viernes, 9 de abril de 2021

EL PARQUE Y LA ABSENTA

Acuatexto sobre una acuarela de mi amiga la pintora naif Marie Oreja


Si, estaba en otoño en Paris intentando hacerme pintor a rebufo del éxito de aquellos pintores geniales que habían roto con todo lo establecido a principios del siglo XX.

Me senté con ellos en un oscuro tugurio rodeado de humo, griterío y música de acordeón. Me sirvieron Absenta. Yo no la había probado nunca, luego la prohibieron por su extraordinaria graduación alcohólica y los efectos alucinógenos que a veces producía.

A pesar de lo fuerte que estaba aquella bebida, traté de imitarlos y bebí como un cosaco sin estar acostumbrado. A partir del cuarto vaso mis recuerdos se llenaron de lagunas, y yo rubio, nórdico y poca cosa, que siempre he visto con aprensión y temor las razas africanas, no sé cómo , me encontré bailando abrazado como un zulú con una mujerona africana de pelo rizado, sonrisa blanca y culo y pechos grandes y temblones. Su piel negra como el carbón contrastaba con un vestido rojo avolantado cuyos movimientos que me tenían hipnotizado.

De nuevo una laguna amnésica me impide continuar un relato coherente. Supongo que la mujer me acompañó al parque para que se me pasara la borrachera, pero cuando como de un sueño volví a recordar, estábamos junto a un estanque, mi brazo la abrazaba por el hombro, el viento helado había conseguido que todo estuviera desierto y todo el parque tenía formas y colores imposibles, todo lo verde era de un rosado extraño y antinatural y en los arboles cuyos troncos estaban deformados y negros las hojas parecían arder como un fuego fatuo o una aurora boreal enloquecida, las sillas vacías y deformes parecían tener vida propia y campar a su aire junto al estanque bailando una danza que solo ellas podían oír.

Fue entonces, apoyados en el borde del estanque, cuando sin notar el frio, una sensación intensamente cálida brotó mágicamente de nuestro abrazo. Cuando la miré, ella también me miró y sonrió abriendo aquellos labios gruesos y rollizos y yo, sin pensarlo, sumergí mi boca en la suya con un ansia tan sorprendente que jamás pensé que viviera dormida en mi interior.

Enloquecidamente y sin dejar de besarnos nuestros cuerpos se estrujaron como si cada uno quisiera penetrar en el otro y nuestras manos como hidras voluptuosas, comenzaron a tocar nuestros cuerpos de modo desvergonzado.

Jamás yo había sentido tanto placer a la vez que un deseo de posesión que hacía que un amor infinito hacia ella brotara de mi corazón como la lava ardiente de un volcán, y sintiendo en ella misma pasión salvaje que yo, fuimos torpemente caminando besándonos sin soltarnos hasta detrás de unos arbustos donde nos derrumbamos en un blando lecho de hierba y hojarasca otoñal donde al resplandor de aquella luz rosada rodamos el uno sobre el otro.

Pronto nuestras manos dejaron los manoseos para tomar la fuerza de garras que impacientemente buscaban una presa. Sus faldas y cancanes subieron haciendo fru-fru hasta su cintura, sus medias blancas se desgarraron, saltaron los botones de su corpiño liberando unos pechos cuyos pezones parecían enormes margaritas negras mientras ella, bajaba mis ropas hasta la rodillas y me atraía con fuerza hacia su sexo rizado y húmedo.

En aquel amasijo de ropajes y cuerpos del que salían jadeos y resuellos hicimos el amor durante horas hasta que tras un éxtasis sincrónico coincidiendo ya con las primeras luces, caímos agotados el uno junto al otro.

Mi único pensamiento entonces fue que si aquel maravilloso amor lo había propiciado la Absenta, no podía permitir que aquello terminara y pidiéndole que me esperara allí me fui de nuevo hasta el tugurio a comprar mas.

Cuando regresaba con una botella en cada mano, el frio viento arreciaba, la luz aunque mortecina devolvía sus colores al parque, y la mujer había desaparecido de nuestro lecho dejando solo un hueco desordenado de hojas aplastadas.

La busque, claro que la busqué, pero se había evaporado con la luz como una gota de rocío.

Tire las botellas al estanque y permanecí horas llorando sentado en su orilla.

Algún afamado pintor cuando le referí mi aventura me dijo que solo era un sueño frecuente en las borracheras de Absenta en los novatos, pero yo sé que no, no fue un sueño, los sueños no dejan lechos de hojas aplastadas, los sueños se van cuando la Absenta se evapora y el amor que yo sentí en mis entrañas ha anidado para siempre de tal manera que me ha impedido amar así a una mujer condenando mi vida a la soledad de mi recuerdo.



jueves, 14 de enero de 2021

EL ROSARIO DE LA AURORA

Acabar como el Rosario de la Aurora es lo que se dice en España cuando algo concluye en una tragedia, y es en recuerdo de la contienda a farolazos y palos que por motivos desconocidos, causó heridos y muertos cuando dos cofradías de parroquias  rivales que procesionaban ambas a la aurora rezando el rosario por las calles de Cádiz se enzarzaron entre si  tras lo cual, dicha procesión fue prohibida para siempre por las autoridades. 


Nuestra historia, fue allá por los años 30 del siglo pasado y comenzó en la mansión de Don Germán, un estirado y distante personaje que además de fortuna y patrimonio, profesaba  y  vivía obsesionado como toda su estirpe de una profunda y casi ascética religiosidad. 


Las únicas hijas de Don Germán eran unas mellizas (que no gemelas) hijas de aquella familia de alcurnia que no podían haber nacido mas diferentes ni en aspecto ni en carácter. 


 

Mientras Elisa bonita rubia como una muñeca, simpática y sociable era la joya del colegio religioso donde naturalmente estudiaban. Enriqueta, la morena, aunque no era fea ni desagradable, heredó de su padre todo el estiramiento, arrogancia, sequedad y antipatía, por lo que a diferencia de Elisa, siempre rodeada de amigas y risas, Enriqueta, no sé si por la inclinación propia de su carácter, por envidia de su hermana o por ambas cosas, refugió su soledad desde niña en el mundo religioso donde sus virtudes eran mas valoradas. 

Cuando fueron creciendo y pese al amparo que encontró en su mundo religioso, fue imposible que Enriqueta no desarrollara una envidia soterrada hacia Elisa aunque, eso sí, su orgullo jamás le permitió que nadie le notara inquinaalguna, ni siquiera ante sí misma, porque con, su inmenso ego y ambición siempre lograba autojustificarse y esconder sus malquerencias y juicios escudándose en sus duros criterios de pureza espiritual. 

En casa, las dos hermanas no se llevaban mal, aunque quedaba claro que Elisa quería a su hermana y la trataba con más cariño que, mas fríamente, lo hacía Enriqueta con ella. Cada una se dedicaba a lo suyo y cuando surgía algún roce entre ellas, su madre, mujer inteligente y práctica, lo resolvía con soltura. 


Todo fue más o menos bien en aquella casa hasta que, en plena juventud de las muchachas, Don Germán enviudó cuando un agresivo cáncer de mama de llevó a la madre de las muchachas y Elisa más sensible, ante la sequedad de padre y hermana se refugió para su consuelo en Jacinto, un mozo enorme y buena persona del que Elisa se enamoró y que gracias a su habilidad y fortaleza era el campanero del templo parroquial y cuya relación con Elisa fue inmediatamente rechazada por la familia debido a su origen humilde.

Eran otros tiempos antes de la guerra civil. Tal vez de tener a su madre hubiera podido resolverse de algún modo la situación cuando la ignorancia de aquellos dos enamorados llevó al embarazo de Elisa. 

