viernes, 29 de junio de 2018

VIOLETA O EL GLAMOUR (VERSIÓN 2018)

A aquellas horas tempranas de la mañana una mujer sola y arreglada solo podía ir en éste país a una misa o a un entierro. 
Violeta, Doña Violeta, atravesaba en soledad el Mercado de Colón silencioso y desierto en lo temprano del domingo de Abril. 

En el exterior, los automóviles, dormían aun plácidamente, y solo algún velomotor zumbaba lejano en la ajardinada Gran Vía del Marqués del Turia rodando bajo los Magnolios hacia el puente del río. 

El interior del edificio modernista, recordaba la gran nave central de una catedral gótica. En sus laterales, a modo de capillas, las paradas y los puestos de venta estaban oscuros y silenciosos, con sus persianas bajadas, como si cerraran los ojos y callaran sumisos a su paso. Desde el interior, la puerta del otro lado, brillaba con una luz cegadora y cálida que tras iluminar unos limoneros se proyectaba sobre el brillante y desgastado suelo.

Desde mi ventana, su figura así iluminada tenía un bello matiz de contraluz y el aire de poniente, traía el aroma a azahar de los campos de naranjos que cercaban la ciudad.

Cloc, cloc, colc,cloc.

Violeta, caminaba con un taconeo lento y cadencioso cuyo sonido reverberaba en lo hondo de la nave.

Cloc, cloc, cloc,cloc

Sobre sus finos tacones de aguja, un pié viajaba delante de el otro, exacta y cuidadosamente, como si anduviera sobre una cinta de seda.

Cloc ,cloc ,cloc ,cloc,

Cada paso conseguía de su figura un balanceo femenino y armonioso que hacía oscilar graciosamente las puntas de su estola de astracán negro al mismo ritmo que su ondulado pelo y su vestido cárdeno, tal vez algo más ceñido que lo que se tenía por correcto en aquellos años sesenta, hubiera hecho decir a más de una matrona envidiosa que era "algo atrevido". Pero aquel extraño tono morado aparentemente elegido al azar, combinaba de forma perfecta y estudiada con la palidez de su rostro y con aquellos ojos verde-ceniza que te miraban algo tristes encaramados en unos altos pómulos, envolviendo su imagen de un cierto halo de misterio que atraía e inquietaba al mismo tiempo.

¿Enamorado?, !Pues claro que estoy enamorado de ella !, si no, no se podría explicar lo que acabo de escribir…y lo estoy, desde que vine a este estudio en el primer piso de su edificio hace ya casi seis años y la vi…, bueno, la espié por el patio interior.

Fue la primera vez que subí al terrado a tender la ropa. Allá abajo estaba, en el cuarto piso, sentada tranquila en el tocador de su habitación.

Por la indiscreta ventana interior, ignorante de mi furtiva mirada, se cepillaba el pelo con suavidad y ya casi se había acabado de arreglar. No se había vestido aun. Un sencillo collar corto de perlas claras destacaba sobre una saya del mismo color, que marcaba pudorosamente sus pequeños pechos.

Como un pastorcillo ante la aparición de una Virgen en una recóndita cueva, yo caí de rodillas emocionado y con ojos húmedos y desde entonces, no soy más que su fiel devoto y su secreto esclavo.

¿Saber de mi?, ! No!, ! No creo…..!.

Ella no debe saber casi ni que existo y por supuesto, lo de que estoy seguro que Violeta no sabe, es que ella es mi obsesión…,mi inspiración..., e incluso a veces…, mi único motivo para seguir viviendo.

Solo ella me saca del bajón y de la depresión cuando siento que para un poeta de estilo como yo, escribir "de oficio " novelillas de Kiosco, supone un modo de sucia prostitución que apenas limpia el hecho de que llene el estomago y pague el alquiler.

¿Mayor? , bueno si…, sé que hubiera podido ser mi madre si me hubiera tenido muy joven, pero la belleza, en la mujer a veces gana extraordinariamente con la edad cuando deja de ser espontánea y natural y se sofistica aliándose con la elegancia y la sabiduría para convertirse en Glamour.

Para mí, "El Glamour" , es un concepto que trasciende lo temporal ya que a diferencia de la belleza pura, solo se percibe cuando además de hermosura, hay gracia en el movimiento…, elegancia…., inteligencia... y magia.

