viernes, 19 de julio de 2019

LA REINA DE ÁFRICA

Que Raquel, al igual su madre, era una "pija" de tomo y lomo, estaría fuera de toda discusión.

Había que verla cómo desde la mañana temprano hasta la madrugada o si fuera preciso hasta que después de eventos y fiestas rayara el alba, jamás, y repito jamás, descomponía su pose de mujer inalcanzable.

Hasta el perro de la familia de raza noble con un pedigree que ocupaba un libro, debía estirar penosamente su cuello para buscar una leve caricia que, como una concesión caritativa de la diosa, estaba dispuesta a otorgar como si fuera un permiso para poder existir a su alrededor, siempre que no desbaratara su postura alejada y elegantemente indolente.

A este respecto y antes de continuar, convendría aclarar que en España, llamamos "Pijos" a esas estiradas personas de una determinada clase social adinerada que miran con superioridad por encima del hombro a todo el mundo y se educan en colegios elitistas hasta que tienen edad de "Internado en Suiza".

Las pijas, visten de una manera especial. A diario, suelen usar prendas "casual style" siempre de marcas caras e incluso a veces, con logotipos desconocidos para la gente corriente y cuya sola mención en los "papeles de colores", unos semanarios de "famoseo", bodas, moda y cotilleos que las catapulta a la fama de la muchedumbre femenina pechugona y culona sedienta de que el glamour, a falta de una genética estilosa, pueda disimular sus celulitis y sus exageradas curvas.

Pero para los saraos y los eventos, las pijas mas afortunadas logran envolverse en obras exclusivas de diseñadores famosos de los que hacen los trajes de boda a las princesas y las infantas a los que suelen llamar con diminutivos cariñosos y exclusivos como si hubieran jugado juntos en el patio del colegio y de los cuales, se convierten en un reclamo andante.

¿Risas…?, ¿ Las pijas...?. !Jamás!, que marcan las arrugas y descomponen el rostro. ¿Mostrar cariño o ilusión por algo…?, !Que ordinario…por favor !. Siempre hay que mostrar imagen de " todo lo tengo, nada necesito y nada me puede sorprender" y siempre hay que responder con escueto hastío y desgana sin preguntar nada, como si estuvieras "de vuelta" de todo, con esa característica voz nasal que repite constantemente muletillas como "osea" o "tal vez", porque la curiosidad y el interés por algo siempre indica una inadmisible ignorancia o una ramplona carencia.

Deciros que, un "pijo" o "pija" siempre desea que se le identifique orgullosamente como tal porque con ello, demuestra a las claras que no está dispuesto a confraternizar con alguien que no sea de su nivel.

Solo añadir al respecto, que éste adjetivo, como si de un perfume se tratara, trasciende de sus personas impregnando todo lo que les rodea y les satisface, como bares "pijos", coches "pijos", mamás "pijas", colegios "pijos", barrios "pijos" y todo un ambiente "Megapijo" del que no soportan salir.

!Ah! se me olvidaba…no se puede ser una "pija" que se precie sin un buen nombre "pijo" con el que salir en las revistas de sociedad y cotilleo seguido de un apellido serio de buena y adinerada familia o de un título nobiliario.

De hecho, nuestra protagonista Raquel, hija de "Pitita", estropeó su bello nombre bíblico haciéndose llamar "Quelona", por "Raquelona" supongo.

Quelona Pacheco de Osuna, de los Pacheco de Osuna de toda la vida, con su belleza cuidada y estilosa y su educación exquisita en Londres donde aprendió el inglés "pijo" con mejor acento que un Lord, había cursado la carrera de Derecho en una universidad privada y religiosa de Navarra como su padre deseaba que hiciera a modo de un máster imprescindible en su curriculum "pijo", porque la intención de sus progenitores era prepararla para matrimoniar con otro "pijo" de similar y poderosa familia y aumentar así el poderío de ambas casas.

-Mira Quelona, a veces…,le decía "mamá" a su única hija, los negocios y chanchullos de tu padre, dependiendo de los vaivenes de los mercados, sufren fastidiosos altibajos y hay que saber seguir a flote manteniendo las apariencias y con la barbilla bien alta aunque los malos vientos nos ronden y es por eso querida Quelona, que la envoltura de independencia y de solvencia que te da un título universitario de cara a los demás, es la coartada perfecta para ascender en la carrera social matrimoniando con algún hijo manejable y no demasiado inteligente de alguna familia poderosa de la banca o de las finanzas y mejor aún, si adorna su poder económico con algún título aristocrático antiguo con el que puedas adornar para siempre tu nombre en la prensa, en los medios de comunicación y en las redes sociales cómo tú te mereces.

