viernes, 29 de septiembre de 2017

REQUIESTCAN IN PACE (RIP)

El clérigo encargado de las exequias no sabía nada de la vida del finado antes de enterrarlo y me estuvo interrogando someramente acerca de él con el fin dijo, de poder decir algunas palabras durante el funeral que personalizasen un poco el manido y sobado responso que corresponde a los que mueren trágicamente demasiado pronto para su edad dejando en los demás una desagradable sensación de vida truncada. 

Yo, como único familiar vivo que le quedaba, había tenido que encargarme del funeral de mi sobrino sin embargo, no le pude contar demasiado de Oscar a aquél hombre. La verdad es que llegados a este momento, me sorprendí yo mismo de lo poco que conocía a mi sobrino a pesar de que nuestra relación que siempre había sido como la de un padre con un hijo.

La temprana muerte de sus padres había llevado a mi sobrino Oscar a criarse en mi casa en Denver viniendo de ese modo a llenar un vacío en nuestro estéril matrimonio.

Alice y yo intentamos lo mejor que supimos llenar el hueco que dejaron sus padres y el muchacho, agradecido, siempre fue bueno, responsable y cariñoso con nosotros que incluso financiamos sus estudios de comercio. Finalizada su carrera, Oscar abandonó un día nuestro hogar para trabajar por cuenta propia viajando por todo el país.

Tal vez mi difunta esposa Alice supiera algo mas de él, pero respecto a nosotros dos, a él y a mí, nuestra vida de agentes comerciales nos mantenía casi siempre alejados el uno del otro.

El hombre 
de la Agencia fúnebre vestido impecablemente de negro, me sacó de mis pensamientos para informarme de que el tanatopráctico había aconsejado la cremación del cadáver puesto que el finado nunca se había opuesto a ello y el lamentable estado de su cuerpo, con la cara destrozada y partido en varios pedazos, no permitía un arreglo decoroso para ser expuesto durante la misa.

Cuando entré en la pequeña capilla pensé que había llegado demasiado pronto porque junto a los elegantes arreglos florales y los velones encendidos iluminando la preciosa urna de las cenizas imitando a jade verde, solo esperaban la salida del párroco de pié frente al altar, cuatro enlutadas mujeres.

No...No había llegado demasiado pronto. La capilla estaba tristemente vacía a pesar de que  
yo personalmente  había comunicado el evento a todos los contactos y teléfonos que figuraban en la lista de su móvil y de su agenda.

El bello responso plagado de silencios teatrales, la música del réquiem de Mozart cantada por una minúscula soprano de gran voz y la gótica vacuidad de aquel lugar que magnificaba la intensidad de los contenidos llantos de aquellas afectadas mujeres que 
no alcanzaban a disimular mirando al suelo con su gafas negras y sus pañuelos en la nariz, consiguieron tal magia dramática en el acto que me puso la carne de gallina, me dejó el corazón encogido e incluso me arrancó alguna lágrima fugaz.

Cuando terminó la solemne ceremonia, bajo los arcos de piedra cubiertos de yedra de la entrada, las cuatro enlutadas mujeres esperaron 
a que yo saliera con la urna en las manos para darme el pésame.

os prometo que cuando salí de la iglesia me invadía la incómoda sensación de no saber lo que hacer con aquel objeto que el cura acababa de depositar en mis manos.

Fue entonces, cuando la mortecina luz de aquel pesado día borrascoso y de nubes de panzas negras iluminó con bellos tonos violáceos el marmóreo objeto y repentinamente tuve una inspiración, una especie de epifanía, como si el difunto me gritara desde dentro de su ataúd.


!Oscar hubiera deseado que repartiera sus cenizas por el angosto valle verde de california donde nació y pasó la infancia con sus padres!.

No debían venir juntas 
aquellas cuatro mujeres porque esperaban separadas prudencialmente. Me dirigí hacia una de ellas de cabellos rubios muy
elegantemente recogidos que vestía un corto traje negro de volantes cuya factura de alta costura no dejaba lugar a dudas y que se acompañaba de un pequeño tocado del que caía una pequeña pieza de gasa modo de velo que solo llegaba a cubrir sus ojos verdes y me dirigí a ella en voz baja mirando con disimulo su fino collar de perlas grises:

-¿Querrían Vds. acompañarme a lanzar las cenizas de Oscar cumpliendo así lo que creo que fue su último deseo?.  La agencia funeraria ha puesto a nuestra disposición una amplia limusina en la que cabemos los cinco.

- Disculpe que me presente caballero. Supongo que Vd. es el tio de Oscar. Soy Cayetana Alvarado Marquesa del Espinar y reciente esposa de su sobrino. Vengo de España y mas concretamente de Madrid y aunque todavía no había tenido la ocasión de conocerle a Vd., me tomo la libertad de aceptar su ofrecimiento, pero creo que tendría que preguntar también a las demás señoras, porque aunque ni siquiera nos conocemos están tan afectadas que pienso que sería lo pertinente.

Asentí a doña Cayetana y continuación, dejando las presentaciones para mas tarde, me dirigí a cada una de aquellas llorosas mujeres que una a una fueron aceptando mi invitación sin renuencias.