Además en Violeta, me atrae el morbo de su temprana viudedad, que siempre nos atrae a los hombres y su buscada soledad tras la marcha de sus hijos, que más parece un voto de castidad y que consigue ahuyentar los celos con los que a veces me traiciona mi imaginación.

¿Que qué creo que opina de mi?. Bueno…, seguramente Violeta me debe tener como el vecino hosco y extravagante que vive solo en el estudio del entresuelo y se dedica a escribir noveluchas. Ni siquiera solemos coincidir, porque yo siempre bajo andando desde el entresuelo y es curioso, que en los breves segundos en los que nos cruzamos, aunque yo lleve la mirada baja, mis sentidos de afanan en captar su perfume cuyo recuerdo, puede perdurar en mí días enteros.

Violeta, Doña Violeta, siempre va perfumada. Pero aun recuerdo aquel día de bochorno de julio, que quiso Dios que coincidiéramos bajando del ático. No os exagero si os digo tuve que apoyarme disimuladamente en la pared de madera del anticuado ascensor, para no desvanecer de la emoción, cuando tras observar las leves gotitas de sudor que perlaban el vello de su labio superior, percibí por primera vez, la gloria del olor que exhalaba su cuerpo sin perfume.

¿Que si la espío…?, !Claro que la espío!, es mi distracción, yo apenas salgo y para mí esperar su llegadas…, observar sus salidas…, detectar sus presencias o sus ausencias, es un rito que llena mi vida como a otros les llenan los paseos, las tertulias, el cine o las partidas de ajedrez…

¿Acercarme…?, ¿Decirle algo…?. !No! !No!, !Jamás !, Lo nuestro…bueno, lo mío…, está bien como está, si la conociera más o si nuestros cuerpos se tocaran y nuestras voces se cruzaran en la intimidad, mi pasión no será mayor que ahora y la realidad rompería cruelmente el misterio y haría añicos mi mundo que ya sé que es un mundo extraño, pero que al fin y al cabo es en el que vivo yo.

Fin

viernes, 22 de junio de 2018

LAS DULCES NOTAS DE UN SAXOFÓN

¿Saxo?... Quién 
de vosotros hayáis creído que esta historia va de sexo, ya podéis poneros un sobresaliente en sagacidad en vuestro boletín de calificaciones, porque lo habréis "clavado". 


Hay palabras que parecen tener vida propia y acuden a nuestro pensamiento en parejas y como si trajeran consigo un eco burlón o una sombra gansa, nos obligan a veces contener una inoportuna sonrisa.

Aunque yo no sea una persona libidinosa, que no lo soy, cuando oigo la palabra saxo, no puedo evitar que en un primer momento, acuda a mi mente la palabra sexo y más aún si asocio la imagen un "negrazo" enorme soplando el acodado dispositivo musical, al que evito llamar "instrumento", para no romper irremediablemente mi trabajada seriedad.

Aún recuerdo de hecho, cómo sentados en el patio de butacas en aquél concierto y para que nuestras mujeres no detectaran en nuestros ojos un brillo de descojono malicioso, los todos los varones nos quedamos rígidos y paralizados mirando al frente cuando se anunció que aquella potente solista nos iba a tocar la "flauta dulce".

Ah…, y gracias a que milagrosamente a ningún lutier se le ha ocurrido aun construir un "Vaginello" o u "Cipotín de seis cuerdas"…

Pero bueno, vayamos a lo que íbamos…porque si a mí, con el saxo, me viene la palabra sexo, como si fueran las cerezas que una trae 
siempre enganchada a otra, a Edelmira con las notas de un saxo, le venía un calentón corporal completo que incluso podía elevarse a grado de orgasmo inevitable, si escuchaba una envolvente y romántica melodía de un saxo tenor afinado en "do". 

Edelmira, que vivía atemorizada por lo inoportuno y embarazoso que podía suponer su problema aún recodaba, cuando su primer novio la plantó cuando en el baile del pueblo alguien puso un tema meloso de Glenn Miller y ella acabó convulsionando de placer en medio de la pista.