Quelona, que como una alumna aplicada seguía a rajatabla el mantra materno de " Ninguna mujer es jamás suficientemente rica ni suficientemente delgada ", se sintió preparada y satisfecha de su bagaje de "pija pero moderna y actual" como para seguir los pasos de su madre y educadora y ascender en el escalafón de las divinas "mujeres florero" de las exclusivas y cerradas urbanizaciones "Pijas" del norte de la ciudad cuya influencia en el mundo de la moda y el glamour era determinante para salir en las revistas y los magazines televisivos del corazón beneficiándose así con los réditos que ofrecía la cuidadosa administración de su único merito, su glamurosa presencia, que dotaba de prestigio y credibilidad publicitaria a cualquier evento comercial o aparentemente cultural siempre disfrazado de fiesta social a favor de los pobres y desfavorecidos pero patrocinado y remunerado por las marcas más "pijas" inalcanzables y caras.

Quelona alcanzó el culmen de su carrera de "Pija" con matrícula de honor cumpliendo todos los objetivos para los que había sido programada.

La casaron con " Pepo "el hijo único de un gran accionista de la banca, un hombre mayor y de poca salud, cuya viudedad reciente le mantenía abatido y no gustaba de lucir su título de Marqués de Entreveras.

El muchacho en cuestión era perfecto. Era un "superpijo" algo alocado y con bastantes "pocas luces", que aunque tampoco sobresalía en su apostura, a todos les pareció bien y se organizó un casorio con tintes de estrella de Hollywood para llegar al cual, la familia Pacheco de Osuna, tuvo que aceptar , Quelona incluida, un contrato de confidencialidad para esconder como parte del arreglo la inestética homosexualidad de "Pepo" y su desagradable afición por la cocaína, a lo que Quelona no se opuso porque como su madre decía :

-Quelona, cariño, no te pierdes nada, al fin y al cabo el sexo en el matrimonio solo es una pequeña molestia y si te aprieta el deseo, siempre tendrás algún subalterno a mano…

Pero Quelona, a pesar de que su suegro murió pronto, nunca llegó a ser la "Marquesa de Entreveras" ni a obtener el apoteósico éxito social para el que había sido cuidadosamente programada.

Nadie, ni siquiera ella misma sospechaba, como nadie sospechamos, la clase de persona que duerme latente en nuestro interior y que un día sin saber porqué puede despertar en nosotros sorprendiéndonos y convirtiéndonos en otra persona.

El caso fue, que desobedeciendo a su madre en un pequeño e infrecuente ramalazo de autoafirmación, el mortal aburrimiento de la recién casada le llevó una tarde buscando emociones a salir atrevidamente sola de su ambiente rumbo a un barrio marginal del extrarradio para visitar a una amiga enfermera que había conocido en la universidad y que junto a su compañero medico trabajaba desinteresadamente para una ONG y sucedió que aquella tarde, a base de halagos e insistencia, aquella pareja la consiguió liar de algún modo, para que les ayudara con los papeles de inmigración de aquellos pobres desgraciados que habían llegado a España huyendo del hambre y de la guerra, siempre, eso sí, acercándose a ellos lo menos posible y la condición de que la amparara el anonimato mas absoluto.

Así Quelona, Raquel en aquel barrio, fue purgando el tedio de aquel matrimonio implicándose poco a poco en la defensa jurídica de aquellos desamparados y en la captación de alimentos, ropa y recursos para la ONG hasta que, por primera vez en su superficial vida, como un ídolo de pies de barro, se derrumbó aquel deslumbrante edificio que siempre había tenido encarcelada su alma romántica y generosa.

Raquel, supo entonces que lo que se siente al dar es inmensamente mejor que la satisfacción de recibir y que, a fuer de no necesitar nada, en ella ya estaba anestesiada y aquella Raquel durmiente en Quelona, despertó al principio lentamente para luego entrar en erupción como un volcán de generosidad y fue consciente, como si se le hubiera caído un velo de los ojos, de lo que ella y no los demás, deseaba para su vida.

La renacida Raquel, fue borrando su vida anterior, como un mal sueño en la búsqueda de su entrega a los demás y la felicidad del amor verdadero que jamás había visto y que por primera vez, había vislumbrado envidiosa en las miradas, las caricias y los besos que aquella abnegada pareja se propinaba sin disimulo alegrando así con sonrisas de complicidad la crudeza de las miradas necesitadas de los que les rodeaban.