! Una madre soltera en nuestra familia !, ! No..., si se veía venir..!, !La deshonra total para nuestra estirpe...!, ! Con que cara vamos ahora a reprobar el comportamiento de los demás...! ! Quien va a querer casarse ahora con la hermana de una pecadora... ! 

Eso le faltaba a Don Germán, había llegado la hora de la venganza de la soterrada envidia de Enriqueta que como toda envidia suele ir teñida de resentimiento, ira, sensación de injusticia y deseo de venganza, y no paró de azuzarlo para que la desheredara y la expulsara de casa como único medio de expiación de la honorable familia mientras ellos en el dosel de la puerta de pie como si se hubieran tragado un palo expulsaban a Elisa con su niño en brazos delante de toda la gente. 

Pero llegó la guerra, y aunque Don Germán fue ajusticiado por los rojos republicanos a las primeras de cambio y sus bienes confiscados para el pueblo, la ciudad fue de las primeras reconquistadas por los ejércitos nacionales de Franco y con la ayuda de la iglesia, y en especial del obispo, todos los bienes de la familia fueron recuperados y restituidos a Encarna que quedó como heredera universal, mientras que Elisa, Jacinto y la recién nacida quedaron aislados en el bando republicano sin recursos para sobrevivir. 

Jacinto, además, fue reclutado forzosamente para el frente y la pobre Elisa sin casa y a falta de trabajo alguno no tuvo más remedio  que acabar prostituyéndose en medio de aquel horror para dar de comer a su pequeña y procurarle un refugio caliente en un hogar colectivo miliciano en aquel duro invierno. 


Enriqueta , aunque enterada de la situación de su hermana, y aunque podía de algún modo hacerlo, se negó a enviarle ayuda alguna arguyendo que Dios les estaba haciendo pagar el terrible pecado que habían cometido y ella no debía influir en sus designios. 

Ni siquiera pestañeo ni soltó una lágrima cuando finalizada la guerra y con Jacinto preso en un campo de trabajo se enteró de que Elisa había muerto en un bombardeo de los que abundaron en las últimas ofensivas. Pero a continuación, maniobró una vez más con la ayuda de la iglesia, disfrazando de acción justa y generosa, para arrebatar como un buitre a aquella pequeña desgraciada que no había tenido ni un solo minuto bueno desde su concepción y adoptarla como hija propia arguyendo, con razón, que no teniendo mas familia su padre desde la prisión no podía hacerse cargo de ella. 

Tras pasar ocho años preso en el valle de los caídos en trabajos forzados, Jacinto al fin fue liberado y sin trabajo, con la secuela de republicanismo y el sentimiento de fracaso y de haber sido despojado de su familia, ni siquiera buscó a la niña. 

Cualquier intento legal hubiera sido inútil, y Jacinto, impotente, dejó pasar los años malviviendo de peón caminero y sufriendo su desdicha mientras su hija, crecía con la belleza y simpatía de su madre pero moldeada a su gusto por su tía Enriqueta que llena de orgullo, la preparaba para tomar los hábitos en el Opus Dei donde la muchacha acabó de profesora. 

Todo hubiera sido una historia normal de las que la guerra fratricida y vil dejó en una España partida en dos, pero no, esta historia acabó como el Rosario de la Aurora porque a veces, la vida se hace malignamente casual. 

Doña Enriqueta, tras toda una vida dedicada a las cofradías, procesiones, camareras de la virgen ,vigilias. donativos y trabajos para excluidos de la sociedad en Caritas , la ONG de la iglesia católica, tras años de pertenecer a su comité ejecutivo, al fin estaba a punto de conseguir su mayor deseo por el que siempre había trabajado: ser la presidenta de la organización para desde allí brillar como la luz de un faro. 

Mientras, la fuerza de Jacinto y su desprecio por la vida le fue llevando a los trabajos que todos rechazaban y acabó de guardián de la peor prisión del país donde los mas desalmados delincuentes y los penados a muerte más peligrosos acababan sus días.

Jacinto, bien valorado por su trabajo y 
pese a su oposición llegó a ser nombrado Verdugo y caritativamente, acabó aceptando el terrible trabajo porque nadie quería serlo y él, era el único con la fuerza necesaria para manejar bien el terrible Garrote Vil y conseguir que el enorme tornillo de su respaldo perforara con rapidez las vertebras cervicales y el bulbo raquídeo y produjera una muerte rápida e inmediata en vez de prolongar, como cuando se manejaba mal aquel engendro, la horrorosa agonía del reo que moría  de asfixia con el consiguiente sufrimiento de las autoridades presentes viendo como la terrible ejecución que, causada por la argolla que le rodeaba el cuello, llegaba a durar media hora de espantosas convulsiones y pataleos con el rostro morado. 


Dos malas acciones fruto de la envidia de una y la venganza de otro llevaron casualmente por un lado a Doña Enriqueta y por otro a Jacinto a acabar sus cuitas como el famoso Rosario de la Aurora. 

La de la tía Enriqueta se produjo cuando, con mas méritos que nadie, estaba a punto de ser elegida por el comité ejecutivo presidenta general de Caritas, que como hemos dicho, era la cumbre de todas sus ambiciones, vio su objetivo amenazado por la intromisión de la sobrina del obispo que por nepotismo iba a arrebatarle su merecido triunfo y enloquecida por el rencor, decidió acabar con ella untando durante semanas de matarratas diluido la cruz del rosario de su rival mientras ella comulgaba, aprovechando su costumbre de besarla tras cada misterio. 

Pero el médico que estuvo tratando a la pobre mujer de sus ataques y sufrimientos, reconoció antes de su fallecimiento en la perdida desordenada de su cabello las huellas del envenenamiento y tras la sospecha, una investigación de la policía encontró el frasco de matarratas en el bolso de Enriqueta que sin defensa alguna y con gran escándalo mediático fue condenada a muerte. 

Doña Enriqueta hablar tras con el confesor y a pesar del uniforme de prisionera, entró en la sala de ejecución mas estirada que nunca, caminando despacio, con dignidad y los ojos cerrados y como última voluntad, las manos juntas rezando en silencio el rosario sin reflejar en su cara la mínima emoción, se sentó muy tiesa en el en el Garrote Vil y se dejó atar sin resistencia alguna.  m
ientras tras unas cortinas laterales, Jacinto que jamás sabía quién era el reo , porque nunca quiso, se disponía a ponerse la preceptiva capucha cuando cruzaron ambos sus miradas. A la cara de sorpresa de Jacinto, Doña Enriqueta tirando el rosario al suelo, le correspondió lanzando un grito entrecortado y poniendo la única mueca de miedo y dolor se descompuso como jamas había hecho.


Jacinto recordando todas sus maldades no pudo reprimir su rencor, y dio a Doña Enriqueta la muerte más lenta y agónica que se pudiera imaginar hasta que el doctor se acercó al cadáver morado y con la lengua fuera y decretó su muerte. 

No, a Jacinto no le perdonó Dios..., estoy seguro ningún párroco consintió en absolverlo hasta que murió de viejo porque aunque Jacinto reconocía su maldad, admitió la condena de su alma pero su corazón tranquilo y en paz, jamás le permitió el arrepentimiento. 

fin 



 

miércoles, 30 de diciembre de 2020

LA VENUS DE LA VENTANA


- Don Alfonso, por favor, estese Vd. quieto, suba la barbilla y quítese el puro de la boca o no acabaremos nunca...

Don Alfonso, gran marqués y diputado, andaba ya muy enfermo y decrépito, y barruntando su fin quería para dejar una memoria imborrable, que le pintara un retrato de los que reflejaran el poderío de su familia, la dignidad de su estirpe, su férrea personalidad y firmeza de su carácter.