El psicólogo argentino, como todos por aquellos tiempos de los cuarenta de la posguerra española, en los que el furor del swing y las big band había hecho imposible casi salir de casa a Edelmira sin cometer una indecencia, le propuso a aquella mujer con el fin de romper su condicionamiento con el dorado instrumento, tal cantidad de guarradas sexuales a llevar a cabo con una pareja sobre un piano de cola o ya en solitario, con el arco de un violín mientras lo sostenía entre las piernas, que eran impensables para su recta formación cristiana y menos aún comprensibles para cualquier hombre que no buscara una puta ninfómana, por lo que Edelmira se vio forzada a optar por la soledad un par de décadas más.

Afortunadamente para la ya cuarentona Edelmira, avanzados los sesenta se oía poca música de saxo. El jazz y el Blues fueron relevados por los nuevos tiempos y las oleadas de rock, beat y pop y las radios y televisiones los expulsaron de sus programaciones como a Adán y Eva del paraíso, quedando arrinconados en reuniones en cavas u oscuros semisótanos casi clandestinos, donde intelectuales ya canosos e iniciados en el Jazz, se reunían conspiradoramente bebiendo whisky en vaso largo hasta el amanecer, alrededor de un viejo piano, un contrabajo polvoriento y un saxofonista noctámbulo.

Por entonces, hacía tiempo ya que Edelmira muy discretamente y a pesar de la férrea vigilancia de la tecnocracia opusdeística y franquista, se había liado con su profesora de costura, que conociendo su debilidad, la tenía todos los domingos encerrada en el dormitorio con las sábanas arrugadas y un disco de Duke Ellinton en el tocadiscos.

Pero cuando la casualidad quiso que un día mientras la profesora de costura tenía a Edelmira empotrada contra la moderna lavadora último modelo en USA que les había costado "un ojo de la cara", besándola apasionadamente, se pusiera en marcha sorpresivamente un centrifugado casi sísmico que las llevó a la gloria en menos de un minuto y que le hizo cambiar a Edelmira la música de saxo por el electrodoméstico traqueteo.

!Ahora…!, !A los cuarenta…! , !Ahora…!,!! A burro muerto.., cebada al rabo !!, gritaba luego Edelmira contrariada…

Mientras, la profesora de costura, rápida de reflejos llamaba por teléfono al fontanero para que "mañana mismo" y de urgencia, trasladara la lavadora de la cocina al dormitorio.

Fin.



viernes, 8 de junio de 2018

BODAS DE SANGRE

Con el corazón en un puño y los ojos llenos de lagrimas, Rosita sabía que aquellas fantasmales luces que rizaban sus curvas trayectorias en silencio a un tiro de piedra al otro lado del claro plateado, no eran centellas o estrellas fugaces, sino el reflejo de la luna llena en las afiladas hojas de las navajas que se cruzaban raudas buscando el corazón del adversario en una lucha a muerte.

A su lado, otro brillo, el del sudor del caballo que había caído con el corazón reventado por el peso de los dos, tras horas de huida a todo galope con el perseguidor pisándoles los talones.

-!Espera aquí!, le había dicho Mejías furioso, !Se acabó huir !, !Se van a enterar todos en el pueblo de que tú eres mía y solo mía!, !Y tu marido…!,!El primero !.

De repente, dejaron de brillar las luces y solo la negrura destacaba en las sombras bajo las refulgentes copas de los olivos. Rosita pensó que estaban hablando y un rayo de esperanza ilusa le alivió unos instantes, pero pasaron los minutos y Mejías no regresaba.

Cuando rayaba el alba, la muchacha alarmada se acercó temerosa a aquel lugar solo para descubrir tendidos uno sobre otro ambos cadáveres blancos entre los chorreones de sangre coagulada que borbotaban de las dagas que perforaban sus pechos.

Solo entonces, fue cuando Rosita soltó de su mano el clavel rojo que le había dado Mejías y supo que aunque viviera cien años, ella también había muerto por dentro para siempre y que la dicha de su alma se había marchado con ellos para no volver jamás.

Sí, así acabaron las famosas "Bodas de Sangre", El tremendo drama rural andaluz que luego, en los años treinta del pasado siglo, cantó con sus versos el gran Federico García Lorca.

Si, de nuevo Eros y Tanátos…

Si, otra vez la locura de la pasión del amor que en su ceguera lleva de la mano como compañera de viaje a la huesuda muerte.

Ella pensó que el casorio con aquel buen hombre de honor anestesiaría la pasión imposible por Mejías, el marido de su prima, de quien en secreto estaba perdidamente enamorada.

