viernes, 24 de noviembre de 2017

EL SECRETO DE LAS TRES TORRES

Que la cosa tenía misterio, es algo que no podía negar y tampoco que a pesar de mi madura edad y mi amplia experiencia, desde que Miguel me vino con el cuento hace algunas semanas, la curiosidad corría febril por mis venas con una fuerza rejuvenecedora que me transportaba a mis mejores años antes de caer sepultado por las rutinas, los laboratorios y las polvorientas aulas de la universidad.


La verdad, es que cuando Miguel en el seminario de arqueología, que como jefe de cátedra imparto en la facultad de historia, me habló de tres extrañas formaciones cilíndricas a los pies del faro abandonado; las expectativas que se habían generado en mí me tenían con la ilusión de un hombre maduro que volvía a sentir el amor cuando ya lo creía imposible

No era para menos creo. En aquel pueblo cuyas costumbres idioma y religión estaban preñado de cultura celta, jamás se habían encontrado vestigios arquitectónicos de su presencia y aquellas misteriosas construcciones, podían ser la prueba históricamente necesaria para abandonar las suposiciones y leyendas, darles identidad a estos pueblos y a mí, darme el éxito académico que necesitaba para meter mi nombre en la historia.

Miguel, un inquieto joven que trabajaba de mariscador para pagar sus estudios, había fijado en ellas cuando en aquel inhóspito lugar buscaba un punto de sujeción para los cables de acero que dejaba caer hasta el agua para poder descender como un simio por las resbaladizas paredes arriesgando la vida para recoger percebes entre la espuma, la lluvia y neblina.

Una tortuosa y empinada senda nos llevó hasta el lugar dificultosamente cargados con nuestro equipo. La excitación no me dejaba sentir la fatiga, Habíamos decidido estudiarlas concienzudamente y lo primero que observé fue su factura de piedra seca sin mortero encajadas cuidadosamente para crear una solidez sin huecos que podría retrotraernos a aquellos tiempos prehistóricos en los que las herramientas de metal aun estaban ausentes. Su negrura fruto de la acción de la humedad marina sobre la piedra caliza se salpicaba de mohos y líquenes grises camuflándolas a la vista de los no iniciados.

Aquellas construcciones encerraban una incógnita, algo extraño…, 
tras una primera inspección, su finalidad no estaba clara .: ¿Torres de observación... ? no creo, con apenas un metro de diámetro eran pequeñas para ello. ¿Fortificaciónes... ? No, no tenían troneras y no eran huecas.

Intrigados, comenzamos avidamente su exploración buscando cuidadosamente restos de inscripciones o huellas del trabajo de las herramientas con nulo resultado. Las torres tenían diferentes alturas, la más escondida estaba bajo un tejo, apenas medía un metro y medio de altura y por la negrura de sus mohos y la redondez de sus aristas, parecía la más antigua.

Las otras dos torres aunque disimuladas por los helechos estaban separadas por veinte o treinta metros y eran más altas. La de la derecha, mediría como dos metros y la más alta, que era la mas cercana al borde de la senda, con unos tres metros permanecía inacabada en lo alto como si alguna guerra o fenómeno natural hubiera interrumpido apresuradamente aquel trabajo.

Cuando ayudándonos de escalas de cuerda trepamos para estudiar la superficie de su parte alta, notamos que en las torres acabadas que sus circunferencias enlosadas eran rugosas y presentaban restos de cenizas que estimamos como claros signos de calcinación por lo que comenzamos a especular que hubieran podido ser faros prehistóricos para guía de las canoas.

-¿¿ Faros…?? Ja Ja Ja…

Cuando miramos hacia donde había venido la voz que nos sobresaltó, un arrugado y encogido anciano con boina y chaleco negro estaba parado de pie apoyado en su bastón con un saco pesado a la espalda mientras reía como un loco mostrándonos los dos o tres dientes que aún le quedaban en su boca.

-!! Tumbas !! !!Eso son Tumbas !! Aunque sin cuerpo ni restos, esas torres son monumentos funerarios…

- ¿Y Vd. como lo sabe? dije bajando casi de un salto.

