viernes, 16 de febrero de 2018

EL HIJO DE PUTA

A Don Mauro, el tema que más le preocupaba después de su halitosis y su creciente alopecia, era el problema del lenguaje.

La verdad, es que todo lo demás se la traía floja, es decir que no le importaba un "Huevo" y en esto, incluía a su mujer, a la que tenía desde hacía décadas ignorada emocionalmente como un florero polvoriento a pesar de haberle ella dedicado toda su vida.

Ahora, en el otoño de ambos, atribuyéndose infundados méritos y valías de los que nunca disfrutó, consideraba a su santa esposa poco más que una indocumentada criada que le debía culto y adoración.



La imagen de aquél pirado mientras caminaba en batín y pantuflas por el pasillo de su modesta casa como un pavo engreído y engolado dispensando órdenes aquí y allá e imitando descaradamente el pomposo estilo del obispo de la ciudad hubiera sido cómica, si no fuera por la lástima que daba la pobre y abnegada mujer, que aunque hacía mucho tiempo que ya no le amaba, entendía cristianamente el matrimonio como un deber que le sería premiado eternamente en el cielo.

Dos de las tres inquietudes de Don Mauro, las físicas, es decir la calvicie y la halitosis, después de haberse dejado egoístamente media herencia de sus hijos con nulo resultado en cientos de tratamientos milagrosos que no le curaron como él pensaba que se merecía, las intentaba paliar con cierto resentimiento andando siempre bajo una desagradable boina negra y felpuda que escondía su calvicie, y mascando 
una apestosa pipa en la comisura izquierda de la boca, cuyo humo de tabaco barato, aliado con alguna que otra copa de coñac de garrafón, hacía creer ingenuamente a Don Mauro que disimulaba su podrido aliento.

Del tercer tema que le obsesionaba, el del lenguaje, hay que hablar largo y tendido, porque de él Don Mauro, había hecho el motivo de su existencia.

Para Don Mauro, un ex oficinista del servicio de distribución de Agua y Gas de la municipalidad que no era literato y ni siquiera había sido muy dado a la lectura, el lenguaje, se había convertido desde que tempranamente se jubiló, en una fijación obsesiva que llenaba su cabeza, la cual, vacía ahora ya de cuentas y balances, había dejado más de medio kilo de sesos ociosos a disposición de cualquier majadería al igual que le ocurrió a Don Quijote, el hidalgo de triste y alargada figura, con los malditos libros de caballería. Pero que en este caso, el cerebro agrietado parecía estar en la cabeza de un "Sancho" bajito, panzón y con gorra de paleto al que casi no se le entendía lo que decía, porque siempre hablaba sin quitarse la jodida pipa de la boca bautizando al prójimo con pútrida saliva como un aspersor de riego.

El "monotema" de Don Mauro, era la enfermiza animosidad que había desarrollado con la Real Academia Española de la Lengua con cuyos honorables y doctos miembros la había tomado y de los que decía que eran unos vejestorios momificados que no solo renovaban el diccionario tarde y mal, sino que a menudo olvidaban refrescar el significado de muchos términos antiguos al uso actual.

Lo que para Don Mauro tenía mas delito, era que de tan listos, prepotentes y satisfechos consigo mismo que se sentían los decrépitos académicos cuya obra literaria se había hecho a base de máquina de escribir y papel de calco de los que manchan los dedos de negro, se atrevieran ahora a su juicio, a despreciar el empleo de los nuevas usos del idioma y no fueran capaces de salir de su torre de marfil y de andar por calles, rincones, baruchos y antros y mezclarse con el personal, como él mismo hacía, para pulsar cómo iba cambiando el habla de las gentes

Claro, que viviendo en un barrio cuyo interés por la cultura era mas o menos como el de un analfabeto por las gafas de leer, no es extraño que todos a los que abordaba con su "tema" le llamaran "El ladilla" en referencia a esa pesada infección genital que apoderándose de tus partes nobles y colgantes te hace insufrible la vida a base de picor.

Aunque el objeto de su querulancias variaba con las semanas, desde hacía un par de meses sus cuitas se habían dirigido a la locución "Hijo de puta".

En resumen y para no cansar, Don Mauro se maravillaba de cómo una misma expresión iba cambiando su significado con el uso, obligando con ello, a añadir constantemente acepciones de la misma en el diccionario en razón a lo que se llamaba " Contexto situacional" y lo que últimamente para él había sido un indignante descubrimiento, era que la expresión " Hijo de puta", que no solo había cambiado de significado, sino que además, lo había hecho en sentido diametralmente opuesto y había pasando de término ofensivo y peyorativo a significar alabanza y admiración, sin que esto tan importante, fuera recogido aún en el diccionario de la RAE.

Don Mauro, había desarrollado un pequeño discurso recurrente de una hora y media de duración donde iba ordenadamente exponiendo sus teorías y salía de su casa temprano, a modo de un cazador, a la búsqueda de cualquier incauta presa a la que con algún engaño o el soborno de invitarlo a un café y una copa, pudiera retener el tiempo suficiente para endosarle su discurso antes de que huyera como alma que lleva el diablo agotado de asentir con la cabeza a aquel orate que no lo dejaba hablar y se iba inflando como un sapo.