Mi familia, aparentemente próspera por aquellos años treinta, andaba en realidad de capa caída en lo económico y como el arte moderno no se entendía bien en este país siempre atrasado, como tantos otros pintores que estudiamos en Paris, en espera que me llegara el tiempo de triunfo y gloria, tenía que dedicarme a pintar retratos de próceres, políticos, industriales y religiosos, afortunadamente abundantes en mi ambiente. 



- No se preocupe Luisito que ya me queda muy poco de vida y quiero un cuadro que deje constancia de mi estirpe, mi inteligencia, mi empaque y mi donaire...cuando lo tenía, claro, así que invéntese Vd., lo que sea y emplee el tiempo que necesite para que así quede bien ...

Y quedo muy bien si, pero don Alfonso ya no lo pudo ver

la obra, porque murió de una apoplejía pocas semanas después.

Por respeto al luto familiar fui a cobrar el cuadro algunas semanas después.

Me recibió su viuda, la marquesa de Valdeterra , amiga de la monarca y la mujer más digna y estirada de toda la aristocracia española con su larguísimo y altanero cuello adornado con un sencillo collar de perlas oscuras, un costoso vestido de puntilla negra a la francesa, su tez pálida enmarcada por una peineta de carey cubierta de un velo negro de tul, su barbilla bien alta y su mirada indiferente.

-¿ Luisito... ? Luisito ¿no? hemos quedado satisfechos con la obra

Me dijo a la vez que me alcanzaba un historiado sobre con mis emolumentos con una voz grave pero elegante acostumbrada a mandar desde que nació.

Le di las gracias con una leve reverencia y ya me retiraba tímidamente y algo anonadado cuando con un gesto elegante me detuvo...

-¿ Luisito... ? Luisito ¿no? Ha hecho con mi difunto una magnífica obra realista, Sé que ha Vd. ha estudiado en parís algunos años, ¿Pinta Vd. en estilos modernos como eso locos de Paris, Mattisse , Picasso o Braque que están haciendo furor en los ambientes intelectuales de toda Europa menos en este atrasado país?.

- !Si señora marquesa!, ese es mi verdadero arte y esto de los retratos y murales para instituciones y ministerios es solo para mantener abierto mi taller hasta que me llegue el momento del éxito.

- ¿Es su discreción acorde con su maestría ?

- !Doña Marquesa!, todo pintor que se precie mantiene un secreto con su modelo, si así se le exige, mayor incluso que el de confesión.

-Verá joven Luisito ¿ Luisito? ¿no?...Siempre he admirado el cuadro de la maja desnuda de Goya e incluso el secreto que mantiene la duda de si el cuerpo pertenece a la duquesa de Alba, sin embargo, nunca en vida de don Alfonso me atreví a pedirle que me pintaran así. Sin embargo le confesare que ahora, libre, viuda y con mi belleza aun conservada en la cuarentena, soy consciente de que mi cuerpo, aún bello, debe ser inmortalizado antes de mi declive y como no falto a mi deber a nadie, quisiera que me pintara como la maja de Goya, desnuda pues, pero como sé que estudió en la ciudad de la luz, quisiera un cuadro al estilo moderno y rompedor pero que, como en la maja de Goya, que represente mi dignidad aristocrática pero que quede siempre la duda de si soy yo y de que su cuerpo sea el mío.

Era un difícil encargo, pero acepté animado por el reto que suponía y la obscena suma de dinero que me ofrecía.

El primer día que fui a pintar la Marquesa, había dispuesto a modo de estudio un pequeño y oscuro cuarto en el ático con una sola ventana, un sofá y un biombo.

Mientras yo disponía mis aparejos pensaba decirle, para aminorar su pundonor, que los pintores no vemos cuerpos sino que cuando pintamos, solo vemos líneas, puntos, curvas, espacios geométricos, etc., pero no tuve ocasión.

La Marquesa como si yo fuera su criada, salió de detrás del biombo completamente desnuda con toda naturalidad y se tumbó en el diván con la mirada altiva y algo desafiante.

Pero yo no estaba pintando aún y mientras la tocaba y manoseaba para alcanzar la pose final, me fui ruborizando a la vez que notaba algo duro en mi entrepierna y no hacía más que tragar saliva.

La verdad es que pintar lo que ella quería era un difícil desafío para el arte y antes de comenzar, necesitamos numerosas sesiones solo de bocetos para fijar poses y luces.

Por fin cuando ya tuve el dibujo y sombreado a mi gusto y comencé a pintar los fondos, observé que a las marquesas no les ocurre como a los pintores que solo vemos geometría, porque aunque impasible, cuando se aburría no me quitaba sus ojitos brillantes de mi cuerpo.

En aquellos años treinta yo era un tipo guapo bien plantado y de buena familia. Había estudiado bellas artes en Paris, de donde además vine a la moda...mostachos de guías hacia arriba, pelo rizado, chaqueta de rayas, pajarita y un sombrero blanco de ala ancha con su cinta colorada.

Un día pasadas ya unas sesiones cuando ya repasaba los perfiles sinuosos de su cuerpo, la marquesa se dirigió a mí:

- Luisito ¿ Luisito? ¿no?... ¿ Cuantos años estuvo Vd. en la ciudad de la Luz con los pintores modernos en aquel ambiente bohemio?

- Estuve seis años señora, y la verdad es que me vine porque se me acabó el dinero.

-¿Conocerá pues bien Vd. la sexualidad de la mujeres francesas ?¿no?...

-Bueno...si, la verdad es que no nos alcanzaba para mantener una novia, pero en cuanto nos llegaba la ayuda familiar, pagábamos nuestras deudas y nos íbamos corriendo a quemar el resto en prostíbulos, burdeles y cabarets donde las muchachas francesas totalmente liberadas nos hacían todo tipo de cosas para fidelizarnos para el futuro. Además y aunque más raramente, a veces lográbamos embriagar con absenta a las modelos y aquello acababa como una bacanal romana entre cortinajos caídos y lienzos

- Entonces andará bien versado Vd. del sexo moderno y escandaloso parisién.

Yo, avergonzado, me escondí un poco detrás del lienzo dije,

-Es un poco embarazoso confesarlo, pero experiencia no me falta...

Al día siguiente cuando entró le noté cierta decisión en la mirada y en cuanto cogió la pose me dijo:

- Luisito ¿ Luisito? ¿no?... hoy voy a hacerle una confesión y una proposición ambas como absoluto secreto

La confesión es que a pesar de llevar veinte años de matrimonio y tener tres hijos, no sé lo que es un orgasmo porque al marqués, ferviente entusiasta del "misionero", la cosa apenas le duraba un minuto y gracias a que sé inglés he podido enterarme en las revistas femeninas de lo que es un "orgasm" y de que la mujer puede disfrutar mucho del sexo si lo hace con un hombre paciente y hábil.

La proposición por supuesto mejor pagada que el cuadro , es que sea Vd., mi maestro de sexo y me enseñe todas las técnicas modernas que conozca y que yo como alumna aplicada aprenderé...

Pálido y tembloroso acepté, me gustaba la mujer y necesitaba el dinero.

Tuve suerte de que la Marquesa se excitaba con facilidad y no era lenta en llegar al orgasmo (un poco escandaloso eso sí ) No os explicaré aquí todo tipo de posturas y técnicas que incluían las que ahora se denominan con nombres latinos y acaban en -atio o -lingus , pero os aseguro que repasamos el Kamasutra entero e incluso repetíamos muchas técnicas frente a un gran espejo que ella ponía frente al diván para no perderse nada de nuestras evoluciones.

Lo que me llamaba la atención es que al contrario de la mayoría de las mujeres que después del coito sonríen o ronronean y se abrazan a su pareja, La Marquesa muy seria me daba las gracias, se levantaba e incluso sin lavarse se dirigía a un pequeño escritorio donde apuntaba todo en un cuaderno que tenía a propósito para ello y en el que a veces, me pedía que le dibujara algún sencillo boceto.