-Eso no se lo puedo decir, pertenece a mi intimidad. Es un secreto lugareño que no conviene difundir.

- Pero buen hombre, por favor dígame por lo menos si las construyeron los Celtas..o si fueron cosa de Godos o Romanos o tal vez de las tropas moras de Almanzor que hasta aquí llegaron.

-Mire Señor, veo que es usted hombre de ciencia y me apena no poder decirle nada al respecto pero me apiadaré de Vd. diciéndole que estas construcciones son solo cosa local, no tienen más de un siglo y medio y por tanto no tienen ningún interés para lo de Vd. busca.

Me quedé tan planchado que de pronto todo el cansancio y la desilusión cayó sobre mi como se derrumba un andamiaje. Mis fuerzas me abandonaron al tiempo que volaban mis expectativas y me tuve que sentar en una piedra grande a fumarme un cigarrillo incapaz de afrontar el regreso hasta el coche.

- !Miguel…! ! Nos vamos…! Haz el favor de in bajando los bártulos hasta el coche mientras yo me repongo anímicamente un poco…

Cuando nos quedamos solos le pregunté al viejo que estaba sacando una piedra del saco que llevaba, por qué aquel tema era tan secreto.

-Son cosas de los pueblos ¿ sabe? , si la gente se enterara tomaría por locos a los de mi familia, aunque bien pensado…, ya les queda poco tiempo para hacerlo porque no tengo hijos, tengo una enfermedad incurable y ya hace tiempo que oigo como la tierra me llama.

- Mire buen hombre, no se lleve a la fosa con su secreto, yo soy hombre serio, puede confiar en mi discreción, le dije yo para animarle.

- ¿Sabe…? Tal vez lleve Vd. algo de razón y sea la persona adecuada .Le ofrezco un trato : Yo le desvelo mi enigma y Vd. se compromete a no revelárselo a nadie hasta el día de mi defunción comprometiéndose 
además ese desgraciado día, a hacerme un pequeño pero desagradable favor.

- Acepté. Tal vez aquella historia me fuera de provecho y me levantara un poco el animo.

Mire Señor, Esas torres son de mi familia, aquella pequeña es la de mi abuelo, esa más alta la de mi padre y la que está sin acabar es la mía.

-¿ Y por qué hacen Vds. esas torres  ¿Adoran a algún dios pagano y ancestral?

- !No! !No! !Quite!…Ja Ja..No. Mi abuelo era un hombre extraordinario que aunque era pescador. tenía de modo natural una mente tan profunda como un filósofo griego y observaba constantemente a su alrededor buscando la felicidad del hombre.

Un día, mi sesudo abuelo se dio cuenta de que la felicidad del hombre no dependía de su entorno exterior, ni de el dinero, ni de las cosas que poseía, sino que la felicidad vivía presa en nuestro interior y era el sentimiento ahora nosotros llamamos autoestima, que solo se alimenta de las cosas buenas y generosas que importantes o no, cada uno conseguimos hacer en nuestra vida.


Esa autoestima alimenta de miel nuestra conciencia y nos permite apreciar todo cuanto de bueno nos rodea y que resulta invisible para quien no la tiene o la busca fuera de si mismo. 

Pero mi abuelo, también observó que la memoria del hombre es tal, que con el tiempo tiende a minusvalorar lo que de bueno hemos hecho para sentirnos mal con nosotros mismos por dificultades, sinsabores, errores y estados de ánimo negativos que al final son pasajeros, haciéndonos pensar que no hemos hecho nada bueno antes. 

- Efectivamente buen hombre, su abuelo tenía razón. Pocos hombres inteligentes no estarían de acuerdo con él, pero…¿ qué tiene que ver eso con esas condenadas torres ?

-Ja Ja Ja le desvelaré el enigma. Desde que pensó todo esto, mi abuelo venía discretamente hasta aquí y para que nunca se le olvidara, ponía una piedra en un circulo por cada cosa de provecho buena y generosa que había hecho. Pronto tuvo que colocar otro circulo de piedras encima, luego tres…y con el tiempo creció una torre a la que solo quitaba de vez en cuando alguna piedra cuando había cometido alguna acción de la que no estaba orgulloso y la tiraba a alguno de esos montones que están al lado de cada torre y que él llamaba "el montón de estiércol" y a los cuales odiaba.