Para explicar lo del "Contexto situacional", Don Mauro recurría a lo que para él era un ingenioso ejemplo:

- Mire Vd., Si Vd. llega muy tarde al trabajo y dice que se ha dormido, su compañero que lleva rato trabajando por los dos, dirá con cara de mala leche: !!"Que hijo de puta"!! y no le hablará en todo el día. Pero… si Vd., llega igual de tarde con la ropa arrugada, con la camisa manchada de carmín, apestando a alcohol y a perfume de mujer, su compañero dirá con un pícaro y halagador guiño de envidia:!!"Que hijo de puta!! je,je…cuenta…cuenta…

No es difícil de entender pues, que cuando don Mauro tocaba la puerta giratoria externa del café donde se reunían por las mañanas todos los jubilados, desempleados y ociosos del barrio para "echar sus horas" jugado a las cartas, al dominó o al ajedrez en medió de risas y bullicio, un siseo avisara a todo el mundo: ! Cuidado, que viene "El Ladilla "! y éste aviso fuera como una alarma de peligro que hacía que el silencio se apoderara del lugar y todos se quedaran quietos y callados dando la espalda a la puerta con los ojos fijos en cualquier objeto, fingiendo estar concentrados y pasar tan desapercibidos como una manada de gacelas que se quedan inmóviles y paralizadas por el terror para no llamar la atención del León mientras dudan temblando, si van a ser elegidas como la víctima de hoy.

Es curioso cómo se relajaba la tensión de aquel café cuando sus parroquianos, exiliados de sus propios domicilios de los que con las primeras luces habían huido espontáneamente para no molestar a sus cónyuges en sus tareas domesticas y no tener que oír eso de " ! Con la que tengo, solo me faltabas tú enredando por aquí en medio…!, con el consiguiente daño moral que eso supone para la autoestima de un hombre. Tras la parálisis inicial, digo, aquellos habituales del café, suspiraban de alivio al unísono cuando veían de reojo que solitario en un taburete en la barra del bar, había algún "novato", es decir, algún "pardillo" nuevo en el lugar que no conociera a "El Ladilla",
porque hoy ya no les tocaría a uno de ellos   volvían aliviados a sus cosas  dejando desconsideradamente a la víctima con el depredador. 

!! Qué razón tiene esa expresión que al respecto de la paciencia habla de una gota y un vaso que rebosa !!. Todo tiene un límite y don Mauro, que tenía imprudentemente minusvalorada a su mujer lo sobrepasó e ignorando como un inconsciente el poder letal de las hembras, se saltó la única regla con la que no transigía su esposa :

Siempre que quisiera "usarla", Don Mauro debía esperar a que le hicieran efecto los barbitúricos y estuviera dormida como un tronco para no percibir su fecal aliento ni su patético y primitivo repertorio sexual.

Pero sucedió, que un día que llegó eufórico a media tarde a su casa, no solo la tomó sin previo aviso y sin quitarse la boina ni la pipa de la boca, sino que además le soltó desconsideradamente su maldito discurso mientras jadeaba, para quedarse luego satisfecho roncando como un jabalí.

Cuando Don Mauro abrió los ojos, vio desde su cama por ultima vez a su mujer que con el abrigo puesto y una pequeña maleta que estaba de pie con la puerta de la casa abierta parada ya en el rellano de la escalera. Cuando Don Mauro la miró interrogante con cara de idiota, la mujer volvió apenas la cabeza y le dijo sin inmutarse:

- !Mauro! apúntate ésta : !! Eres un hijo de la gran puta !!.

Luego enfiló para abajo para no volver jamás.



Fin

2 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Amon-Ra dijo...

Que razón tienes al calificarlo de ladilla (mosca cojonera tampoco le vendría mal) al hi de puta; contumaz en supervivencia y llamado a la no extinción, se reproduce cual conejos en celo. Dejando para el telediario de la 6ª al hijo puta de altos vuelos, el de barrio o distrito postal es capaz de mutar según la hora y la hoja del calendario, tanto con el “… eso lo solucionaba yo …” como el petardito fallero o los Testigos/as de Jehová …. son mutables hasta la extenuación (vease el profeta Jeremías y sus “Lamentaciones” en la Babilonia de Nabucodonosor y dando la tabarra), así que hagámonos a la idea y aunque salgas con la maleta por la puerta, ten por seguro que encontrarás repuesto en la parada del bus o en la espera de la Seguridad Social.
Pintura encantadoramente divertida, creo que me ha salpicado caspa de las de solera reservada.
Vir dónde te escondites?
Música: la fantástica y casi ignorada mejicana Paquita La Del Barrio con su canción "Rata De Dos Patas" dedicado para todo hi de puta.
https://www.youtube.com/watch?v=V2ehWSXc0xs