jueves, 17 de mayo de 2018

EL LADRÓN DE SONRISAS

De su cara, la de ella, Serafín solo podía ver aquella fina barbilla al final de su largo cuello completamente estirado al dejar caer su cabeza abandonadamente hacia atrás.

Cuando la mujer, gimiendo de deseo e impaciencia y apoyándose en los talones de sus piernas abiertas apretó las nalgas y combó convulsamente su cuerpo alzando hacia el cielo su crespa negrura buscando el éxtasis, Serafín se vio obligado a levantar su cabeza para perseguir aquella huidiza y salvaje oscuridad en la que su lengua se habían estado agitando como una pequeña y chiflada anguila perdida en una maraña de bucles enredados.

En ese instante y un segundo antes de que aquel grito final cuyo sonido quedaría apagado por la contracción tetánica de los muslos de la mujer sobre sus oídos, fue cuando sus atentos ojos verdes encarcelados por una maraña de largas pestañas rizadas, dejaron de ver aquellas manitas blancas que agitadamente masajeaban sus propios pechos y sintiendo aquel sexo bajo su nariz como un bigote ajeno y agitado, vio aparecer en todo lo alto la colina de su pálido vientre coronado por su pequeño ombligo, mientras notaba como dentro de ella, en sus entrañas, un pequeño terremoto estaba estallando en un orgasmo asombroso y prolongado.

Cuando aquel cuerpecito pálido quedó desmadejado y blando como si sus huesos se hubieran disuelto de placer y sus ojitos cerrados y su cara mística denunciaban como ella, en sus profundidades, intentaba retener aquella sensación de evasivo placer que ya nadie ni nada le podría robar, Serafín se movió gateando cuidadosa y sigilosamente entre los blancos muslos de la muchacha hasta llegar a aquel beatífico rostro enmarcado por los desordenados rizos de su cobriza melena y depositando en sus labios un suave beso que aún transportaba aromas de sexo mojado, esperó su premio, su verdadero premio, aquello por lo que estaba con ella y que él necesitaba para seguir viviendo, porque el deseo de Serfín , no era tomarla, ni poseerla, ni satisfacer su ansia.

El premio que serafín buscaba en cada mujer era la sonrisa, esa sonrisa inevitable, esa sonrisa espontánea e imposible de fingir de agradecimiento de princesa liberada del dragón, esa sonrisa irremediable y fugaz con que las mujeres tras el violento éxtasis, parecen sorprenderse y disculparse pícaramente ante el varón por haber liberado sin el menor concurso de su voluntad su lado mas salvaje y descarado culpando de su locura al embrujo de aquellos ojos verdes de largas y pestañas rizadas. Si, esa sonrisa que para Serafín, justificaba su existencia.

Cuando su premio llegaba y la mujer a la vez que lo abrazaba suavemente con una pereza infinita le sonreía abriendo sus somnolientos ojos, él la penetraba hasta el fondo con una delicadeza infinita y se quedaba quieto, sin un solo empuje, sin un solo vaivén y recorría con su lengua la sonrisa de sus labios como si de un pintalabios de tratara mientras se derramaba lenta y parsimoniosamente en su interior hasta que su fluido se agotaba y comenzaba ya escapar de aquella íntima unión, para desaguar manchando las sábanas.

¿Sabéis?…, Nunca un nombre estuvo mejor asignado, Serafín, un ángel alado de belleza infinita de los que rodean a Dios, porque Serafín, era un hombre de guapura universal e indiscutible de los que hasta los propios hombres escrutaban con recelo cuando veían las miradas que le echaban sus propias esposas, novias, hijas, e incluso madres .

El mismo Serafín se preguntaba si su belleza y su talento innato para la seducción había sido una anomalía azarosa de la naturaleza o un talento del que Dios inmerecidamente le dotó sin un propósito claro pero aquellos ojos verdeazulados en los que a través de los barrotes de sus largas pestañas podía adivinarse la salinidad del mar, aquel cuerpo elástico y masculinamente armonioso y aquel rostro torneado y fino de suaves contornos varoniles, indudablemente no los había heredado de su anodina familia cuyos vulgares rasgos se diluían entre las gentes corrientes del lugar.

Pero en Serafín, había algo más que un cuerpo fascinante…, había magia, magia de la intención en la mirada…, magia de su voz profunda…, magia de sus palabras sugerentes…, magia de la suavidad elegante de sus gestos… y sobre todo, magia de ese "no sé qué", de ese aura envolvente de feromonas que hacía que incluso con los ojos cerrados, las mujeres se rindieran incondicionalmente a sus encantos provocando en ellas en cuanto se acercaban a su persona, un deseo insensato de que las amara.

