sábado, 25 de abril de 2020

UNA SENCILLA HISTORIA


Cuando Fabián, un milenial con coleta y sienes rapadas fue un domingo con unos vaqueros rotos, una camiseta de motero negra con una calavera, unas sandalias ibicencas y un tatuaje de Cervantes en el bíceps derecho a pedirle consejo a don Joaquín Aldaba , un anciano y barbado escritor reputado profesor de Literatura en la universidad donde Fabián estudiaba su último curso, Don Joaquín ni pestañeó , al fin y al cabo todos sus actuales alumnos tenían un aspecto parecido y Fabián era uno de los mejores alumnos que tenía . 

Don Joaquín, me conoce Vd. y sabe de mi facilidad para la escritura, tal vez por lo mucho que he leído, las palabras, las frases las metáforas y las figuras literarias me fluyen sin el menor esfuerzo, pero en cuanto a inventiva e imaginación nunca se me ocurre nada. Mi cabeza no estructura nada original, los folios permanecen vírgenes en mi mesa y la tinta del bolígrafo se seca antes de escribir una letra de algo propio.

Don Joaquín le respondió con una sonrisa condescendiente..

Mira Fabián tienes el síndrome del "folio en blanco". Todos los escritores noveles ahora influidos por medios de comunicación y llenos de fantasía pretendéis que vuestro primer trabajo sea una obra maestra original , que gane un premio, que os dé dinero, que salgáis haciendo entrevistas en la tele etc. En resumen, tenéis una idea de la literatura ambiciosa tal vez influida por los best-sellers americanos para la que naturalmente vuestra corta vida aun no os tiene preparados por que carecéis de vivencias de dolor, amor, ira, muerte ,crueldad, etc. con las que diseñar personajes y motivaciones y construir así un libro.

Vuestra facilidad para escribir solo os serviría para ser redactores de deportes, sucesos o política en un periódico o en un programa informativo, que por cierto no es mal camino para empezar.

Cualquier historia normal y corriente de la vida de otros, por sencilla que parezca tiene interés para un lector. El cotilla que llevamos dentro del ser humano se interesa por ellas al igual que por los bulos y murmuraciones de los vecinos del barrio en la plaza o en el mercado, bien por ver lo diferentes que somos, bien por aprender de la vida de los demás, bien por las putadas o suertes que la vida les depara..

Si las palabras te fluyen , toda buena novela rompe el "folio en blanco" con la sencillez de una humilde y cotidiana historia de cualquier conocido y luego, ella sola, se va complicando como la vida se nos complica a todos a poca imaginación que le pongas hasta que dramática o feliz le pones final.

Después de darle las gracias a Don Joaquín , que por cierto vivía en una calle muy antigua del barrio viejo que bajaba hasta el ministerio de justicia y los tribunales y que el ayuntamiento había hecho peatonal por que ni los coches podían circular por su estrechez, me senté pensar frente un café en una de las tres mesitas de mármol antiguo y sillitas de forja de la terraza de una cafetería pequeña y centenaria que, debía ser el último establecimiento de época que quedaba en aquel tranquilo callejón.

Serian las diez menos cuarto cuando apareció por la esquina un hombre anciano vestido con un traje antiguo de lino blanco solapas grandes, chaqueta cruzada, una corbata ancha, impensable en el siglo XXI, cubierto con un sombrero también blanco con cinta a juego con el color magenta de la corbata .

!No!, no me llamó la atención solo su vestimenta, sino lo grande que le venía todo a aquel cuerpo menudo de tez morena y feo como un demonio con unas enormes orejas, nariz abultada, bigote blanco y gafas redondas y metálicas que fue a sentarse en la última mesa bajo un plátano de sombra cruzando sus piernecitas y mostrando unos botines acharolados y relucientes y que sin abrir la boca el camarero le llevara un café y una pequeña copa de coñac de las que ya no se fabricaban .

Fabián, como iluminado por un rayo de luz, sintió que en aquel hombre podría encontrar una historia sencilla y humilde pero suficientemente estrambótica para un escrito de interés y tras pedirle permiso se sentó con él para que, tirándole de la lengua le contara alguna batallita.