Con este sistema, el abuelo logró siempre ser un hombre feliz y equilibrado lejos de todo tormento. La visión de ver alzarse la torre y ver lo pequeño del montón de estiércol, le daba la fuerza necesaria para ser feliz y eso, se lo enseñó a hacer solo a su hijo, que hizo lo mismo y mi padre me lo enseñó a hacer a mí que también la he hecho.

Es una pena que no haya tenido hijos para enseñárselo, pero tal vez contarle mi historia a Vd. sea la última piedra que me queda por añadir a mi torre.

Y ahora que se lo he contado…. le recuerdo su compromiso que incluye el desagradable favor de echar mis cenizas en todo lo alto cuando yo muera.

Cuando volví a casa, iba repasando mis buenas y malas acciones. A la mañana siguiente. Mi vecino me miró como si estuviera loco cuando al salir de su casa me vio comenzar una torre de piedras en mi jardín. y en voz alta me dijo con guasa.

-!Hombre! !El arqueólogo se ha traído trabajo a casa! JaJaJa…

Yo, no dije nada y mirando mi secreto enigma, sonreí como un gilipolla…



FIN.

viernes, 17 de noviembre de 2017

BUCLES

! Joder! ! Vaya ostia! ! No había visto nada igual!, ! De esta no sale!.
Cuando se produjo el terrible accidente, los comentarios entre los espectadores se habían sucedido tras el grito unánime de horror en la voz de doscientas mil personas.

Ahora, el público de las gradas de aquel circuito, observaba sobrecogido como las ambulancias se dirigían aullando hasta el cuerpo inmóvil de "Halley" y cómo el helicóptero amarillo de urgencias medicas intentaba aterrizar en su proximidad elevando una nube de polvo sobre el gentío.

Cuando intentaron reanimarle, todo el sinuoso circuito plagado de curvas, se cubrió de un silencio expectante. Vacío y con la carrera suspendida, parecía una serpiente gris muerta y desmadejada sobre la yerba verde esmeralda mientras todos los ojos


se dirigían al montón de monos blancos y cruces rojas que, salvo las botas, cubría a "Halley" hasta la invisibilidad. 

Hasta que los médicos se apartaron jadeantes dejando al descubierto el cuerpo del piloto con la cara tapada por un paño y miraron tristes al suelo oscilando la cabeza de frustraciónno se oyó  ni el vuelo de una mosca en las gradas

Minutos antes, con las vertiginosas vueltas, el estruendo de los motores, el rugido los espectadores, el fugaz pero colorido espectáculo de las motos pasando como centellas y la primera posición de Halley cuando alcanzó la cabecera de la carrera, se había desencadenado sorprendentemente en Héctor un orgullo y una emoción que no había sentido nunca por nada.

Como si algo se hubiera liberado en su interior, Héctor pensó que por fin después de tanto tiempo, gracias al maravilloso bucle que del destino había esperado, ahora sabía lo que era el amor que por un hijo se podía sentir y una oleada de euforia y felicidad se había apoderado de todo su cuerpo haciéndolo llorar de emoción por primera vez en su vida…

Desgraciadamente, a Héctor la felicidad le duró poco.


Cuando después de los eternos minutos de angustiosa espera, entre las lágrimas vio en el marcador electrónico la triste noticia de la muerte de "Halley", supo que a su único hijo no le sobreviviría mucho.

En un macabro y sorprendente giro del destino, en uno de esos paradójicos arabescos de la vida de los que tanto había gustado Héctor, "Halley" se había matado estampándose contra la valla cuando iba en cabeza en la vuelta 76, justo el número de años que transcurrían entre cada elíptica visita a la tierra del cometa "Halley", en cuyo honor Héctor lo había bautizado veintitrés años antes.