Pero aquella desdichada boda, solo pudo contener el reventón de la pasión de Rosita hasta después de la ceremonia en la iglesia cuando en medio del convite de boda y entre risas y bailes, Mejías, desde lo alto de su caballo le ofreció aquel rojo clavel oloroso, le pidió que subiera a la grupa del caballo y emprendieron la fuga.

Nadie, si les preguntas, sabe lo que fue luego de Rosita, la Rosita de verdad digo, y no la novia de aquellos trágicos versos que desde las páginas del libro aún piden una opera como la "Carmen" de Bizet.

Rosita se esfumó como si se la hubiera tragado la tierra. Hundida por la culpa no se vio capaz de mirar a los ojos a sus deshonrados padres que meses después de su desaparición, murieron de pena y vergüenza en aquella rencorosa aldea.

Pero como un misterio llama a otro misterio y un secreto llama a otro secreto, tampoco nadie sabía, ni siquiera entre los mas flamencos bailarines y "cantaores" de Cádiz, de dónde sacaba Toña la fuerza, el arte, y la contenida violencia de su baile en el que sabía detenerse inmóvil para sentir muy adentro y con los ojos cerrados la pena del "cantaór" y la tristeza de los hondos arpegios de la guitarra, para transformarlos de repente, cual volcán en erupción , en un estallido de taconeos, latigazos de caderas, batidas de su bata de cola, vorágines de rizos negros y arabescos de unos brazos en cuyas finas manos cloqueaban las castañuelas "in crescendo" al compás de las palmas, hasta un apoteósico y dramático desplate final.

Que Toña "La Gaditana" fue una de las mas grandes de aquel baile flamenco, no hay quien lo discuta. Como nadie discute tampoco que elevó aquel baile popular agitanado a la categoría de Danza clásica española.

Si, los mas mayores aún recuerdan a aquella muchacha ceñuda, pálida, esquelética y sin pasado que apareció de la nada un día por las callejas y bares de Cádiz, ganándose la vida con las cuatro monedas que le tiraban por bailar para turistas y ociosos.

El talento hizo el resto, hasta llegar a lo más alto con los años y aquella mujer seria, silenciosa e introvertida que no sonreía jamás, vivió consagrada como una virgen célibe al Dios de su arte y ni un solo día de su vida se tomó un respiro para dejar de bailar.

El misterio de su origen y de su arte Toña se lo llevó a la tumba, porque el alma de Toña no era de Toña, solo su cuerpo era de Toña, el alma... el alma era aun la de Rosita.

Una Rosita siempre consumida por la culpa de su pasado y la rabia de aquel infortunio que solo la dejaban vivir cuando bailando, soltaba su furor y dejaba atrás por un rato a sus demonios.

Pero quiso su desgracia que bailando, se partiera una pierna al caer de un "tablao" y lisiada ya no pudo bailar mas y cuando sin el baile no pudo huir de las sombras de su pasado, se nos fue tan marchita como aquel clavel rojo de Mejías, que un desgraciado amanecer abandonó ella en aquel páramo de muerte.

Solo espero que Dios sea indulgente con Rosita porque el infierno, ya lo tuvo en vida.

Descanse en Paz.

FIN

viernes, 1 de junio de 2018

LA MIRADA HELADA

Las viejas decían que se trataba de una diabólica y etérea forma del "Ángel caído de la Envidia" que, como si quisiera anular las gracias que Dios a veces nos envía, castigaba devastadoramente a aquellos a los que la fortuna y la felicidad sonreía notoriamente haciéndoselo pagar con tan terribles amarguras que, de haberlo sabido de antemano, les hubiera hecho renunciar a su buena fortuna. 

Es curioso lo rara que es la sabiduría popular que tiene la gente como multitud para intuir las amenazas colectivas porque hacía años que, en forma de bulos y chismes se rumoreaba que una presencia extraña e intangible se había apoderado de la ciudad.  

Los policías, y menos aun yo con mi sólida formación en "la científica" que me lleva a creer solo en pruebas, hechos y evidencias, no damos pábulo a este tipo de cosas que como el " Mal de ojo", "La maldición de la gitana", "Los embrujos de Magia Negra" o el "Vudú", consideramos paparruchas de ignorantes ociosos, y jamás nos tomamos en serio investigar éstos asuntos.  