Naturalmente el cuadro lo terminé pronto, pero las sesiones se fueron prolongando varios meses y cuando yo ya iba pensando que ella me había convertido en una especie de "amantillo" o "putillo" , un día al acabar una trabajosa sesión erótica, cuando se levantó me pidió que esperara diez minutos.

A los diez minutos exactos salió de de atrás del biombo totalmente arreglada y peinada ciñendo un voluminoso vestido de seda azul y se vino hacia mí con un sobre en su mano enguantada y ofreciéndomelo me dijo:.

- Luisito ¿ Luisito? ¿no?... ha hecho conmigo un buen trabajo del que estoy francamente satisfecha, pero la tarea ha acabado, me siento bella en el cuadro y la sexualidad completara mi vida. gracias y adiós.

Cuando la Marquesa se dio la vuelta y se fue, me quedé allí de pie un buen rato con cara de idiota.

La exposición del cuadro en una fiesta en su casa, fue un verdadero éxito, efectivamente y aunque nadie dijo nada, la imaginación llenó el ambiente como ella deseaba y mi nombre alcanzó el triunfo y consideración en la corte.

Pero algo de nuestro secreto se debió filtrar y no por
mi parte...porque mi taller, se llenó de condesas, aristócratas y señoronas pidiéndome desesperadamente que las retratara a lo moderno mientras ostensiblemente me guiñaban un ojo...

fin.


HABITACION AMARILLA CON SILLON AZUL

SILVANA: 
Si, soy una mujer caliente y siempre lo he sido, no he encontrado otro modo de decirlo. En el diccionario desde frígida a ninfómana no he podido encontrar un término adecuado que me pudiera definir, tal vez el benigno termino...apasionada, pero apasionada ¿de qué?, yo te lo diré...de los hombres y del sexo cuyo contacto y cercanía producen involuntariamente en mi una excitación sexual y un anhelo interno que endurece mis pechos, dispara mi temperatura y libera mis fluidos hasta mojar la ropa interior.



Pensaba que mi sexualidad se troqueló de adolescente cuando siendo ya mujer seguía jugando con mis primos a juegos de lucha persecución y contacto y día a día observé el cambio que en ellos se producía. Recuerdo que sus olores y sudores producían en mi estómago cosquilleos, y que cuando sus brazos y piernas se fueron musculando y en su pecho y bajo su nariz asomaban algunos tímidos pelillos, cada vez me agradaba mas permanecer atrapada bajo sus cuerpos a pesar de que pesaban mas, incluso cuando a veces notaba una cosa grande y dura que me presionaba a nivel de la entrepierna.

Nadie... y digo !Nadie!, salvo mi psiquiatra, sabe lo que os estoy contando y fue ella misma la que me tranquilizó. Me explicó que era genético, Las mujeres como yo, siempre han existido. Ya desde la prehistoria cuando el homo sapiens vagaba en manadas o tal vez incluso, entre los primates que fueron nuestros ancestros y la naturaleza las hace así como las pudo hacer altas, comilonas o pelirrojas.

Vienen a ser unas pocas, tal vez apenas un cinco por cien, y no suelen ser las mas agraciadas, pero la naturaleza las ha dotado de tal nivel de excitación que consigue superar sus miedos y desconectar su razón, para solo ellas arriesgarse a ser preñadas en situaciones de hambruna, guerra, o desastres naturales cuando las demás, mas racionales en ese aspecto cierran las piernas y las ganas a cal y canto e incluso inhiben sus menstruaciones.

Está claro, que para la naturaleza la reproducción es lo primero y mas necesario. Ah...y se es así, no tiene cura, solo una mente inteligente lo puede evitar con disciplina .

Pero a diferencia del grupo de genéticamente facilonas al que de un modo u otro debo pertenecer, yo soy una mujer inteligente y aunque he tenido mis tropiezos a causa de mis calenturas, he aprendido de cada uno de ellos para evitar desperdiciar mi vida en manos de los demás con mi voluntad perdida que solo me iba llevando al desastre.

He tenido amores que me han abandonado hastiados de mis exigencias sexuales tratándome de puta , relaciones sin amor con personas indeseables que abusaban de mi, embarazos inoportunos por las prisas de un coito de hombres casados sin escrúpulos que me engañaron y cuyos abortos me dejaron yerma...

Pero al fin aprendí. A base de garrotazos de la vida pero aprendí. Debía abandonar el camino a mi destrucción.

Siempre quise ser Abogada como el resto de mi familia y si quería conseguirlo debía mantenerme alejada de los hombres como un ex alcohólico del licor.

Siguiendo los consejos de mi Psiquiatra, a base de disciplina cambié mi actitud, volví a la universidad, me hice reservada, me vestí con elegancia y decoro sin llamar la atención masculina , fui antipática y cortante con cualquiera que meara de pie, y con la ayuda de la aliviadora masturbación para los momentos de urgencia y mi fuerza de voluntad, acabé Derecho hice el doctorado y gané las oposiciones a judicatura.

Una juez puede mantener a distancia a todo el mundo.

Así continué el enorme teatro en que se convirtió mi vida, Nadie, nadie sabe ni sabrá que a esa jueza que te acaba de condenar a tres años de cárcel se te habría follado con toga y todo en su despacho sin reparo alguno si te hubiera dejado acercarte lo suficiente y olieras feromonas a masculinas.

Fue por entonces ya en la cuarentena, lo de Norberto. El hombre que se me coló por una de las pocas grietas que mi vida dejó a los hombres para acercarse...era guapo, educado, tolerante y viudo sin hijos y además mi ginecólogo...no os podéis imaginar el esfuerzo que tuve que hacer para no tener un orgasmo cuando me exploró.

Por entonces ya en mi corazón iba pesando día a día mas la soledad y la falta de compañía empezaba a abrumarme tanto como la falta de sexo y el caso es que el hombre valía la pena y me enamoré de él y que él se enamorara de mi, fue fácil para una mujer atractiva. Simplemente técnicas de mujer, hacerse la encontradiza en bares o restaurantes, conversaciones inteligentes, señales corporales inequívocas y hacerse la estrecha con mucho esfuerzo por mi parte fingiendo inexperiencia en lo sexual.

Norberto me pidió matrimonio en varias ocasiones, pero yo le di largas....Estaba insegura y vacilante de mi misma y muy preocupada de asustarlo con algún exceso de mi comportamiento sexual.

Solo le di al final el si cuando como un milagro me vino la idea del viejo sillón azul que había pertenecido a mi madre. Si, con el sillón azul y una férrea disciplina podría sostener aquel matrimonio.

NORBERTO:

Solo hacía dos años y medio que había muerto mi Elisa. A mí se me había atravesado el duelo y me había quedado enganchado en él como en una fina red.

!No...! No era doloroso, no me pesaba ya la soledad, solo una tristeza sutil que me dejaba indiferente e impedía que la alegría y la belleza entrara en mi cuerpo y como si los colores desaparecieran de mi cerebro, todo lo veía en blanco y negro, no me apetecía nada y cualquier ocurrencia para animarme la suprimía una intensa pereza.

Poco a poco hice amistad con Silvana , una cliente de mi clínica que era Magistrada del Tribunal Supremo y guapa y que me la solía encontrar en la cafetería donde cuando acabo de trabajar, tomo una copa y echo un rato mas que por placer, por retardar el regreso a mi solitaria casa.