Héctor no salió siquiera del estadio. Cargado de culpa escribió una pequeña nota para mí en un papel : " Amigo, ahora sé que los círculos, las sinuosas trayectorias curvas, y los elegantes bucles a las que mi inclinación siempre me ha sometido, se van cargado en su viaje de desgracia y amargura para traer a su vuelta el dolor y la muerte" Te ruego que en mi memoria, escribas el relato por mí…

Héctor coleccionaba literariamente bucles. El por qué lo hacía, hace años ya que me era indiferente, para rarezas, ya tengo bastante con las mías.

Pero debéis saber que Héctor jamás se inventaba las rizadas historias que escribía, siempre eran hechos reales que tras buscarlos como un sabueso e investigarlos como un policía, los coleccionaba como joyas y los contaba luego con gran maestría en el manejo de los efectos cómicos y dramáticos de modo que cautivaba al lector hasta la última letra.

Para él, la sociedad era como un inmenso mar de cristal y los  grandes o pequeños 
hechos, desgraciados como una catástrofe natural o felices como un premio de la lotería, caían en su superficie como si fueran meteoritos y luego sus consecuencias, se iban esparciendo por la humanidad como las ramas de un árbol hechas de filas de fichas dominó, de modo que, tras la acción inicial, cada ficha caía tirando a la siguiente hasta que se agotaban. 

De estas trayectorias racemosas y aleatorias con las que sin orden ni concierto se repartirían los efectos de nuestras acciones, las mas preciosas para él por su rareza, 
las que le gustaba contar y eran la base de sus obras literarias, eran las que como los rizos largos o graciosas formas en bucle o tirabuzón, de algún modo volvían a su origen afectando de un modo sorprendente al emisor.  

Cuando lo conocí en el instituto apenas éramos unos chavales y Héctor ya había desarrollado su extraña pasión curva y circular. Él siempre lo atribuyó al Circo, es decir, a la mezcla de miedo y emoción que produjo en su ánimo un salto mortal ejecutado por unos trapecistas tan pirados, que se atrevían a ejecutarlo sin red y que, a sus ocho años, 
la impresión que en él causó aquella trayectoria debió troquelar algún tipo de bucle o un remolino en lo más profundo de su encéfalo mientras miraba hacia arriba con la boca abierta.

Pero el no querer ver algo, no quiere decir que no exista y cuando, con el tiempo, nos enteramos Alberta, su mujer, y yo de que su padre de héctor había sido un joyero que se dedicaba a hacer anillos, pulseras y collares y que 
en el pueblo su abuelo, era el herrero que hacía los aros los toneles de vino, ya no dudamos nunca de que su obsesión por lo curvo, aunque él no lo reconociera, era genética y por tanto intratable y que como comentábamos entonces jocosamente, su familia podía remontarse al prehistórico inventor de la rueda.

Alberta, una periodista avispada que fue su única mujer, se prendó de Héctor 
desde que se conocieron en las clases de literatura y le rondó como un satélite hace con un planeta hasta que su hipnótica trayectoria consiguió generar amor en su distraído corazón . 

Pero… los círculos perfectos y armoniosos entre ambos solo fluyeron hasta que Alberta, que como periodista era en realidad una mujer directa y lineal que amaba las rectas, las ramificaciones abiertas y los ángulos que esconden a la vista las sorpresas del destino, se convenció definitivamente de lo de Héctor no era una originalidad genial, que Héctor jamás cambiaría y que  con él 
su vida estaba condenada a transcurrir monótona como los giros de una noria de hámster.

Alberta, para no herirle, había planeado alejarse de Héctor en una espiral de caracol de giros cada vez más y más amplios hasta que ambos, casi indoloramente, se fueran perdiendo de vista en lo que lo que Héctor hubiera denominado con su ironía habitual una "Fuga helicoidal",
pero sucedió que cuando " Halley" , el niño de ambos, se destetó y comenzó a dar sus primeros y torpes pasos, Alberta observó con inquietud en él una machacona tendencia a lo circular que le llevaba a despreciar muñecos y cuentos y pasarse horas jugando con un viejo salvavidas 
hinchable de playa  mientras se negaba a comer todo lo que no tuviera forma de Donut.

