viernes, 27 de abril de 2018

LA MUCHCHA DEL LAGO ATITLÁN

¿Criterio propio…?, ¿Peculiaridades…?, ! No no…!, !Quita!, !Quita…!... ! No jodas…!, !Ufff que confuso…!!

Gabino era un hombre sencillo y sin complicaciones, digamos en la media de todo, sin brillos, pero también sin sombras y sin ni siquiera planteárselo, admitía como normal para si mismo, sin filtro mental alguno, los gustos generales para su sexo y edad. 

Sin embargo, respecto al trabajo, reconoce a veces a posteriori que erró en la elección de a qué dedicarse, cuando sin pensarlo y sin informarse demasiado como él solía hacer habitualmente  con su arraigada pereza hacia las complicaciones que siempre le había llevado por los caminos mas llanos y fáciles,  en esta ocasión, le llevó hacía la informática con la ingenua y sencilla intención, de dedicarse a la creación de videojuegos intrascendentes de los que él mismo, jugando solo frente al monitor hasta las tantas de la madrugada, también andaba enganchado como todos sus amigos.  

Pero Gabino, se encontró con que éste complejo trabajo no era lo fácil que él había supuesto y exigía una atención continua para poder controlar aquellos dichosos y juguetones "Bytes" que en formas de cero o uno, 
incesantemente viajaban en la computadora  por rutinas, bucles, salidas, entradas y disyuntivas seguidas de más disyuntivas, que a veces a llevaban a puntos ciegos cuya salida solo se podía encontrar con la máxima concentración. 

Para su desgracia, Gabino tenía en su cerebro una dotación neuronal tan normal y simple como todo él y para desempeñar correctamente sus tareas, necesitó concentrar en ellas una parte mayor de sus células cerebrales que otra persona mejor dotada para ello y esto lo logró, tomando prestadas y reclutando neuronas de otras funciones encefálicas básicas como la atención a su entorno, la orientación y el control de su vida cotidiana, lo cual le llevó a indefectiblemente a convertirse en un ser profundamente despistado que siempre parecía estar en la inopia o como decimos en España, "Emparrado", es decir, arriba de una parra y alejado de la realidad del la tierra.

Cuando Gabino abrió los ojos algo resacoso, y salió del hotelucho, apenas recordaba con su despiste, cómo en medió de aquella tormenta tropical había llegado a Guatemala, país que no solo no hubiera podido señalar en un mapa, sino del que ignoraba casi todo, porque en su despiste se había olvidado de informarse y como siempre también , había prestado muy poca atención a la espabilada empleada de la agencia de viajes, la cual, dándose cuenta de que Gabino andaba "emparrado", le colocó por estupendo, un viaje en la temporada turística baja a un país de Centroamérica sin playa caribeña alguna, al obsceno precio de temporada vacacional alta.

En su dolorida cabeza, también bailaban vagamente los neblinosos recuerdos de un viaje nocturno hacia unas montañas imposibles con un guía bigotudo que conducía como un orate por una siniestra carretera llena de curvas y precipicios, que precisó media botella de Ron para poderlo soportar.

Gabino, se sorprendió al sentir el frío de las altas montañas de la sierra madre donde los volcanes crecían por castigo, y se sentó en una pequeña terraza de un chringuito para que un café bien cargado, le aclarara un poco su pasado reciente.


De un artefacto lleno de colorines luces y música "a todo trapo" que resultó ser una "Guaga", bajó una legión de pequeñas y rechonchas indias cobrizas de todas las edades vestidas con faldones, blusones, oscuros sombreros de hongo y tocados de todos los colores y estampados, que caminaban alegres riendo y parloteando llevando enormes fardos a la espalda.

Gabino recordó entonces que el motivo del viaje era vaciar su cerebro de "bytes" en algún lugar remoto, como le había aconsejado la psicóloga a la que consultó, harto ya de las consecuencias de sus despistes que le habían llevado a pagar varios recibos con recargo, a que le cortaran dos veces el agua y la línea de internet y a que le hubieran embargado varias veces la cuenta bancaria por varias multas de tráfico impagadas y una declaración de renta olvidada. Pero luego, en un arranque de sinceridad, se confesó íntimamente avergonzado de sí mismo, de que el motivo desencadenante que lo que había decidido por fin a buscar ayuda profesional, fuera el ultimátum de una compañera de oficina, que creía amiga, acerca de la falta de higiene que suponía llevar la misma ropa diez días y despedir un insoportable olor "chotuno" que tenía a toda la oficina haciendo arcadas.

Fue en el destartalado y entoldado barco de trasporte que a través de aquel lago Atitlán de un azul increíble suspendido  en las alturas y rodeado de colosales y oscuros volcanes que lo engarzaban como una turquesa, llevaba y traía a los indios de Atitlán a San Pedro en la orilla opuesta donde se celebraba el bullicioso mercado indígena, cuando Gabino sintió por primera vez que, su mente algo mas vacía de basura informática, comenzaba y 
percibir lentamente  la belleza de su entorno. 

No, el sobrecogedor y maravilloso paisaje del lago mas bello del mundo no le dijo nada, pero si se fijó en una muchacha india de una finura especialmente delicada y unos ojos oscuros tan insondablemente profundos como el mismísimo lago, que para evitar su insistente mirada, se volvió de espaldas él y apoyada en la barandilla, se quedó quieta y ausente hipnotizada por las garzas aguas con una dulzura y una tristeza infinitas.