Silvana me dio a entender que su soledad se debía a que su profesión espantaba a los hombres y además era muy selectiva con el nivel de los pocos que se habían atrevido a acosarla. Sin embargo también me confesó que conmigo se sentía cómoda y natural y que al igual que a mí, esos encuentra fortuitos , que pronto pasaron a ser cotidianos, la relajaban y le hacían olvidar los malos tragos de la jornada.

Me enamoré de ella, era como si en cada encuentro nos diéramos mutuamente una inyección de vida. Comenzamos un noviazgo, un poco a la antigua pero noviazgo, pero a pesar de ello, ella se negaba una y otra vez a que nos casáramos.

Por fin un día, dijo que si. Pero puso dos condiciones : que viviríamos en su casa y que solo haríamos el amor cuando ella lo desease y lo propusiera porque para ella, era un tormento hacerlo sin apetencia. Yo que nunca fui muy de calentones acepté sin inconveniente alguno.

Lo raro de mi historia fue el extravagante modo con el que Silvana manejó aquello...Cuando llegué a su piso, herencia señorial de sus padres en la mejor parte de la ciudad, me quede impresionado de su fina decoración, de sus cuadros y obras de arte, de sus alfombras persas y de muebles estilo inglés.

Pero...y esto es lo mas extraño...cerca de la puerta de entrada había una estrambótica habitación pintada de amarillo rabioso con marcos rojos enlosada de un damero con cuadros amarillos y violetas donde al lado de una pequeña mesita con un dado y una copa de granadina, reposaba un antiguo sillón orejero azul intenso de aspecto cansado.

Acostumbrado como médico contener mis sorpresas y sabiendo que Silvana tenía sus rarezas, yo no dije ni palabra pero en conjunto, aquella habitación podía parecer una cuadro fauvista de Matisse o de Chagall .

Sin embargo, ella si dijo algo: Cuando entres en casa, lo primero que harás será mirar este cuarto, porque si estoy receptiva me encontraras sentada el sillón azul desnuda y deseosa esperándote mientras me tomo mi copa de granadina.

Y aquella teatral ceremonia funcionó, funcionó hasta que tras veinte años de equilibrio y felicidad la parca se me llevó...

SILVANA:

Si amigos, lo del sillón azul fue un éxito para mi matrimonio. Era una manera de dosificar mis continuos ardores y mantener una chispa que alejara el sexo de la monotonía matrimonial.

Norberto...un autentico santo, jamás me preguntó por nada de aquello como si fuera lo mas natural del mundo y hasta supuso que el dado era decorativo sin pensar que su suerte venía de él.

En aquella extraña habitación, todos los domingos, día de descanso sexual, yo tiraba dos veces los dados. La primera vez la cifra me señalaba el día de la semana en el que tendríamos sexo, la segunda vez, que intensidad yo debería mostrar, para que así para Norberto siempre fuera algo diferente.....

Cuando Norberto se fue, hacía tiempo ya que la menopausia me había curado de mi mal de hombres y solo sentía atracción y placer con él...

Ahora, los domingos tiro el dado igual, y con las cifras obtenidas y sentada desnuda en mi sillón azul cada semana me acaricio en su memoria pensando en aquellos ojos alegres y chispeantes que le daban mis eróticas sorpresas....

fin











martes, 22 de diciembre de 2020

EL ANGEL DEL BURDEL



Cuando mi abuelo Didier  y a la luz del gris amanecer de aquel otoño de 1917 entró pisando entre escombros en el último burdel que quedaba en Verdún en el viejo y obscuro sótano de una de las escasos edificios que aun aguantaban de pie en aquella ciudad martirizada por la artillería alemana durante tres años, no buscaba sexo. 

Hacía mucho tiempo que los deseos físicos habían volado de su cabeza. La primera guerra mundial estaba ya finalizando y Alemania, ya sin recursos, tendría que rendirse no sin que en esa loca guerra quedaran un millón de muertos sobre los campos de Verdún.

Mi Abuelo Didier, ya entrado la cincuentena , era fotógrafo y por su edad, solo pudo ayudar a su país como corresponsal de guerra.

 Llevaba ya dos años fotografiando el paisaje lunar en que aquella bonita campiña junto al Mosa se había convertido por los cráteres de de las bombas de artillería y las zanjas de las trincheras anegadas de un lodo trufado de cadáveres, miembros y vísceras y sus abominables fotos se repetían un día tras otro bajo el sonido de los inmensos cañones y los gritos de los heridos.

Didier solo acudió al burdel para atizarse unos tragos que le anestesiaran un poco para poder salir a fotografiar y luego enviar su terrorífica crónica cuando al amanecer los soldados ya habían deshecho la enorme cola formada por la noche donde los hombres casi niños iban a echar lo que ellos llamaban "su último polvo", 

-¿Collete....? ¿Hay alguien por ahí que me sirva una copa de Absenta... ?

Una voz aguardentosa de mujer respondió:

-Pasa Didier y corre el cortinón, ahora mismo hemos acabado ya pero estamos tan agotadas que tendrás que servirte tu mismo....

Cuando Didier corrió el cortinón, la imagen de Collete, la madame, fue lo primero que vio sentada al revés derrengada sobre el respaldo de una silla sonriendo cínicamente, pero a sus pies, lo segundo que vislumbró, lo dejó helado : Era una muchacha de apenas quince años desnuda sobre unos almohadones  tan cansada y abatida que ni siquiera levantó la vista de su ensimismamiento.

Sin Embargo aquella muchacha era lo más bello que veía tras tanto tiempo viviendo en aquel horroroso infierno y Didier se quedo unos minutos paralizado contemplándola como si un verdadero ángel hubiera caído del cielo en el portal de belén o una ninfa de un fresco de Rafael. Era la mismísima imagen de la pureza en el fondo de un fosco burdel en el culo del mundo...  Didier no pudo evitar fotografiar la escena con un rudimentario flash de polvo de magnesio

-¿Solo sois dos putas Collete?

-Dos putas y con suerte....ayer una bomba mató a tres mas que venían en un camión y otra bomba mató a toda la familia de Isabelle , dijo señalando a la muchacha, y la dejó sin familia y sin casa....

-¿Pero esta muchacha no está preparada para esas artes?  le dijo a Collete un poco angustiado.

-¿ Artes ? ¿Qué artes...? Aquí no hay mas arte que tumbarse abierta de piernas con un trago de absenta y otro de Láudano y dejarlos pasar a razón de cinco minutos por hombre y pasarse un trapo húmedo por la entrepierna entre uno y otro hasta que se acaba la cola 

No lo pude remediar, un vomito amargo de asco me llegó a la boca y lo que hice fue un impulso que ni pensé... hay otras formas de servir a la patria...

- !Collete!, ! Esa chica no va a volver a hacer eso!, !Me la llevo de aquí !. Te pagaré lo que ganaras con ella en un mes y mientras tú te buscas la vida...

A Collete le sonó bien el tintineo de mis la monedas de plata, pensó que saldría ganando y sin pensárselo dos veces tragó en el trato. -Mas vale pájaro en mano que ciento volando...-

Didier dejó su trabajo con la agencia alegando estar herido y ese mismo día comenzaron los dos el viaje a Chartres donde vivía al lado de la enorme catedral.

No, no lo había debido pensar bien..., porque aunque yo trataba a Isabelle que era todo dulzura y agradecimiento como a la hija que nunca habíamos tenido y pensaba que mi esposa piadosa y católica lo agradecería igual porque podría ayudarla y llenar la ausencia de Denis, mi hijo, que aun estaba en el frente, todo fue un desastre.

Desde el primer minuto y en cuanto oyó que venía salvada de un burdel, Bernardette le mostró su mayor rechazo, le comenzó a llamar la putilla, le encomendó las peores tareas de la casa pero siempre criticándola y humillándola, le daba sus vestidos viejos y lo peor que había para comer hasta el punto de que yo que me esforzaba en darle cariño y compensarla, me preguntaba si no hubiera estado mejor en el burdel que con mi mujer que, mientras yo estaba en el frente, se había convertido en la Madrastra de Cenicienta o la bruja de Blanca nieves.