Impulsada por el horror de que la influencia de su padre llevara "Halley" a desarrollar su insana genética circular y convertirlo en otro extravagante pirado, la mujer, desapareció un día llevándose a la criatura de forma tan rápida y repentina, que la cosa se asemejó mucho a un secuestro.

Durante veinte años Héctor no supo nada de ellos. Su temperamento flemático y fatalista tampoco lo llevó a indagar demasiado y simplemente siguió con sus cerradas historias curvilíneas rodando sobre su propio eje tranquilo y convencido de que sin mover un solo dedo, por muchos tumbos y vericuetos por los que la vida llevara a la madre y a su hijo, un bucle inevitable del destino los acabaría trayendo tarde o temprano de nuevo a la puerta de su casa.

La muerte en Irak de Alberta que a la sazón era una afamada corresponsal de guerra fue un golpe duro para Héctor, no porque la amara, no, sino porque él esperaba que el gran bucle de su vida se completara y con aquella muerte, quedaba interrumpido.

Pero Héctor se equivocaba…el bucle de su destino seguía en su trayectoria . El salto mortal de trapecista no había acabado...Un "Halley" para él desconocido, se plantó un día ante su puerta con deseos de conocerle. El chico era todo un hombre y su genética circular a falta de literatura le había llevado por los redondos caminos de los circuitos deportivos.


Al parecer, primero fueron las carreras de atletismo en las pistas del colegio, pero luego, fueron campeonatos de motociclismo donde su innata percepción de las curvas lo hicieron destacar y ahora, que era ya un afamado piloto de motociclismo y uno de los más firmes candidatos a ganar el próximo campeonato mundial de la máxima cilindrada, su única ilusión era que a falta de su madre, fuera su padre el que lo viera triunfar en el circuito más importante del mundo.

Lo que luego supe amigos, es que Héctor, a pesar de lo que en su nota me había escrito
lleno de culpa renegando de todo lo curvo, no pudo evitar que su pasión le acompañara hasta el final. 

Según la instrucción del atestado, cuando el relojero cuidador del viejo e histórico reloj de la antigua torre del circuito que se había detenido mientras su campana sonaba dando vueltas sin parar y acudió presto a repararlo, encontró su mecanismo de gigantescos, dorados y redondos engranajes de bronce lleno de sangre y atascado por el cuello desgarrado de un inconsciente que voluntariamente había metido la cabeza entre sus dientes.

viernes, 10 de noviembre de 2017

LA NORIA EN EL CREPÚSCULO



La noria estaba triste. Tal vez no le ayudaba nada el borrascoso atardecer. Las masas nubosas habían venido del Oeste pasado el mediodía y ahora, se cernían pesadas y negras sobre sus cabinas amenazando con tenerla toda la noche azotada por los gruesos goterones de lluvia que helaban su metálica estructura de mecano. 

El caprichoso viento racheado del temporal oceánico pondría una vez mas a prueba durante la dilatada oscuridad de Noviembre sus largos radios que para resistir sin desplomarse, renunciarían sufrida y calladamente a su rígida naturaleza combándose solidaria e imperceptiblemente como mimbres domesticados.

Si…,una vez más la dejarían sola y oscura. Una vez más vería, algo envidiosa, a la luz de los focos bajos del parque el mosaico del resto de atracciones, que entoldadas, calientes y apiñadas se protegerían unas a otras como un multicolor rebaño de ovejas.

No. No debía pensar así…Se sentía culpable… ¿Qué pensarían de ella sus casi prehistóricas antecesoras si la oyeran…?. Ellas, cuyas maderas jamás habían emitido un crujido de queja en los siglos y siglos que habían rodado sin cesar sacando agua del Nilo o del Éufrates con la única compañía de un abúlico y silencioso buey dándole vueltas y vueltas con cara de aburrido.

Bueno…la verdad, pensó acallando un poco su conciencia, es que ellas por lo menos tenían la compañía del buey para aliviar su soledad.

! Sol ! .! Mucho Sol !. Ella necesitaba el Sol y la alegre sensación de calor que corría por sus hierros repintados cuando giraba allá arriba en las interminables tardes del estío escuchando el griterío de los niños y la música de carrusel mientras aspiraba el olor de caramelo del puesto de algodón dulce, que mezclado junto al de fritanga alejaban su soledad haciendo que se sintiera parte de un todo.