Pues si muchacho..., esta era la calle del gremio de limpiabotas y ahí delante donde ahora ve un chino de a cien, una casa de apuestas y una delegación de telefonía móvil , bajo un techado largo de uralita, habían mas de doce limpiabotas que vivían de sacar lustre a los costosos zapatos de los abogados, magistrados, jueces y hasta los bedeles y celadores del ministerio de justicia.

Hoy se le llama el callejón del gremio pero durante décadas se le llamó la cuesta de la galana porque justo a las diez y precedida por el toc toc de su rítmico taconeo aparecía por la esquina la mujer más guapa, imponente y elegante de la ciudad y mirando al frente y sin distraerse bajaba por la acera de los limpiabotas con su airoso caminar y delicados movimientos, haciendo que todos volvieran el cuello y sus clientes (los que no tenían la boca abierta) profirieran finos piropos como bonita , bombón, cosa linda o flor de azahar...hasta que se metía en el portón del ministerio porque además, había conseguido ser la primera mujer abogada de la ciudad .

Ninguna mujer en aquella época era tan hipócrita de no aumentar su autoestima con piropos y no como ahora, que se les considera acosos machistas intolerables e incluso denunciables, pero como Agustina luego me contó, hasta llegar al callejón de la galana le tocaba ir evitando obras, talleres y almacenes donde los hombres mas incultos y cerriles proferían procacidades sobre las partes intimas de su cuerpo y las indecencias que con ella, de poder, harían.

Lo bello y lo extraño de mi vida y lo impensable para cualquiera...( Fabián en ese momento abrió los ojos como platos, aguzó el oído y se arrimó al hombre para no perderse detalle porque intuyó que allí había una buena historia) y tan poco frecuente como que a uno le toque la lotería, es que yo que modestia aparte he sido uno de los mejores solistas de violonchelo del país conocí a Agustina (doña Agustina ) como letrada defensora cuando un malandrín con fines económicos intentó acusarme de plagio por una de mis obras inspiradas la sonata para cello numero uno de Beethoven que compuse e interpreté pero no registré como mía.

Agustina ,venciendo su natural repugnancia a mi persona, demostró que incluso diez años antes de que él registrara la suya, yo ya la tocaba con la orquesta nacional. Con lo cual salí indemne del Pleito y a él le cargaron las costas .

Como agradecimiento, le regalé una entrada para un concierto y para mi sorpresa le caló tan hondo el violoncelo que la vi soltar lagrimas en los pasajes más dulces.

Al siguiente concierto la entrada se la envié con una rosa roja, y al siguiente con un ramo y una invitación a cenar.

Congeniamos sin proponérnoslo hablando y hablando... yo descubrí además de su belleza su exquisita sensibilidad y ella descubrió mi habilidad y mi inteligencia...la cosa fue que quedamos prendados y enamorados de nuestros talentos...y acabamos casándonos y uniendo nuestras vidas y como ella decía con humor: "con uno guapo en casa ya hay bastante".

!No! los hijos no vinieron pero... ! Que tardes más felices pasábamos mientras en su despacho manejaba sus legados con ruido a papeleo y yo ensayaba en el cuarto de al lado y que espectáculo cuando paseábamos cogidos del brazo o la llevaba a mis conciertos viendo como la gente extrañada miraba a la mujer más bella de la villa del brazo del alfeñique mas feo de la ciudad con aspecto de un Quasimodo escapado de Notre Dame.

Ella siguió feliz dejándose admirar por su palmito y yo, que nunca fui celoso me divertía sabiendo que los hombres con envidia se preguntaban sin hallar respuesta alguna por el secreto que debía tener yo para cautivarla.

Ahora que ella ya no está y su alma debe andar por ahí arriba , le tributo recuerdo de amor viniendo todas las mañanas vestido como a ella le gustaba aquí donde con el silenció, me imagino todos los días su rítmico taconeo y su la elegante bajada con donaire por la cuesta de los limpiabotas...

! Que historia a la vez sencilla y hermosa! Fabián casi sin despedirse del pobre hombre se fue a su casa corriendo a ensuciar sus folios en blanco

fin