Afortunadamente y por vergüenza y dignidad de Bernardette, el origen de Isabelle quedó en un profundo secreto familiar hasta que por lo menos yo, que andaba ya muy mal de salud me muriera y ella pudiera tirarla a patadas a la calle al día siguiente.

Ahora queridos lectores tendréis que cambiar de narrador, mejor dicho ahora será una mujer la narradora...Me llamo Angellique soy una reputada escritora y lo que habéis leído, lo he novelado de un viejo cuaderno de notas de Didier que junto con la foto del burdel encontré cuando buscaba material para una novela en el fondo polvoriento de un baúl en una visita a mi abuela enferma.

El resto, de secretos familiares que hasta ahora ignoraba me los fue contando mi tío Antoine a base de insistencia.

Sabéis, a veces Dios castiga sin palo y Didier fue a morir el día siguiente de los dos milagros.

- ¿Qué dos milagros?

El primer milagro fue que Denis regresara de la guerra indemne cuando media Europa se había quedado sin hombres jóvenes. El segundo, que Denis e Isabelle se enamoraron a la primera mirada aun sin hablar...

Bernardette por amor a su hijo, tuvo que seguir tragándose a Isabelle y acumulando rencor durante algún tiempo, pero lo que ya no pudo soportar y fue superior a ella es que su hijo, que era carpintero, la preñara y en una ataque de rabia, los tiró de casa como si fueran una maldición o una peste contagiosa.

Según mi tio Antoine, que lo vio, la escena con Isabelle preñada subida en una mula y tapada con una manta vieja le recordó a la de San José y la virgen montada en un burrito camino de belén.

Pero las desgracias no habían acabado...Cuando Isabelle en el viaje comenzó toser sangre, Denis comprendió que había enfermado del mal trato sufrido y que el embarazo  la estaba empeorando, decidió dirigirse a la Provenza donde pensó que el clima mas benigno la ayudaría para la enfermedad y el parto. 

Pero no llegó..., Isabelle parió en una fonda a mitad camino y sin fuerzas para superar el puerperio falleció dejándome a mi huérfana de madre y a Denis destrozado.

Dicen que cuando una puerta se cierra siempre se abre una ventana...aquí la ventana fue Geraldine mi madre , pues nadie jamás me habló de Isabelle.

Geraldine era una solterona maestra del pueblo que enternecida nos acogió en su casa a cambio de algunos trabajos, nos cuidó hasta que con el tiempo mi padre se repuso, acabó casándose con ella y nos fuimos a la Provenza donde nadie nos conocía ....! otro secreto mas!

Y tanto secreto con cuarenta años marea...

!Si! soy Angellique en honor a mi verdadera madre Isabelle : el ángel del burdel de Verdún. ! Y no soy una hija de puta....soy hija de un ángel al que incluso me parezco en aquella foto!.

Y !Si!....En esta historia la única hija de puta es mi abuela Bernardette que por mucho que rece en la catedral de Chartres, estoy segura que en el infierno tiene esperándole un reclinatorio.

fin

 


miércoles, 16 de diciembre de 2020

LA CATEDRAL

Serían las tres de la tarde y a esa hora la iglesia del pueblo solía permanecer vacía y oscura hasta el rosario de las cinco. 

-¿Cómo qué pecadora…?,! Puta !, !Tú lo que eres es una gran puta!.

El pesado confesionario de nogal oscuro comenzó a temblar como si fuera una hoja de papel por los golpes y patadones de ira que recibía desde su interior mientras las imprecaciones e insultos de aquel enloquecido párroco con voz de barítono amplificada por el eco de las desconchadas bóvedas, se iban elevando atronadoras sin importar que alguien las pudiera oír hasta anular el soniquete del llanto de la asustada muchacha. 

Afortunadamente, no había nadie en el templo. Paulina, tan arrodillada y contrita que casi no alcazaba el enrejado del ventanuco y apenas percibir el olor a pies y al rancio vino de consagrar que emanaba el interior de la cerrada negrura donde Don Cristóbal dormitaba su disimulada y plácida siesta habitual y tras oír el somnoliento e inoportuno "Sin pecado concebida", la muchacha acababa de introducir casi inaudiblemente y con la cabeza baja y cubierta de velos oscuros, la dolida confesión de su terrible pecado llena de arrepentimiento, con una carrerilla solo 

interrumpida por breves hipidos, lamentos y sollozos. 

-!Lo tuyo no tiene perdón aquí en la tierra!,

-!Una Jezabel con cara de mosquita muerta…!.

-!Una Salomé serpenteante que ha traído la vergüenza a éste pueblo…!.

-!Una Dalila perversa de traición peor que cualquier cortesana bíblica…,!

-!Dios te perdonará…!, pero lo que es yo…!No!.! Esto es superior a mí!. !Yo no te perdono así Dios me castigue!.

-! No puedo perdonarte.! Lárgate de este pueblo sabandija ninfómana y que yo no te vuelva a ver más, vete a ver al obispo a ver si él te alcanza a perdonar tanta porquería !.

Blanca como el mármol, la muchacha no pudo aguantar mas y salió huyendo de allí como alma que lleva el diablo dejando a aquel indignado párroco dentro del confesionario gritando como un poseso vociferándole al vacío y Paulina, llorando avergonzada huyó de aquel pueblo sin despedirse de nadie.

Si, había sido el mismísimo padre de Paulina el que para su desgracia la había enviado a aquel pueblecito de la sierra cuando en su lecho de muerte y para limpiar su conciencia le confesó que su madre, no había muerto como ella creía y que debía visitarla antes de coger los hábitos y esposarse con Dios.

Como hija del sacristán y sobrina del obispo, para Paulina que había ayudado desde niña a su padre a cuidar aquella extravagante catedral, aquellas enormes naves eran su casa y que la muchacha consideraba como una madre protectora en la que ella proseguía una vida casi fetal rodeada de su sagrado mundo del que apenas salía para hacer algún obligatorio mandado.

En aquella mole heterogénea construida como toda la ciudad a golpes de pasada grandeza en enormes pedazos de diferentes estilos cada uno mas bello que el otro y en cuyo centro y corazón reposaba la Reliquia del Santo Cáliz, Paulina que desde niña había sido el canon de la sencillez, de la modestia y de la humildad, era feliz cuidando y limpiando cada objeto sagrado, cada retablo, cada clavo de la cruz y cada cuenta de rosario, cada voluta dorada y cada suciedad dejada caer por las palomas en las góticas y venerables cabezas de apóstoles, santos y patriarcas .

Su valía, su espíritu de colaboración y su enorme devoción religiosa hizo que su tío el Obispo, consciente de que de la madera de santa de su sobrina, liberada de la obligación de ayudar a su anciano padre al morir, entrara en el convento como ella tanto anhelaba, al servicio de Dios para su mayor gloria .

Pero el mismísimo Dios, suponía Paulina, debía tener otros planes para ella porque la guió a aquel pueblo con la mejor edad para emparejarse y la menor experiencia con la vida, y cuando llegada al pueblo de su madre conoció al apuesto hombretón de su primo, hijo de su tía materna en cuya casa había sido acogida su madre, la llamada de la naturaleza estalló en su corazón, se enamoró perdidamente de él y se le borraron de golpe todos sus anhelos religiosos.

Si, aquel amor fue secretamente correspondido a espaldas de la familia y facilitado por la libertad de aquel verano de cálidas noches, el barullo de las fiestas del pueblo y la belleza de aquel escondido paraje a la orilla del río donde con el perfume de claveles y de higueras y el rumor del la corriente espumosa acabaron haciendo el amor apasionadamente a la luz de la luna cuando los besos se les quedaron pequeños para expresar el fuego que había entre los dos.