El primer embate de Eolo la estremeció. Si hubiera podido, se hubiera puesto femeninamente un chal como hacían las pasajeras elegantes cuando ella paraba de girar dejando sus góndolas en lo mas alto. ¿ Porqué no era varón?, ¿Porqué tenía que ser hembra?. Un varón hubiera gozado de su altiva estructura, de sentir su posición de dominio mirando desde arriba al resto, de gozar internamente de su fuerza y resistencia y competir con los otros artilugios compañeros a ver quién tenía el giro mas amplio.

Si…, la Noria debería haber sido masculina... Hubiera sido más adecuado... Lo hubiera llevado mejor. A ellos, no les gusta compartir sus sentimientos y no necesitan tanto esas compañías y relaciones con las que las hembras podemos reír, llorar y sobre todo ,quejarnos y que nos escuchen.

!Si por lo menos esto no fuera tan monótono…!. Si por lo menos pudiera cambiar un poco mi trayectoria como hace la Montaña Rusa y abandonar, aunque solo fuera un segundo, esta circunferencia maldita y rutinaria para realizar alguna exótica curva o una bella y sorpresiva caída … Si por lo menos cuando girara sin parar me acompañara la música del carillón y pudiera moverme como lo hace el Tiovivo bailando con el carrusel, el pulpo y el látigo como Derviches en una sincrónica coreografía de engranaje…

Hoy estaba agotada. Si…, debía ser eso…Otros días lo llevaba mejor, pero el día había sido muy duro y al medio día ya tenía los ejes reventados y el motor sobrecalentado.

No, No es bueno pensar demasiado cuando uno está cansado. No es bueno pensar en las dificultades cuando uno se siente débil para afrontarlas. Mañana Sábado, seguro que se sentiría mejor, no estaría tan melancólica y olvidaría los zarandeos, patadas y gritos agudos de esa legión de incansables diablos que recién desayunados y sobrantes de energía eran abandonados a su suerte todos los viernes por la mañana en la puerta del parque de atracciones por una legión de autobuses de colegio con el fin de ofrecer un poco de alivio a las agotadas y martirizadas aulas.

Cuando la noria ya iba notando que la grasa de sus ejes había comenzado a licuarse para formar negras lágrimas de la tristeza.., algo…, tal vez del zig-zag de la estela cegadora de un rayo cayendo en el mar, orientó la brújula de su pensamiento extraviado sacándolo de las brumas y mostrándole su destino.

¿Que tenía ella que no tuvieran los demás ?. ¿Porqué seguía en pie a pesar de su primitivo y anticuado fundamento?. ¿Por qué seguían las gentes visitándola generación tras generación ?.

De repente y como si despertara de un mal sueño, una corriente de orgullo la recorrió por los eléctricos cables en los que se arrosariaban sus cientos de bombillas…Su misión…, el destino que la distinguía y la hacía singular era poder llevar al hombre a ver el mundo volando como un pájaro.

Pero sobretodo…, lo que secretamente a ella le hacía más feliz y distinta era su complicidad en la calidez de los besos…, de los abrazos… y de las ternuras con que las parejas enamoradas arrullándose en sus góndolas encontraban intimidad que necesita el amor…

Si, pensó animada…!Eso valía por todo lo demas…!

FIN



viernes, 3 de noviembre de 2017

UNA DE FANTASMAS

Se oyó un terrible grito…, bueno, en realidad fue un horrible alarido seguido de varios más hasta que un llanto nervioso e histérico fue substituyendo a los aullidos.

No…, no era de noche, ni era una casa lóbrega y antigua, tampoco había neblina, ni los cipreses se recortaban tenebrosos en el cielo, ni ululaba un puto búho… Era de día y el sol entraba radiante al mediodía por todo el enorme y moderno rascacielos acristalado iluminando todas las oficinas cuyos aires acondicionados ronroneaban a máxima potencia para paliar el calor del efecto invernadero en aquellas estancias.


