martes, 26 de febrero de 2019

DOS ALMAS GEMELAS (V.2019)




Llegó a la playa en aquel Vespino tiñoso que le dejó su padre y que encontró en el corral de la casa debajo de unos sacos polvorientos, que impermeabilizados por la mugre, le habían servido de protección contra las torrenciales lluvias de octubre de la costa levantina. Lluis el de las "amotos" , una especie de "genio" local de la mecánica rural, lo había conseguido poner en marcha tras casi diez años parado, exactamente desde el día que su padre se rompió la cadera, porque aunque el hombre malvivió cuatro años más nunca lo volvió a usar.




Recordó con una sonrisa la imagen del viejo, con casi ochenta años, subido en él, con la boina negra y la faja de " llauraor " a juego, que jamás abandonaba ni en invierno ni en verano. Con su sempiterno caliqueño en la boca, y un minúsculo perrillo que esquivando la azada, ladraba a todo cristo desde su atalaya en el cajón de fruta que llevaba cogido con gomas en la parte posterior del asiento del ciclomotor, andaba por los estrechos caminos rurales a paso de tortuga para desesperación de las furgonetas agrícolas que le tenían que seguir durante kilómetros...

Desde que Andreu regresó a su pueblo gastaba aquel pequeño vehículo para ir a pescar. Lo hacía más por la nostalgia del recuerdo familiar, que por otra cosa. Lo había adaptado para llevar las cañas y el cesto.. y con él iba al espigón de la pedregosa playa a pasar la tarde pescando, hasta que la noche lo tiraba de allí ...bueno pescando no.. porque en aquel lugar no picaban ni los mosquitos, pero frente al mar, con la mente en blanco al modo budista, iba dejando transcurrir las horas....los días ...y la vida.

Su historia era a la vez sencilla y extraña, porque como si se tratara de una conjura contra él o una maldición de bruja o como si hubiera sido la victima de un "Mal de ojo", se le fueron hundiendo sucesivamente todos los pilares de su vida uno a uno, dejándolo vacío y sin fuerzas para responder. A Andreu, le costó creer que todo fuera fruto de la mala suerte o de la casualidad, pero el caso es que las desgracias se cebaron con él.

Primero, fue la muerte de su padre, luego, y casi a continuación, el despido, porque tras un recorte de presupuesto de la administración, fue despedido de su trabajo en un instituto del extrarradio de la ciudad como profesor interino de literatura y por último, el abandono de su mujer, que no pudo asimilar su fracaso laboral al que se sumaba a la desilusión matrimonial por la falta de descendencia y buscó consuelo en otros brazos mas fértiles.

Ya entrado en la cuarentena y mas solo que el " faro de San António", Andreu regresó a la vacía casa del pueblo como un refugiado de guerra o un naufrago que alcanza la orilla a vivir como un ermitaño harto de todo y de todos y harto también de sufrir en la ciudad.

Han pasado cinco años desde aquello, con las heridas cicatrizadas y ya sin dolor ni rencor, lleva una vida solitaria rutinaria y humilde, subsistiendo de la pequeña huerta familiar y vive en su burbuja personal, huyendo de la gente como un gato escaldado huye del agua fría en aquél aislamiento buscado y deseado.

Por eso, cuando en un día oscuro y ventoso de otoño, vio aquella solitaria y gastada zapatilla de plástico que la resaca del mar había depositado sobre los duros cantos rodados, pensó con melancolía que ambos, abandonados y desparejados, eran como almas gemelas...

La recogió, y se la llevó consigo, ya de regreso a casa, aun no sabe porqué pero no la pudo dejar allí tirada porque Andreu ya no se hace preguntas, tal vez sea porque le traen sin cuidado las respuestas.

Ya en el patio trasero de la vieja masía , la colgó cuidadosamente al fondo de la andana en un viejo y oxidado gancho, donde otrora se colgaban los melones amarillos hasta el otoño, y en voz baja como si fuera dormir a un niño.., le dijo con cierto cariño: a lo mejor, puede que aquí que te aburras, pero por lo menos, no te "putearan" los temporales de otoño.

Cuando mas tarde Andreu se estiró en su cama. se sintió algo mejor que de costumbre, como si en la casa hubiere alguién mas, como si...! Se sintiera menos solo!....

Fin