Es curioso y a la vez extraño que aunque por sus brazos y sus sábanas pasaron cientos de mujeres, casadas…viudas…jóvenes…virgenes…experimentadas…politicas…abogadas…actrices…pintoras…limpiadoras… doctoras…y hasta, porque no decirlo, religiosas cuya impaciencia hizo volar sus hábitos por toda la habitación como si fueran papeles en un día ventoso, Serafín nunca provocó desengaños ni problemas amorosos, ni tampoco causó daño emocional a ninguna .

La verdad, es que las mujeres con esa maravillosa inteligencia emocional y práctica, siempre entendieron tácitamente que Serafín, no podía ser de nadie, que Serafín era de todas, que nunca tendría dueña y que era hombre de un solo encuentro al que era tan imposible agarrarse como a una resbaladiza roca en medio de una tempestad. ¿Qué mujer sin morir reconcomida por los celos podría soportar a su lado un marido al que todas desearan?.

Sin embargo, ninguna de las que lo conocieron, cualquiera que fuera su circunstancia, habría estado dispuesta a renunciar a colmar el repentino y ardiente deseo que en ellas provocaba y se mostraban con él decididas y dispuestas a todo, con tal de gozar de sus encantos aunque solo fuera una vez, como algo único y excepcional en la vida que podían guardar como recuerdo en la parte más secreta y femenina de su corazón, para que pudiera hacerla sonreír cuando las amarguras de la edad, las arugas y los reveses de la vida, las llenaran de tristeza y amargura.

He de confesar que cuando me acerqué a Serafín para conocerlo, mi curiosidad para escribir sobre su insólita vida tuvo que superar el rechazo que, como a cualquier hombre, generaba la envidia y la rabia de encontrarse con un "Casanova" que podía hacer y tener y gozar de lo que en el fondo, para el resto de nosotros los varones, era una maravillosa fantasía que desde siempre nuestra Testosterona animal y polígama nos hacía anhelar clandestinamente.

Uno a uno, me tuve que tragar todos y cada uno de los prejuicios que antes de conocerlo habían anidado mi mente en la que la imagen de un Don Juan del siglo XXI, chulo, arrogante, fanfarrón y egoísta, dominaba en un hombre lujurioso y sin cualidades morales.

Serafín, no era un depredador, no…, Serafín carecía del espíritu del cazador que disfruta más de la persecución y muerte que de la presa en obtenida que olvida en cuanto la consigue, no…, Serafín no se esforzaba en seducir a las mujeres, eran ellas las que siempre se las apañaban incluso con las más alevosas mañas para conseguir un encuentro íntimo con él.

Cuando con cierta tristeza Serafín por fin se abrió a mí entendí que los hombres, al igual que la monedas, tenemos todos una cara oculta distinta de la que mostramos en la cual figura el precio que pagamos por lo que somos.

Serafín vivía preso de su talento que era el que marcaba su destino y como hombre generoso, siempre entendió que la felicidad de dar es siempre infinitamente mayor que la de recibir y Serafín se sentía hacia las mujeres como un repartidor de gracia y amor al que ellas pagaban con una sonrisa que daba algún sentido a la extraña existencia a la que se veía obligado pero que lentamente, había abocado a su alma a la soledad porque paradójicamente, para Serafín su fantasía inalcanzable, era la aburrida vida familiar de los demás.

Cuando lo dejé, en el vestíbulo del hotel, Serafín sentado en un sillón miraba taciturno el fondo del vaso de whisky en el que hacía rodar un último trago mientras desde la barra del bar, la ávida la mirada de una impresionante mujer dejaba ver que maquinaba como abordarlo…

Cuando salía por la puerta giratoria, un antiguo refrán acudió a mi mente… "Al leñador…, caza y al cazador… leña"….,! Así es la vida!.

Fin

2 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Amon-Ra dijo...

El hedonismo al que han llegado tus narraciones se derrama en sílabas, fluye en las frases, lubrica, cual conjunción copulativa, las oraciones subordinadas y extasía en los puntos y aparte. Todo un “Te Deum” a las ansias de vivir.
Tu pintura, ¿Serafín?, si la considero dentro de la narración, es excesivamente andrógina para ese ‘seductor a su pesar’, te he visto dibujos más introspectivos mostrando lo que la fotografía no podrá mostrar jamás. ¡¡¡Las tendencias de esta temporada marcan una estética varonil más reelaborada y confusa que nunca!!! y si no quieres quedarte rancio, hay que dar un toque poli-sexual, bi-curioso, bisexual, poli-amoroso, malote o poli-desficioso al acabado del arreglo personal; la vida se ha puesto muy difícil para todas las actividades.
Música: Elvis Presley con el rock “Girls, girls, girls”