!Tarde !, El amor le había ganado la carrera a la vergüenza y ya era tarde cuando su madre, alarmada al ver como Paulina miraba a al chico, le tuvo que confesar a su pesar su secreto mas profundo: que su primo era su hermano, que él no lo sabía y que cuando ella llegó al pueblo a punto de dar a luz, lo parió escondidamente sin dejarse ver en el campo y para evitarle la vergüenza y el oprobio de ser un bastardo sin padre coincido, se lo cedió en adopción a su hermana y su estéril cuñado, con el acuerdo de que vivirían y lo criarían juntos.

Paulina desesperadamente atrapada por el destino pasó la noche llorando inconsolable. No podía dejar de amarlo y no encontraba fuerzas para renunciar a él y tampoco podía explicarle nada sin hacerle daño a quien mas quería, a él.

Además, de tal forma excitaba su deseo solo el roce de su piel o el aroma de su cuello que cuando sentía su tacto u olía su presencia, perdía la razón y nada le importaba.

Aunque lo intentó, cuando no pudo resistirse mas a su influjo, Paulina, sin decirle nada a él y con la resignación del que no puede luchar contra la corriente se dejó llevar por el río y se abandonó de nuevo a gozar cada noche incestuosamente de aquellos abrazos en los que su hermano la poseía, pensando que así solo ella cargaría con la culpa y que al final del verano, la distancia y la confesión sincera, acabaría con el pecado y que los hábitos que la esperaban y el abandono de aquél amor sería la mas dura penitencia para expiar la culpa y que Dios la perdonara.

Solo cuando Paulina se descubrió preñada se le derrumbó su autoengaño y fue súbitamente consciente de la magnitud y monstruosidad de la abominación que, emborrachada por el amor, había cometido y sin contárselo a nadie y tras darle vueltas en su cabecita como una noria, había corrido a confesarse.

Abatida en el tren huyendo hacia la ciudad, con los ojos ya secos de tanto llorar, jamás hubiera imaginado Paulina una reacción así de un representante de Dios al que había acudido en busca de perdón y consejo.

Cuando al amanecer salió de la estación y enfiló temblando el viejo puente del río buscando anhelante la catedral como si buscara a esa madre única capaz de perdonar cuando todos te abandonan, desde el mar, los negros nubarrones parecían pesadas losas que pendían sobre su cabeza y súbitamente se levantó un viento helado y cortante que la obligó a protegerse caminando tras el pretil del puente medieval agachando la cabeza asustada y apurando el paso con los brazos inconscientemente cruzados sobre su vientre como si quisiera proteger lo que fuera que crecía dentro de sus entrañas y que era la única razón por la que, con esfuerzo, desoía las voces de la vergüenza y la ignominia que las colosales y gemelas como las torres de la entrada del portal de serranos, parecían gritarle desde el final del puente una y otra vez, para que se dejase llevar por la ventolera y se quitarse la vida en las negras aguas del Turia ahogando así toda su angustia.


Cuando por fin alcanzó la esquina, de la casa de los caramelos y supo que solo con doblarla vería a su amada y materna catedral, un sentimiento de alivio y esperanza la invadió. Pero cuando entró en la calle, el viento arremolinado comenzó a empujarla hacia atrás y Paulina tuvo que arrodillarse penosamente para poder llegar a la plaza de la virgen donde cayó derrumbada y agotada.

Pero cuando levantó la cabeza..., la gigantesca puerta de los apóstoles que ella tanto amaba se alzaba sobre ella amenazante, amarilla de ira y deformada por la indignación y a sus espaldas, sus gárgolas la miraban con un odio infinito y todos los edificios y torres y cúpulas de la catedral se arracimaban cárdenos , tenebrosos y ceñudos mirándola con las ventanas fruncidas de cólera contenida sobre un fondo tormentoso de rayos que confirmaba una amenaza de muerte si se le ocurría poner un solo pié sobre sus losas.

Paulina aterrorizada por aquella visión, apenas tuvo fuerzas para ponerse en pie, el rechazo de la catedral, su única esperanza, y el mortal desengaño la dejó tan abatida que desmayadamente y tapándose la cara de vergüenza y con los ojos llenos de lágrimas se dejó arrastrar mansamente por las ráfagas de lluvia helada hacia la estrecha calle que baja al barrio de las putas donde a la entrada, al pasar por la inclusa, el torno de maderas donde tendría que abandonar a su hijo cuando naciera, la llenó de consternación.

Paulina siempre fue puta, si amigos, ¿ Qué sentido tenía el destino que su amado Dios había reservado a aquella muchacha criada para santa y virgen para acabar de puta vieja aunque fuera una buena puta que ofrecía a dios su trabajo de calmar las ansias de los necesitados de amor como si fueran oraciones?.

Paulina ya jamás pudo poner un pie en la catedral, pero con sesenta años le llegaron dos alegrías por las que dio por buena su arrastrada vida. Su primera alegría fue cuando leyó en el periódico que su hijo, cuya vida discreta y anónimamente había vigilado de lejos, había sido nombrado obispo de la ciudad. La segunda alegría fue la de la dulce venganza de que su sangre, antes vilmente rechazada, por la rencorosa y estirada catedral, ahora en las venas de su hijo, entrara en ella por la puerta grande toda engalanada y con las campanas repicando para celebrar la misa mayor.

Había que ver como Paulina mientras se bebía un buen vaso de aguardiente con su boca ya desdentada no pudo evitar una risotada grotesca y murmurar irónicamente:

-!! Cuantos prelados y sagrados dignatarios y cardenales con toda su santidad ignoran llevar bajo los cien botones de su sotana a un autentico hijo de puta.... !!.

fin




sábado, 31 de octubre de 2020

LA FOTO

Bueno, en realidad no fue un atún porque lo que pescó ese día Aureliu fue un "Bonito" que es como aquí en el Cantábrico llamamos a una especie de atún mas pequeño y de carnes muy blancas que hace nuestras delicias, pero aquel animal era enorme para su especie y aquella foto enmarcada y descolorida ya por el tiempo, que debía rondar ya sus treinta años largos, me llamó la atención a pesar de estar en un rincón junto a muchas otras. Ignoro el porqué, pero por la juventud y sonrisa de felicidad de los protagonistas intuí su valor sentimental. 

Cuando llamé a su puerta, Aureliu sin levantarse del sillón orejero donde lo aprisionaba un enorme volumen de historia, me gruñó sin soltar su pipa de la boca ni su redonda copa de brandy de su mano derecha y me invitó a pasar a su casa por primera vez con un ! Adelante Balbín, que está abierto...! 


Yo entré despacio para no romper el ambiente de la música de Bach y mirándolo todo con la curiosidad de quien entra en una catedral por primera vez,  me detuve como hipnotizado por aquella foto.

En aquella imagen todo era felicidad, hasta el Bonito plateado y azul  parecía sonreír 
con su boca semiabierta vanidoso de mostrar su imponente tamaño. El perro lanudo y pajizo recordaba un peluche enorme con su boca abierta y la lengua juguetona. La amplia sonrisa de un joven Aureliu no solo me parecía sorprendente por su juventud, sino por lo extraño que era verlo reír, pero la sonrisa de Maruxa sin embargo, era algo mas, era un gesto de amor de verlo a él tan feliz. 

-! Joder que ojo tienes Balbín !. Con la de recuerdos y trastos viejos que tengo en esta casa, has ido a dar a la primera con el único recuerdo que me importa y lo único que salvaría de esta casa en caso de incendio.