Cuando pasados los años agotada de trabajar, pero feliz y satisfecha Raquel , reposaba en la puerta de aquel barracón de palma a la sombra de las acacias de la enfermería de una perdida aldea de la sabana africana aún salpicada de sangre tras ayudar a traer al mundo trabajosamente un bebe negro cómo el carbón y mientras veía juguetear a sus hijos "café con leche" una idea pasó fugazmente por su cabeza:

-Si, es verdad..., nunca llegué a ser la Marquesa de Entreveras, pero ahora, soy mucho mas…, !Si!,! Ahora… me siento una reina…!. ! !Si...! ! La reina de África !!

Fin

viernes, 5 de julio de 2019

LA INSOLITA LEVEDAD DE ANGELA V 2019

Rafaél ajeno a todo lo que le rodeaba miraba sin ver ignorando la belleza de aquella tibia tarde del temprano otoño

     -Perdone, ¿Me puedo sentar en su mesa un rato? le dijo ella .Estoy esperando a alguien. Nos hemos quedado  aquí Vd. y yo solos y con esta oscuridad me da un poco de miedo permanecer sola en mi mesa. 

     Absorto en sus negros pensamientos, el hombre apenas levantó la vista para mirar a aquella chica y sin abrir siquiera la boca, hizo un educado gesto con la mano invitándola a sentarse.

     Llevaba toda la tarde sentado en la terraza del parque sin quitarle el ojo a aquella rama tortuosamente horizontal de un roble que el viento había logrado inclinar debido a la enormidad de su copa hasta casi formar una pérgola sobre el paseo. 


      Hacía días que venía a visitar aquella rama y con su creciente desesperación, la imagen de su cuerpo colgado de ella balanceándose le parecía cada vez mas plausible. La pequeña esperanza de recibir de "ella" alguna noticia, se había ido diluyendo con los días hasta esfumarse.

     - No se preocupe por mi señor…, veo que está ensimismado y no quiero molestarle.

      En el parque, las últimas luces del crepúsculo que en lo alto que iluminaban de dorado las ramas altas de los gigantescos árboles, parecían haber huido de repente y las masas negras de sus copas se recortaban ya tenebrosamente contra el cielo estrellado y parecían amenazar con derrumbarse tragándoselo todo.

     Sentados frente a frente sin mirarse directamente, ambos quedaron en un incómodo silencio solo roto por el ruido del entrechocar del vidrio que llegaba atenuado desde dentro del kiosco donde el camarero, preparándose para cerrar en breve, se afanaba en guardar las últimas copas.

      En aquella penumbra, Rafael solo pudo percibir de aquella mujer un vaporoso vestido blanco que parecía encerrar la brevedad de su cuerpo y su extraño e intenso perfume a lima. Pero la verdad es, que apartándolo por breves instantes sus amargas reflexiones, en su cabeza de pianista, Rafael había quedado impresionado con la musicalidad aquella voz que con sus suaves inflexiones en clave de Sol le transportaron inconscientemente a la dulzura del Ave María de Schubert .

      Pero... pasado aquel primer instante, Rafael volvió a sumergirse en sus pensamientos y como si éstos tuvieran miedo de perder el hilo, volvieron a la dolorosa noria que daba vueltas y vueltas dentro de su cabeza desde hacía semanas intentando buscar sin encontrarlo, el motivo de aquella inesperada y humillante ruptura y del cruel abandono por parte de aquella mujer con la que creía estar en la cima de un amor profundo. Cada vez, Rafael se sentía mas hundido y su corazón roto se convencía más de lo irremediable de su soledad, de su incapacidad de vivir sin ella y de que su angustia y su dolor, solo tendría fin con la muerte.

      Al cabo de un rato, la ronca y cansada voz del camarero les anunció que el parque iba a cerrar y que debían irse

y de nuevo la voz musical de la muchacha fue como un respiro en su angustia.

     - Mi cita ya no vendrá. ¿ Le molestaría que saliera con Vd.? La puerta del parque está algo alejada de aquí y la oscuridad me atemoriza….

       Aún no habían recorrido unos metros, cuando la muchacha le paso su brazo bajo el suyo y le dijo : ¿No le importa que me agarre un poco de su brazo verdad ? estoy un poco sobrecogida.

      Fue, en ese momento cuando Rafael percibió por primera vez la levedad de Ángela. Apenas sintió pasar el brazo de la muchacha bajo el suyo a pesar de que ella había arrimado su cuerpecito como si buscara protección. Era como si la ley de la gravedad no rigiera para ella. Rafael jamás pensó que pudiera existir un cuerpo tan liviano y sin embargo, inexplicablemente, una sensación de profundo bienestar le fue invadiendo desde la zona de aquel ligero contacto.

