junto al supermercado donde ella compraba.

No fue mas que una corazonada, pero el viernes es el día sagrado de los musulmanes en el cual tienen fiesta y tal vez por eso los raptores solo disponían del viernes para hacer sus fechorías.

Casi a la vez, relacionó el color verde  de la pequeña cúpula aquel templo característico del islam con el verde de cierta furgoneta que alguien había visto cerca del lugar del rapto y aunque las pistas eran de lo más inconsistentes, a falta de otras y sin decírselo a su compañero para evitar burlas en caso de fracaso, concentró sus esfuerzos en sus ratos libres en la zona de inmigración musulmana de la ciudad. 

Durante semanas, Petra vestida modestamente y cabeza cubierta con un pañuelo oscuro para no llamar la atención se dedicó sin resultado alguno a patear el barrio musulmán acompañada de su hijo adolescente para evitar llamar la atención que por aquellos lugares hubiera despertado una mujer sola.

 Cuando desalentada y admitiendo que aquella idea había sido un desatino  había renunciado ya a seguir por aquel camino y regresaban a casa, una destartalada y sucia furgoneta verde islam que estaba estacionada frente a un establecimiento de comida indo-paquistaní le devolvió el ánimo.

No le hizo falta al olfato policial de Petra mas que entrar en el establecimiento y ver aquel desagradable y sucio sujeto cuchillo en mano rascando lascas finas del dorado cilindro giratorio de carne y fijarse en el resplandor del horno tandurii al fondo, para comprender, ahogando el llanto, que aquellos niños no habían sido solamente secuestrados.

Para una mirada astuta, allí estaba todo y en su entrenada mente de criminóloga, también todo cuadró como un puzzle : La furgoneta para el rapto, el horno tandurii para hacer desparecer los huesos y las ropas y…-una arcada casi la hizo vomitar-…el cilindro de Kebap, para hacer desparecer la carne tierna en  estómagos de los agradecidos clientes.

A Petra, no le cupo duda ya de que cuando bajaran al sótano, iban a encontrar un cuartucho infecto con cadenas donde aquel hijo de puta sádico y pederasta debía violar y atormentar a aquellas criaturas durante días hasta que murieran desangradas.

La prueba definitiva la determinó el análisis de la carne de un Doner-Kebap que su hijo había pedido y que sirvió para que el laboratorio de la policía científica, por amistad y de modo no oficial, detectara en la carne ADN humano.

Cuando Petra no tuvo mas remedio que relatar su descubrimiento a Borja su compañero para que la cubriera en la peligrosa detención, Borja siguiendo su hijoputesco patrón, aprovechó que el agotamiento de Petra la obligaba a dormir antes del difícil operativo, para intentar detener él solo a aquél monstruo, llevarse así toda la gloria y de paso el anhelado ascenso.

A la mañana siguiente y en el mismo momento en el que Petra ya en la comisaría, se enteró de la extraña y repentina desaparición del subinspector Borja al que nadie conseguía encontrar, ella supo con seguridad dónde podía encontrarlo,
lo conocía demasiado...

Petra entró en el establecimiento indo-pakistaní, le pidió al monstruo un kebap con verduras y mucho picante como a ella le gustaba, se sentó en una mesita del fondo y con cierta curiosidad de saber cómo sabía aquel hijo de puta de Borja, empezó a comer con rabia vengativa sorprendiéndose de lo sabroso que estaba.

Luego, tranquilamente, se limpió la boca con una servilleta, pidió un café y satisfecha y llamó a la comisaría para que tres patrullas vinieran a detener a aquel cabrón.

Cuando sacaban esposado y protestando al malcarado moro, Petra con una sonrisa cínica, no pudo evitar un pensamiento : Éste, cabrón no volverá a matar niños y el otro hijo de puta, no volverá a joder a las mujeres...si, perfecto…

 !! "Dos pájaros de un tiro"!!.

FIN


Nota: nadie interprete este acuatexto como ataque a ninguna religión a las que respeto. Hijos de puta y enfermos mentales hay en todas ellas sean católicos, musulmanes, hindúes, o taoistas, y por supuesto entre ateos y católicos. Simplemente la cocina del kebap venía a cuento.

viernes, 5 de abril de 2019

LA VENUS DEL BAÑO

¿Qué hacía un pintor solitario y algo gruñón allí ?. Yo te lo diré : encontrar sin pretenderlo lo que jamás debió ver y clavar para siempre en su, algo inmadura, mente la misteriosa imagen del íntimo baño de aquella mujer desnuda que desde entonces y hasta su muerte, le trajo a la vez la desgracia y el gozo :

La búsqueda de calroscuros me había llevado aquella mañana , que a veces siento como maldita y a veces como dichosa , al bosque que abraza el rumoroso arroyo que ahora en primavera , baja del deshielo claro como el cristal.