Cuando entramos todos en silencio en la Limusina, la marquesa y yo nos sentamos de espaldas al conductor encarando el amplio asiento trasero en el que se acomodaron las otras tres mujeres y a continuación, la negra limusina,
 conocedora de su trabajo y para no molestar el duelo, arrancó suavemente sin que apenas se escuchara el ronroneo de su motor

-Miren señoras, hagamos las presentaciones, Yo soy el tio de Oscar y esta señora a mi izquierda es la Marquesa del Espinar, la última esposa de mi sobrino.

Cuando dije eso, las tres mujeres que tenía delante dejaron de repente de llorar y pusieron tal cara de sorpresa que pensé que se habían convertido en tres enlutados Zombies.

-Aquí debe "habegr" un "egror"..., igual me he equivocado de "funegral"…Dijo, la señora sentada a la izquierda con un gracioso acento francés. Era una mujer morena de ojos grises que no llevaba velo ni joyas, tenía un rostro bellamente virginal y vestía el negro de forma casual con vaqueros ajustados y un elegante y costoso suéter de pico escotado. "Pegro…" la esposa de "Oscagr" soy yo. Yo soy "Magriana" . Soy "pintogra" en "Pagris" y desgraciadamente he tenido que" dejagr" a mis hijos con mi " madgre" para "podegr venigr" desde " Fgrancia"…

Mariana, se calló de repente cuando se giró y vio la palidez de la cara de las otras tres mujeres y cuando ya iba a continuar hablando, la voz aguda y desagradable de la mujer que estaba en el centro la interrumpió llena de ira echando chispas con sus feroces ojos azules.

Dirigí entonces mis ojos hacia ella. Como había podido observar cuando entraba en la limusina, aquella mujer tenía un cuerpo blando pero voluptuosamente sensual y lleno de curvilíneas redondeces y a sus gruesos labios rojos destacaban en su rostro blanco y pecoso, había que añadir a su retrato una inmensa melena pelirroja y rizada que se le escapaba por todos los lados de su ajustado velo dándole todo el aspecto de un fiero león enlutado .

-! Disculpen señores !, !Ya está bien de cachondeo!,¿hay una cámara oculta ? ¿Acaso nos están filmando para algún programa de bromas para la televisión? ! Y
y solo yo, Meggy, soy su única esposa! . Jamás he sabido que hubiera habido otras antes y mi marido Oscar y yo el mes que viene íbamos a celebrar los quince años desde que nos casamos en Nueva Orleans y nos hicimos además socios y   propietarios de nuestra sala de fiestas "Le Mua-Mua" .

tengo que deciros que por entonces a mi, la piel ya no me tocaba el cuerpo.
 Las palabras agarradas a un nudo de mi garganta se negaban a salir de mi boca y el chaqué de alquiler se me estaba poniendo perdido por los goterones de sudor nervioso que caían de mi frente.

Ya solo me faltaba conocer a la tercera mujer, la de la derecha de Meggy, pero desafortunadamente se había desmayado en su rincón durante la anterior escena y cuando me arrodillé para auxiliarla con la colaboración de las otras tres, me pude fijar en su aspecto. Llevaba, un traje de chaqueta burdeos muy oscuro con una blusa de seda blanca y pendientes y broche en plata muy discretos. Su cara no era muy bella, pero sus ojos ambarinos, su largo cuello, su castaño pelo a lo garçón y su cuerpo flexible y estilizado, la dotaban de la profesional elegancia característica de una mujer de negocios.

Cuando pasados unos instantes logramos que volviera en en si, la mujer balbuceó hipando entre lágrimas…Os diría que soy la única mujer Oscar, pero ya me he dado cuenta de que ese hijo de puta era un sociópata polígamo que nos ha estado engañado a las cuatro para vivir a nuestra costa porque yo, Susan, asesora de finanzas de la City londinense, multiplicaba en bolsa el dinero que sin yo saberlo os sacaba a las demás.

!Pare!..!Pare inmediatamente ! dijo con Cayetana con la voz enérgica del que está acostumbrado a mandar…

-¿Quien Yo? dijo el chófer…¿Aquí? ¿En lo más alto del Cañón de Colorado?

-Si, !Aquí precisamente!

Cuando la Limusina paró, Doña Cayetana me arrancó la urna de las manos, y salió del coche pidiendo a las demás que la siguieran. Alcanzaron con paso ceremonioso el borde de aquel precipicio que daba a un monstruoso barranco cortado cuyo invisible fondo se perdía en las entrañas de la tierra, y las cuatro juntas como una piña pusieron su mano en la urna y la lanzaron al abismo diciendo:


-!!Adiós Cabrón!!

-Pero…¿Que han hecho…? les dije yo que las había seguido unos pasos por detrás…

- No se preocupe Señor, dijo Cayetana con gesto duro en el rostro, solo hemos ayudado a Oscar …

- ¿ Ayudado a Oscar….a qué? pregunté yo dirigiéndome a Cayetana que llebvaba la voz cantante.

- !! Ayudado a Oscar a que llegue más pronto al infierno !!

Y dicho esto, subieron las cuatro a la Limusina que arrancó inmediatamente y se alejó perdiéndose en la polvareda del desierto dejándome allí 
solo con cara de gilipolla.

fin