jueves, 27 de septiembre de 2018

LOS MOLINOS EN VERANO V2018


LOS MOLINOS EN VERANO 

Maldiciendo a Don Miguel de Cervantes por fin llegué jadeando hasta el pié del enorme molino de viento en lo alto de aquella colina que se elevaba solitaria sobre la llanura de trigales maduros como una pequeña isla sobre un mar de espigas rubias.


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Cuando abstraído por el recuerdo de Don Quijote y Sancho Panza me disponía a presenciar el dorado atardecer, rompiendo la magia de aquel precioso momento, sonó de repente una voz a mi espalda:

-! Buenas tardes..! ! Señor..!

-!! Joder!!..., ! Que susto me ha dado Vd. buen hombre!, !No lo había visto ahí sentado y creí estar solo aquí !.

-!Perdone señor!...lo siento, no pretendía sobresaltarle, solo quería saludarle, ¿sabe?, no vienen muchos paseantes hasta aquí al final de verano.

El hombre sentado era mayor, tenía una barba blanca y recortada que se perdía en una vieja e inmaculada camisa de lino y unas pequeñas gafas redondas y doradas, que le daban aspecto intelectual y una voz serena y educada.

Su viejo sombrero de paja de ala ancha brillaba a retazos dorados con los rayos casi horizontales del sol del ocaso y sus delgadas piernas embutidas en unos raídos tejanos, descansaban en unos pies finos y cuidados apresados por unas antiguas sandalias.

A su alrededor, decenas de colillas se agrupaban y dispersaban entre la yerba como gusanos amarillentos.

Tras un pequeño silencio el hombre prosiguió:

-¿Paseando ?

Algo molesto por la interrupción de la paz del lugar que había venido a buscar, le di una respuesta corta a la vez que dándole la espalda, estiraba mi ya cansada osamenta mirando el horizonte.

-! Pues sí… paseando!

Los blancos molinos manchegos caían en definición por la ladera de la loma. Sus oscuras aspas giraban amenazantes sin sincronía alguna y al fondo, el trigo madurando pintaba la tierra ondulada a gruesos trazos amarillentos y ocres con una suave mezcla de colores cálidos y fríos tan bella como irreal.

Estábamos frente a la explanada de molino más alto y podíamos sentir el aire arremolinado de las aspas y el crujido amortiguado de la madera vieja de su engranaje.

El hombre, prosiguió con voz cansada:

- ¿Sabe Señor? ¿tal vez dude Vd. de mi cordura como las gentes hacían del ingenioso hidalgo pero a mí, como a él, no me importa…ésta es mi terapia…, mi respiro…, vengo aquí todas las tardes del verano y entre cigarrillo y cigarrillo contemplo los molinos que son mi descanso, mi consuelo y a veces mi salvación.

-¿ Salvación?..., ¿ Que descanso y consuelo encuentra Vd, aquí..señor? le contesté secamente entre molesto por la injerencia no solicitada e intrigado por lo curioso de la historia…

-!Mire caballero…!, al igual que giran esas negras aspas con los vientos, mis problemas siempre giran y giran dentro de mi cabeza con la obsesión de encontrar soluciones, que no encuentran nunca y quedan atrapados ahí dentro día y noche, generándome un continuo desasosiego y una intensa angustia que a veces me impulsa desesperadamente a pensar incluso en quitarme la vida para dejar de sentir ese tormento.

-¿Y cómo consigue Vd. librarse de eso aquí arriba buen hombre?, le pregunté ya interesado…

-Es curioso….pero desde el primer día que vine a este paraje, descubrí que si depositaba cada uno de mis problemas en cada una las negras aspas de estos gigantes mientras fumaba sin parar, ellos se atrevían a salir de mi cabeza para girar y jugar con ellas toda la tarde, dejando mientras en tanto mi cabeza vacía y hueca, pero con una gran paz interior.

-¿ Pero claro…, los tendrá que retomar Vd. en algún momento?, ¿no?...

-Pues si…, tiene Vd. razón Caballero, cuando la oscuridad de la noche me impide ver el giro de las aspas y la brasa de mi cigarrillo comienza a refulgir en la negrura, los recojo como a los niños de la escuela y los vuelvo a soportar en mi cabeza hasta que puedo regresar. Sé que no es gran cosa, pero por lo menos la vida me regala un respiro para continuar viviendo un día más…

Se hacía tarde, el sol estaba a punto de ponerse y la brisa del este traía ya el aroma de las higueras y de las jaras y mecía los variopintos trigales mezclando sus tonalidades…

-Bueno Señor..., le voy a dejar a Vd. aquí con su paz, aún le queda un rato de luz y a mí se me va haciendo ya tarde para volver al pueblo. Solo me queda desearle buena suerte y que el viento no pare ni un momento en todo el verano !Adiós !.

Bajando la colina de camino al pueblo, mis genes de Sancho Panza y mi sencilla alma de cántaro, me hicieron meditar sobre la gran cantidad de pirados que producen estos vertiginosos tiempos que nos ha tocado vivir…

Fin

1 comentario:

Unknown dijo...
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