Cuando los demás llegaron en tropel hasta ella, Doña Gertrudis, la secretaria de dirección y una de las personas más temidas de aquél edificio, estaba desmayada, sudorosa 
y pálida,  caída boca arriba entre el inodoro y la mampara lateral de uno de los cuatro pequeños cubículos en que estaba dividido el baño de señoras de la oficina de la planta 23. Las bragas arrugadas en el tobillo izquierdo y la falda desordenadamente subida hasta el ombligo, permitía ver la negrura de su sexo entre las piernas desmañadamente abiertas.

El primero en llegar fue un hombre, que para no mirar, se apartó pudorosamente sorprendido permitiendo así que sus compañeras de oficina la atendieran y la reanimaran.

-! Ese cabrón quería arrancarme el coño ! !Os lo juro! ! No quería tocármelo no.., quería extirpármelo !, !Dejarme si él... !.

Las compañeras, mientras la tranquilizaban comenzaron a mirase disimuladamente entre sí con extrañeza y complicidad.! Allí no había nadie !, en aquellos cubículos solo cabía una persona e incluso una compañera que acababa poco antes de salir del tocador dijo que no había visto nada raro.

- ! Os lo juro!, !Tenéis que creerme!. Estaba sentada y ya había comenzado a orinar, cuando noté algo como una mano que viniendo de de atrás se deslizaba por mis nalgas, mi ano y mi vagina y me agarró todo el chocho como una garra abierta y luego lo estrujó como un higo dejándome sin habla de dolor y cortándome la meada.

Cuando la lograron levantar a la mujer con una crisis de ansiedad para llevarla a la enfermería de la empresa con el fin que le administraran algún sedante, vieron que en el cubículo solo habían quedado algunos pelos rizados de origen evidente descansando bajo el agua amarillenta en el fondo del inodoro.

La cosa quedó ahí, bueno no… No quedó igual, porque la dura dominación de "La Sargento Gertrudis" que tenía puteado a todo el edificio mostrando la más estricta intransigencia y falta de empatía con todo Cristo, se vio relajada por el ridículo público, las burlas, los cuchicheos y las risas a sus espaldas con la consecuente pérdida de autoridad moral de la susodicha, cuando se enteró por el desliz de un interfono, de que ahora la llamaban "Chochoroto".

Pero la hilaridad general "Por lo bajini", no hizo mas que aumentar exponencialmente, cuando semanas después y delante de tres testigos, a "Chochoroto" en pleno ascensor unas invisibles fauces babosas le mamaron de modo virtual los pechos y succionaron sus pezones mientras algo le magreaba a la vez el culo y resbalando por la pared de cristal tuvo un extraño orgasmo que la dejó sentada en el suelo con los pelos revueltos y los ojos en blanco.

Días después, una presencia le arrebató de las manos a una, ya trastornada Doña Gertrudis, más de doscientos folios de facturación y los hizo volar durante cinco minutos por toda la oficina cómo pequeñas alfombras de Aladino.

Por último y lo que la llevó al retiro por incapacidad mental con el cerebro derretido por el delirio y un ataque histérico de asco, fue la sensación de que bajo su mano, el ratón del ordenador se había convertido de repente y en plena reunión de la directiva, en una peluda y enorme rata sarnosa cuya cola rosada y áspera se perdía tras el monitor.

Cuando todos pensaban que "con la loca se había marchado la locura", coincidiendo siempre con el intenso resplandor del mediodía, aparecieron nuevos y misteriosos fenómenos sin explicación alguna que fueron acojonando a todo el personal de tal modo, que sobre los escritorios, ordenadores y discos duros, comenzaron a aparecer objetos como estampas de la virgen, cuernos de cabra, cruces de plata, amuletos indios , misales nacarados de comunión, ristras de ajo etz, porque inexplicable a la muerte a de Don Obdulio al que encontraron con el cráneo estampado contra el cristal de la fotocopiadora rodeado de una neblina azufrada mientras la dichosa máquina en modo automático iba esparciendo por el suelo con su siniestro y monótono "rirac" más de quinientas copias de sus sesos desparramados, se fueron sumando otros mas sangrientos todavía como el de Don Martín a quién la puerta del ascensor lo cizalló en dos dejando cada una de sus mitades solo unidas por las cuerdas que formaron sus hediondas tripas, a una distancia de dos pisos una de otra, o lo de Don Agustín, el tesorero, un hombre con obesidad mórbida al le ardió toda la grasa de su cuerpo como si fuera gasolina cuando al encender un enorme habano en el lujoso vestíbulo del edificio, le prendió casi espontáneamente su enorme papada porcina dejando su voluminoso cuerpo en un decepcionante espantapájaros requemado y humeante.