Pero lo que de verdad me llevó a verla en aquel escondido remanso junto al huertecillo oculto tras las viejas tapias del convento donde el agua se sosiega antes de entrar en pequeño molino, os confesare que fue la gula que el graznido de una oca al otro lado un enorme y tupido seto de tejo, me hizo tirar los aparejos de pintura a un lado y lanzarme por aquel orificio vegetal para, arañándome con todo tipo de cosas espinosas, reptar "cuerpo a tierra" a la búsqueda de aquel dichoso animal para satisfacer mi insana afición a los huevos de aquella palmípeda con la intención de robarle alguno.

No, el graznido venía del huertecillo y junto al rio no había ni ocas ni huevos ni graznidos, es más salvo el ligero rumor del río y las hojas de los álamos, todo era tranquilidad y sosiego. Fue cuando, aun con la desilusión en la mirada, mis ojos aun escondidos por las últimas ramas la vieron inesperadamente al otro lado de la orilla recogida bajo la sombra de un rincón bajo el muro musgoso.

La mujer estaba sentada con el cabello recogido y húmedo, y con la relajada dejadez de quien no teme ser observado mostraba aquél cuerpo mórbido, pálido y salpicado de acuoso rocío sobre la extravagante transparencia de las pieles a las que jamás visita el sol y exhibía la naturaleza la rotundez de sus marcadas y ya algo maduras formas, la ondulación de sus pliegues y de sus pechos que al contrario que su rostro juvenil, la alejaban de una plenitud no demasiado lejana.

Si, me recordó a algo antiguo y bello. A mi mente acudieron todos los cuadros de ninfas y doncellas bañándose en lagos y piletas con los que los pintores, sobre todo los maestros impresionistas, disimulaban los desnudos de mujeres con imágenes, para los hombres morbosas, de la misteriosa higiene intima de las hembras en el baño, para venderlos a los rijosos aristócratas y burgueses quienes, con la excusa de la belleza del arte, podían excitarse hipócritamente sin perder su estirada dignidad.

Pero cómo si de una película uno solo pudiera recordar un solo fotograma, la imagen que se enquistó en mi mente se formó cuando en un delicado escorzo, la mujer flexionó su rodilla achicando así la visión oscura de su poblado sexo, marcando los delicados pliegues de su vientre y se giró dejando caer suavemente sus pechos e inclinando su cabeza atrás para mirarse el talón, ofreciéndome así, un asombroso perfil de diosa griega.

En éso estaba yo, abstraído a lo pintor, mirando extasiado las formas, las líneas, los colores y las delicadas sombras, cuando aquel día me demostró que las sorpresas no se habían acabado, porque de repente, en aquél celeste lugar, me visitó el demonio con sus peores influencias...

Fue exactamente cuando al mirar a su lado, vi aquellas ropas, que arrugadas y todo, no podían ocultar que se trataban de un hábito talar de color vinoso y un par de feas 
y relavadas prendas íntimas de un algodón blanco grisáceo... 

!!Aquello que estaba contemplando era el cuerpo desnudo de una monja de clausura!!,!! Tal vez una novicia que se bañaba a espaldas del resto de la orden y tal vez también, a falta de espejos en el convento, admiraba pecaminosamente su virgen e inmaculado cuerpo reflejado en el agua!!.

Os juro que ni en lo más profundo de mi ser había pensado jamás que bajo los hábitos, una religiosa tuviera formas de mujer y menos tan voluptuosas, pero aquel morbo movió en mi cuerpo una extraña y súbita excitación que desbordó mi fantasía llevándome involuntariamente a imaginar mi duro y velloso cuerpo navegando sobre sus mullidas curvas que me acogían con la infinidad de su pálida blandura y entre el aroma a incienso y a clausura, también imaginé su dulce aliento a flores de capilla y su boca semiabierta intentando sofocar los gemidos mientras se debatía entre el placer y la culpa y sus rizos negros y liberados que se esparcían salvajemente a nuestro alrededor....

!Basta! me dije cortando aquellas malignas ensoñaciones y retirándome penosamente por el estrecho túnel herbáceo tan avergonzado de mi mismo, que con la precipitación, me vine a lastimar aquella parte dura y desobediente de mi cuerpo que no estaba así cuando entré.

No, no soy pacato ni un religioso meapilas, pero en mi dignidad, el respeto a los demás y mas aun a aquellas personas que dedican su vida al prójimo es tan fuerte, que en cuanto me puse en pié borré con disgusto de mi mente para siempre los obscenos pensamientos que me trajo Lucifer, pero... la imagen de inmensa belleza que se me grabó de ella jamás la pude borrar.

Aquella imagen de la que siempre he estado enamorado y que cegó de tal manera el lugar donde se siente y se ama, que nunca encontré mujer alguna que pudiera borrarla y como si ella tuviera celos, me imposibilitó a pintar a ninguna otra que no fuera ella y he tenido que renunciar a la riqueza y a la gloria para sobrevivir solamente de retratos y paisajes.

Pero no os entristezcáis, entre lo amargo y lo dulce siempre me consuelo con mi baúl y cuando me vengo un poco abajo, lo abro con devoción y repaso con deleite los cientos de lienzos que en mi vida he pintado de aquella imagen que nadie ha visto ni verá jamás porque, bien cerrado, y para que anónimamente nos vayamos juntos, el notario ordenará su incineración junto con mi cuerpo.

Fin