      Cuando en la puerta del parque ella se despedía dándole las gracias, Rafael pudo distinguir a la luz de las farolas aquel rostro fino de rasgos adolescentes de Ángela, enmarcado en una melenita cobriza a lo "garçon" que contrastaba con sus ojos azul celeste.

     Al día siguiente y casualmente, la volvió a encontrar mientras paseaba junto a la plaza de la virgen. La muchacha se dirigió a él por detrás:

      - ! Qué casualidad...! !De nuevo nos encontramos... !

     Cuando oyó a su espalda aquella voz de Ave maría de Schubert , Rafael supo quien era incluso antes de verla. Efectivamente, allí estaba Ángela con su pelo largo moreno, su vestido ceñido azul marino, su personal perfume de violetas y aquellos vivos ojitos castaño claro en su cara adolescente.

      -¿ Es Vd. de aquí ? ¿Podría orientarme un poco sobre 
lo qué vale la pena visitar en esta ciudad ?

     Rafael no deseaba compañía, pero le resultó imposible negarse a su gesto gracioso y a su risa clara. Cuando ella sin pedir permiso se agarró a su brazo, Rafael de nuevo experimentó la serenidad que le producía aquella sensación de liviandad. Con el extraño contacto con aquella muchacha, la angustia parecía darle una tregua y sus tenebrosos pensamientos se alejaban unas horas.


 Inconscientemente, el hombre procuró aquella tarde alargar todo lo que pudo la visita cultural y la amena conversación hasta que la noche los vino a separar de nuevo.

     El Domingo siguiente, 
incluso sin necesidad oír su voz de Avemaría fue Rafael él quien la vio primero. Fue en la cola del cine y aunque ella estaba sola tres o cuatro puestos por delante de Rafael, su exclusivo perfume de lavanda había llegado hasta él. 

Ángela tenía un gesto gracioso de fastidio y de impaciencia infantil esperando que abrieran las taquillas y mientras se alisaba los pliegues de su vestido malva, movía su cabecita cubierta de rubio pelo corto de un lado para otro mirando inquieta a su alrededor con sus inmensos ojos verdes. 

       Cuando Rafael llamó su atención, la cara de la muchacha se llenó de alegría y le invitó a ver juntos la película. La verdad era que el film para él fué un autentico "bodrio", pero a ella le pareció fabuloso y Rafael solo con sentir el contacto etéreo de su bracito junto al suyo se sentía ya en la gloria.

      Al salir del cine y antes de despedirse, ambos acordaron verse todos los días mientras ella estuviera en la ciudad puesto que el destino parecía quererlos juntar.

     ¿Amor? !No!, !Aquello no era amor...! , por lo menos no como lo entendemos normalmente. La verdad es que incluso para él era difícil explicar aquella rara relación. No había pasión ni sensualidad solo una irresistible atracción llena de ternura, humor, complicidad y alegría y gusto por la vida y solo en unas semanas, Rafael fue olvidado con Angela sus amarguras y el tenebroso fantasma de la rama de roble, parecía ya para él una lejana pesadilla de la que se había despertado valorando la belleza de cuanto le rodeaba.

     Una preciosa mañana de primavera en el parque, estaban sentados bajo los árboles en el mismo lugar donde se conocieron cuando Ángela, bajando sus bonitos ojos grises le dijo con su voz en clave de Sol de ave María de Schubert que se tenía que ir. Su cometido en la ciudad había acabado y no podía ya justificar mas lo prolongado de su estancia.

     Rafael no se sorprendió, en los últimos días la levedad de aquella muchacha era tal que apenas notaba ya su tacto y cada vez percibía con menor intensidad su original perfume de camélias. Por última vez, miró sus brillantes rizos castaño claro que contrastaban con su vestido de gasa rosa, y supo que, fuera lo que fuera lo que misteriosamente les había ocurrido, había llegado a su final.

     Pensativo, miró hacia unos niños que jugaban cerca alborotando y cuando volvió de nuevo la vista hacia el frente, la silla de Ángela estaba vacía y no quedaba ya el rastro de ella. Instintivamente, Rafael miró hacia el cielo y aún creyó ver un retazo rosa desapareciendo livianamente entre las nubes blancas.

     Antes siquiera de bajar la mirada, Rafael había comprendido.

     Con ternura, el hombre sonrió agradecido y dijo en un susurro :

    - ! Gracias Ángela… ! Jamás hasta hoy habría imaginado que un ángel pudieran ser una mujer…. !! Y menos aun que la mas hermosa viniera a ser mi ángel de la guarda!!.

FIN