- Bueno Aureliu..., los periodistas, escritores al igual que los policías tenemos la deformación profesional de encontrar rápidamente lo mas importante en cualquier escenario.

La verdad es que a pesar de ser hijos ambos de buena familia del mismo pueblo pesquero cuyas callejas estrechas y medievales parecían precipitar sus coloridas casas de sobre aquel pequeño puerto batido día si y día no por oleajes y galernas, hasta hacía poco, solo se habían conocido vista.

Sus vidas fluyeron en la cercana ciudad, llevaron caminos divergentes y solo recientemente, ya en la jubilación y arrastrados en parte por la soledad, iniciaron una inesperada y bella amistad colaborando voluntariamente en la construcción del museo marítimo regional.

Bueno, yo sabía de Aureliu mas que él de mi... Los cotilleos en los pueblos son inevitables. Se sabía que era un hombre adinerado de una familia de indianos de apellido conocido que cuando volvieron de hacer las Américas aumentaron su fortuna industrializando la zona y creando miles de puestos de trabajo y que Aureliu, solo era uno de los once hijos que con mayor o menor éxito dispersaron riqueza por la región.

Pero salvo esto último, el resto solo eran rumores. Nadie sabía con certeza a que se dedicaba, todo lo mas que era algo de la universidad. Por otro lado, era un hombre educado y comedido al que jamás le podías notar la riqueza porque su casa aunque antigua y señorial no era mas que un antiguo caserón indistinguible de los del resto pueblo, el hombre no se hacía de notar entre los capitostes ni autoridades, vestía con normalidad, nunca se le vieron cochazos ni relojes o yates, tenía un barquito pesquero pequeño y tradicional de color azul para salir a pescar los domingos que hacía bueno y sin más, comía luego el menú del día en la tasca del puerto.

Tengo ojo para la gente, !Si!. Eso es un talento de Dios y por eso en nuestra madurez me pegué un poco a él porque intuí que era uno de esos raros hombres sensatos a los que a pesar de que la vida le dotó de riquezas, comprendió que la felicidad no la dan los objetos ni el poder sino la riqueza interior, la modestia y el equilibrio y que alegra mas el sueldo emocional que produce el interés por sus propios asuntos que un dinero real fruto asuntos ajenos.

No, no era un hombre introvertido. No, pero tampoco hablador pedante o parlanchín, respondía sin evasivas a lo que se le preguntara y su soledad no era impuesta sino buscada por que en ella radicaban sus recuerdos sus vivencias y su paz.

Conteniendo mi natural curiosidad de escritor, despacio, muy despacio y sin indagar demasiado, en nuestras largas conversaciones me fui enterando de que había sido Catedrático de Historia, amante del arte y de la música y un librepensador de los que jamás se había atado a nada y así, nuestra amistad fue fluyendo inteligentemente a pesar de nuestras propias diferencias, evitando roces y controversias como dos ríos antiguos que sorprendentemente coinciden algo cansados y ya sin fuertes corrientes en la planicie cerca del mar.

- ¿ Esa foto precisamente Aureliu...? ¿La del Bonito..? le pregunté discretamente.

- ! Pues si, Balbín !. Esa foto precisamente se hizo en el momento más feliz de mi vida, fue mi cumbre, el vértice del único diamante del anillo de mi existencia.

No es que antes o después no haya sido feliz, murmuró Aureliu , la verdad es que pocas veces he sentido que la desgracia me aplastara, pero, jamás me he sentido así como me sentí en esa foto.

Nos la hicieron poco antes de esa época, entrada ya la madurez, en la que uno, de un día para otro, se da uno cuenta de que la vida, entre luchas y descansos, no es una pendiente en la que uno sube hasta el final, sino una montaña que en cuanto llegas a su cumbre, dejas de engañarte y vislumbras que la otra mitad de vida que te queda es un descenso lleno de dificultades y sinsabores, que con suerte, debes a bajar con menos fuerza y salud hasta el fondo de otro valle en el que dejarás dispersos tus huesos.

-! Joder Aureliu !, que pesimista estás hoy, das miedo... le dije aún de pie casi cortándolo, ! Estoy por largarme antes de que me hagas llorar...! , ¿Eso que fumas es tabaco solo...?, ! Mira que tu y yo ya no debemos estar lejos del fondo ese puto valle de los huesos esparcidos...!

-! No seas simple Balbín !, me dijo mirándome con indulgencia, párate a pensar que yo te tengo por inteligente.

Ese momento en la cumbre de la vida es el de pensar que el sentido de la vida es que no tiene sentido o que tiene el mismo sentido que el de un árbol, un oso o una piedra de cuarzo y lo importante que va a ser aprovechar en tu descenso cualquier momento dichoso como el último, separar lo necesario de lo accesorio, desligar bien lo importante de lo banal y ayudar y ayudarte de los demás para llegar a bajo lo mas entero posible.

-! Aureliu ! le dije yo...,! Me estás poniendo malo...!,! Déjate se hostias filosóficas que yo estoy hoy un poco resacoso del aguardiente de orujo de anoche ! y ves al grano con la dichosa foto que es lo único que te he preguntado.

- Vale, vale...pues mira, esa foto representa para mí la cumbre de la felicidad porque refleja en un instante que había conseguido todos los deseos que hasta entonces había perseguido y mi sonrisa no era de pose sino de un autentico triunfo que infantilmente pensaba que sería eterno.

Aun no estoy seguro de como lo hice ni porqué lo conseguí, pero por fin, tras varias décadas de pesca, había conseguido enganchar en mi Curricán con un gastado cebo de madera que imitaba una sardina herida y una vieja caña de mi difunto tío, el bonito más grande que vi jamás y que necesitamos dos personas con garfios para tirarlo a bordo.

Sin embargo, lo de pescar a la Maruxa, la muchacha de la que anduve profundamente enamorado desde la facultad y lograr que estuviera en esa foto, fue mas difícil aun que lo del atún porque para conseguir su amor necesité suerte, paciencia y buena estrella, mezcladito todo con algúna dosis de destino fatal.

Si, Maruxa, muy guapa e inteligente se casó con el más guapo de la promoción que, putero y fanfarrón, le dio una vida de perros especialmente tras el desgraciado aborto que la dejó definitivamente seca. No me duele decir que su viudez tras un accidente de coche en el que el susodicho andaba como una cuba, no me dio la menor pena y mi cercanía y consuelo facilitó mi camino.

¿El perro?. Bueno, a veces suerte en la vida es como las cerezas que vienen de dos en dos y cuando me casé con Maruxa se vino con un cachorro que parecía una madeja de lana y que para los dos fue como el hijo que no podíamos tener.

Cuando vi aquella foto comprendí que ningún instante en el mundo yo sería nunca tan feliz y pese a lo descreído que soy, solo se me ocurrió pedirle a la Santina de Covadonga que por favor fuera yo, después del bonito claro, el primero en desaparecer de los de la foto.

! Pues ni puto caso oye !, quien quiera que ande mandando por estos cielos oscuros y nubosos, me dejó el último de todos como castigo a mi ateísmo.

! Fueron diez maravillosos años...!, hasta que un día, con gran disgusto, el perro ya muy viejo se quedó muerto a los pies de nuestra cama.

Yo creo que se fue por que los perros presienten la muerte de los humanos y no quiso soportar el dolor de lo que le venía a Maruxa , porque a las pocas semanas una leucemia se la llevó dejándome su cuerpecito blanco y encogido como un pajarillo.

No, Balbín, desde entonces no volví a pescar, ni volví a tener perro, ni volví a mirar a una mujer... Sabes...no fue tristeza !No!, que naturalmante la hubo... ! No!

! Solo fue mi inconmovible certeza de no poder encontrar jamás nada que pudiera igualar aquella foto! 

FIN