Si soy sincera, no supe explicarme entonces como sucedió aquello y ni aun ahora lo sé, pero el hecho ha sido que desde entonces, se ha generado una grieta en la solidez de mi armazón lógico que ha desguazado mi racionalidad y ha supuesto un antes y un después doloroso en mi vida. 


Fue el llamado "Caso Cenicienta" el que forzó a romper ésta inercia policial cuando el gobernador del estado, un político cuya reelección podía peligrar tras las ruidosas manifestaciones populares encabezadas por los simpatizantes y amigos de una muchacha difunta, instó a nuestro comisario jefe a que los cuerpos policiales se ocuparan de estos asuntos, aunque fuera aparentemente, con el fin de tranquilizar a una población asustada que parecía haber regresado diez siglos atrás al pánico de la superstición medieval. 


-!Martirio!, me llamo así gracias a una humorada de mi padre acerca de una cantante a la que admiraba, !Este caso es para ti !, me dijo el inspector jefe de mi comisaría de Policía con un tono que  hizo impensable cualquier posibilidad de rechazo. 

Naturalmente, no soy ajena a la ciudad donde vivo y venía oyendo desde hace años aquellas fantásticas historias en las colas del supermercado, en las cafeterías, en la peluquería o en la modista y siempre las escuchaba con una sonrisa escéptica cuando alguien, tras cuchichear siempre en voz baja y referir ocurridos truculentos, instaba a los demás a no hacer manifestación pública de felicidad, riqueza o suerte con el fin de pasar desapercibido al " Ángel caído de la Envidia". 

El caso en cuestión, era el de Maruja, una muchacha abandonada al nacer en un hospicio y criada por las monjas y que gracias a su laboriosidad y abnegación en las mas duras tareas conventuales, logró adquirir una esmerada educación que cuando estalló en ella la belleza de la adolescencia la completó hasta convertirla en una auténtica joya de mujer.

Lo de "Cenicienta", fue solo el bautizo popular que se le otorgó a Maruja cuando Carlos, el guapo hijo del mas rico empresario y mediodueño de la ciudad, se prendó de ella al visitar unas obras que habían patrocinado como donativo al convento y Maruja, que también recibió el flechazo, le correspondió cuando el joven, que solo tenía ojos para ella, abandonó por Maruja toda su retahíla de actrices, modelos y famosas que, con intención de cazarlo, pululaban en su vida como las moscas en torno a la miel .

Todas las mujeres de la ciudad fueran madres, esposas, solteras, jóvenes o viejas, babearon durante meses con el corazón lleno de romanticismo con el noviazgo, el romance y boda de una "Cenicienta" cuyo cuento, podía ahora leerse semanalmente a todo color en las revistas del corazón y en los programas rosa de televisión con gran profusión de detalles, fotografías y reportajes, donde siguiendo el sorprendente encumbramiento de Maruja desde la mas baja pobreza a lo mas alto del la sociedad, todas disfrutaban con ella y compartían la enorme felicidad de la modesta, bondadosa y bella muchacha.

Pero con la misma rapidez con que se desvanece la espuma de una copa de Champagne, todo se desmoronó en poco tiempo hasta la tragedia ante los incrédulos ojos de sus incondicionales seguidoras, cuando a las pocas semanas de la boda, una grave leucemia seguida de un agresivo tratamiento quimioterápico, trocó su belleza en decrepitud, se llevó su simpatía y su fertilidad y entonces, su "veleidoso" príncipe, la abandonó miserablemente en un alejado sanatorio para volver a su vida de crápula esperando su próxima viudedad mientras Maruja " La Cenicienta", se degollaba a sí misma con un cutter incapaz de seguir sintiendo tanta humillación.

Un caso desgraciado si…, pero nada sospechoso de crimen y nada anormal si se consideraba aisladamente de los cientos de casos anteriores que se remontan a muchos años y que me dediqué a investigar : Genaro, el de la "Lotería",  se volvió loco cuando a la semana del premio gordo, un pederasta violó a sus dos pequeñas mellizas mientras lo celebraba; "El atleta desgraciado", Pedro, que después de su éxito internacional con medalla de oro de maratón de las olimpiadas, una pequeña rozadura accidental en el viaje de vuelta de Japón, le ocasionó una gangrena que precisó de amputación de la pierna derecha o también; Francisco, un escritor que pintaba también y cuyas cientos de ignoradas y extrañas obras llamadas "Acuatextos" fueron inesperadamente valoradas y sin saber cómo ni por qué, recibió el premio Nobel de literatura pero que a continuación, varias denuncias por plagio le tuvieron dolorosamente amargado de juzgado en juzgado hasta que murió precisamente en el palacio de justicia, trágicamente aplastado por un ascensor y como estos, un montón de 
llamativos casos quesin trascendencia policial, fueron archivados. 