A estos horrores, se fueron sucediendo otros desastres que fueron acabando uno a uno con todos los miembros de aquel consejo de administración tan permisivo y tolerante con las maniobras del hijo de puta, es decir, del presidente de aquel banco.

"El Diosecito", qué dirigía aquella maligna máquina de joder al prójimo encerrado en la torre de marfil del último piso del edificio donde sus acristalamientos y panorámicos ventanales le permitían sentir, cuando miraba hacia abajo, una cuasi-sexual sensación de dominio sobre la ciudad, era de todo menos tonto y aunque no creía en fantasmas vengativos ni presencias espectrales, aquel capullo si veía claro que iban a por él y habían comenzado por aislarle eliminando antes la base de la pirámide de la que él y solo él, era el pináculo de oro.

Había heredado la mayoría accionarial del banco de su padre, un honrado banquero que había levantado aquello con gran esfuerzo, buenas prácticas y una flexibilidad cristiana con sus deudores, para acabar dejárselo al psicópata malcriado de su hijo.

Paradójicamente, " El Diosecito" lo convirtió en un gran imperio financiero mediante los procedimientos bancarios mas duros, despiadados, crueles, hijos de puta e incluso ilegales que su avaricia usaba sin remordimiento alguno, dejando a su paso una estela de quiebras, suicidios, ruinas y llantos, que lejos de remorderle en la conciencia y puesto que carecía de ella, alimentaban la autoestima de su insaciable ego.

Así, que tantos eran los que tenían motivo para odiarle y desear su muerte, que al " El Diosecito", le resultaba imposible hacerse una idea de cuál de todos sus enemigos lo estaba cercando y no sabiendo por donde le venían los tiros, optó por protegerse atrincherándose a cal y canto, guardado por una fuerte seguridad, en su torre de marfil hasta que pasara el temporal, para mientras estudiar los dosieres de sus mas importantes cabronadas financieras por si algo le podría señalar el culpable del acoso.

!Vana labor…!. Él ignoraba que las almas fantasmales que se agarran a la tierra con las raíces del odio para no marcharse y vagar sin descanso en busca de venganza, no suelen ser aquellas a las que han hundido hasta el suicidio la caída de sus grandes negocios y su ego, sino las que mueren silenciosas de pena de ver el sufrimiento de los suyos como la de aquel pobre anciano jubilado, cuando un injusto desahucio dejó sin techo a su mujer enferma para que el frío la rematara.

!Si!, aquel capullo ignoraba la fuerza maligna y destructora que puede tener el alma cabreada de un viejo.

No, de nada le sirvieron las paredes, ni los guardianes.

A las doce del mediodía de un día radiante, justo en el quinto aniversario de la muerte de aquella vieja, el presidente desapareció para siempre.

Alguien en el edificio comentó de pasada que le había parecido que algo caía gritando. Tal vez si hubiera caído mas despacio, ese alguien hubiera visto la cara de horror y los desorbitados ojos del " El Diosecito" mientras su cuerpo caía agarrado y envuelto por una arrugada presencia espectral.

Misteriosamente, nadie encontró cuerpo alguno. No se estrelló contra el asfalto. La cicatriz de la grieta en la tierra que se lo tragó, aun vivo, hasta lo mas hondo, eterno y cruel del averno, se cerró después de engullirlo como si nunca se hubiera abierto.

¿Sabéis…? Ese mismo día, el impresionante edificio del banco tembló como si lo sacudiera un pequeño seísmo. Los empleados no se extrañaron, como ellos mismos..., ! Aquella mole se había estremecido de alivio...!.