El caso fue, que en San Pedro, cuando Gabino ya la había olvidado, tropezó casualmente con ella cuando caminaba distraído en medió del entoldado y caótico mercado indígena lleno de mil cestos de frutas y flores y le derramó todo el contenido del bolso en aquel suelo pateado por decenas de pies morenos y polvorientos calzados con sandalias de cuero.

Cuando trabajosamente recogidos los objetos se levantó Gabino del suelo y se miraron a los ojos, ambos perecieron comprender que una extraña fuerza,-dígase destino, dígase amor a primera vista-, los había unido de algún modo.

Pasaron ambos el resto del día juntos riendo y haciéndose confidencias, mientras Gabino la ayudaba con el peso de las compras de provisiones que realizaba aquella bella muchacha Maya, que resultó ser la encargada de comprar provisiones para una cercana misión arqueológica de la Universidad Española .

Al final de la jornada, cuando ya caía la tarde, la muchacha que hablaba un español culto dulce y musical, para no tener que separarse de él, le propuso con ojos tiernos que la acompañara hasta el lugar arqueológico donde por la interrupción de los trabajos hasta la temporada seca, podía disponer de alojamiento en los barracones vacíos.

Entre la desinformación, el despiste y la mirada melosa de la muchacha 
a Gabino, ni se le pasó por la cabeza que los lugares mayas estaban alejados y medio sepultados en plena selva subtropical del Petén, al otro lado de una enorme cordillera y cargando sus cuatro trastos, Gabino sin informarse demasiado, se marchó tras ella en un desastroso Land Rover de luces mortecinas que bien podía estar en un museo de la segunda guerra mundial. 

Al despertar con el Sol en lo alto, Gabino tampoco se dio cuenta de que aquel remedio que le había dado la muchacha lo había tenido dos días inconsciente tapado con una manta indígena dando tumbos en la parte posterior del vehículo y también con su despiste, apenas reparó en que estaba sudando como un pollo en plena selva húmeda y tropical a los pies a una gigantesca pirámide en ruinas cubierta de vegetación, de la que solo era visible su cara frontal profusamente decorada de terroríficas cabezas de serpiente emplumada, con una inmensa escalera de mas de cien escalones que bajaba impresionante abriéndose desde la cima hasta el suelo y 
un templete en lo alto del pináculo

Gabino sin embargo, como hipnotizado, solo tenía ojos para aquel dulce rostro indio con boquita de muñeca que con una sonrisa insinuante lo llevó hasta el remanso cristalino de un arroyo selvático donde ella se desnudó y le invitó a hacer lo mismo.

Aquel hombre, como en un sueño, pasó con ella, el día mas feliz de su vida mientras se bañaban, comían frutas exóticas para él desconocidas y bebían entre risas aquella extraña leche indígena que amplificaba sus sentidos. Sin embargo, cuando al anochecer  Gabino, 
excitado, decidió tomar delicadamente el maravilloso cuerpo Maya, la muchacha lo detuvo con un delicado gesto y con una dulce complicidad le dijo: 

- Mañana Amor.., en la fiesta del solsticio que en honor a nuestros dioses festejará aquí mi pueblo y en lo alto de la pirámide te ofreceré mi virginidad entregándome a ti frente a toda mi gente.

En su crónica desorientación, 
 a la mañana siguiente Gabino  no podría decir si la felicidad y ausencia de fatiga que sentía al subir aquella escalinata con la muchacha de la mano, era fruto del amor o de aquella fuerte bebida que le ofrecieron al amanecer y que él tomó sin preocupación alguna. 

Con su habitual distracción, tampoco notó 
Gabino, que aquellos escalones, al igual que el templete superior, aparecían hoy radiantes y encalados y que a ambos lados de cada escalón, las figuras multicolores emplumadas y enjoyadas de dos soldados Mayas con sus tradicionales armas y escudos, los estaban escoltando en silencio hasta la cima. 

La muchacha cumplió su promesa, si…, se tendió junto a la desnudez de Gabino sobre la templada losa caliza con sus mejores galas, luego subió a horcajadas sobre su sexo y comenzó una especie de danza pélvica endemoniada sin detenerse hasta que, llegado el éxtasis final, se levantó en pié orgullosa y pudo verse un fino hilillo de sangre resbalando por sus piernas mientras dirigiendose a la multitud que se había congregado en la explanada dijo en Maya:

-!Hermanos! , Que mi sacrificio contribuya de este modo a que ése corazón de enemigo español y destructor de nuestro mundo que capturé en Atitlán , aplaque a nuestros dioses para que nos perdonen resucitando el gran poder de nuestra raza Maya de nuevo.

Solo cuando aquél hombre emplumado con el pecho oculto por collares de oro, un cuchillo de obsidiana en la mano y el rostro cubierto por una máscara de Jade verde, salió del templete, se situó junto a la losa de sacrificio donde Gabino estaba tendido y tras una sencilla y rápida e indolora maniobra en su pecho levantó gritando un corazón humano palpitante aún mientras la sangre pulsante chorreaba por sus brazos en alto y las gentes vitorearon enajenadas desde abajo, comprendió Gabino que aquel corazón era el suyo propio y la claridad se apoderó de su mente entendiéndolo todo en los pocos instantes en los que la sangre, aún estancada en su cerebro, perdía su oxigeno rápidamente.

Una décima de segundo antes de que su alma abandonara para siempre su cuerpo, Gabino le dijo:

- No estoy molesto, no, lo que me ha pasado es solo culpa mía y de nadie mas…pero…. !! Júrame antes de marchar que la próxima vez, te reencarnarás en alguien 
jodidamente menos despistado !!. 



Fin