Si, cuando se me asignó el tema, fui consciente en todo momento de lo delirante del asunto, sin embargo y como agente de la ley, el imperioso deber de servir y proteger a los demás se impuso en mi cerebro soslayando las cuestiones inexplicables  para centrarme en los aspectos prácticos y profesionales, pero pronto fui me dí cuenta de la inutilidad de mis métodos y sin pruebas palpables a las que atenerme, me encontré perdida persiguiendo sombras y fantasmas malignos y misteriosos.

Definitivamente, si quería sacar algo en claro tendría que seguir un enfoque intuitivo esotérico y sobrenatural.

" Martirio…veo color…está en las fotos… "Eso" está en las fotos…"..Una especie de pitonisa a la que tenía por farsante y a la que visité avergonzada de mi misma, me dijo ésto tras consultar unos viejos huesos que lanzó teatralmente sobre un tapete, y  con esas palabras, 
me dio la primera pista … 

!Y allí estaba, si!, cuando me fijé en ella 
me dio un vuelco el corazón. Cuando la vi, ya había mirado cien veces las fotos de la boda de " Cenicienta " dejando libre mi intuición e intentando no pensar. 

Aquel rostro pálido y anguloso enmarcado en una lacia melena negra como las alas de un cuervo, aquellos labios rojos y crueles y sobre todo, aquella mirada helada dirigida odiosamente a la feliz novia desde un escondido rincón casi tapado por un muro de rostros sonrientes y felices, me hizo no dudar ni un instante de que había dado con "Ángel caído de la Envidia" al que gracias a lo llamativo de su descripción pude situar, reinterrogando antiguos testigos, en las cercanías de las misteriosas desgracias.

Sin embargo, mi corazón se fue llenando de decepción a lo largo del duro interrogatorio a que la sometí en el que la impasibilidad de su rostro ausente de emociones, su neutra mirada y las frías respuestas que derrumbaban mis pobres e inconsistentes argumentos, me hacían parecer a mí misma una ridícula policía excéntrica y desequilibrada.

Fue cuando me incline sobre la mesa bajando la cabeza sobre el papel para ocultar la vergüenza de mi rostro escribiendo notas sin sentido, cuando percibí que aquel imperturbable ser emitía un disimulado quejido, se amorataba, se puso a temblar y un extraño sudor la cubrió toda mientras intentaba apartar sus ojos de la cruz de plata que saliéndose de mi escote colgaba de mi cuello libremente.

!La tenía !, !Si! !La tenía ya! y además, la suerte me había ayudado a saber como destruir por fin al "Ángel caído de la Envidia".

Solo cuando la sensación de alivio dio paso en mi mente a la euforia e inmensa felicidad al comprender el enorme éxito y la gloria que me iba suponer librar a la gente de tan horroroso tormento y orgullosamente me enderecé sacando mi pecho para mirarla con desprecio, me di cuenta de mi inmenso error porque cuando la cruz de mi colgante se ocultó de nuevo, aquel ser depredador de felicidad se recompuso de repente y lanzó sobre mi con sus ojos transparentemente glaucos la temida mirada helada que me dejó paralizada, escarchó mi mente borrando de un plumazo todas mis ilusiones e intenciones y llenó mi pecho con los carámbanos helados de la desesperación.

!Si…!. Se repetiría el patrón…, tristemente supe que las poderosas del fuerzas del mal habían vencido de nuevo y que tras sentir la gloriosa dicha solo me esperaba el sufrimiento y la muerte.

Ella se marchó con una sonrisa cínica de triunfo en sus labios y yo en cuanto me pude mover, dejé la comisaría y me vine a casa para no volver jamás.

Ahora sé que mi nombre Martirio que para mí siempre fue el antónimo de mi vida, se ha convertido en un terrible sinónimo cuyo tenebroso final no alcanzo aún a vislumbrar .

Fin.