jueves, 11 de mayo de 2017

ZAIDA Y AMINA

      Zaida miraba a Amina sin que la muchacha se percatara. Su armonioso rostro ya maduro, reflejaba una inmensa curiosidad mezclada con amor y ternura. Zaida parecía preguntarse a sí misma como era posible que Alá pudiera depositar tanta gracia y belleza en una sola persona.


      
Cualquiera hubiera podido pensar que la escena transcurría en un zoco de Fez o en las callejas imposibles de Marraquech o Tetuán: Dos moras tocadas con Chador vestidas con hermosas ropas tradicionales cuya factura y fino colorido delataba una buena posición social, comprando queso de cabra fresco a una muchacha local 


     La verdad es que la escena transcurría en España, concretamente en Valencia, en el mercadillo semanal de la calle del Santo Cristo en el Grao donde nací y he vivido siempre.

     El Grao es un barrio situado en las cercanías del puerto donde todos los jueves del año, al pie del campanario de la iglesia de Santa María del Mar, como si buscaran la protección divina, una legión de vendedores ambulantes plantaban sus entoldados tenderetes para vender ropas de marca falsificadas, frutas de dudosa procedencia y productos artesanales tradicionales que ya no se encuentran en los modernos supermercados.

     Todos los jueves veía revolotear a Amina y Zaida como mariposas juguetonas de flor en flor felices y risueñas, curioseando todo el mercadillo de puesto en puesto.

      Según sus lejanas costumbres, durante la semana, apenas salían de su casa situada en la parte superior de aquella antigua casona en cuyos bajos, la comunidad musulmana tenía la mezquita que ellas cuidaban y donde Rashid había predicado. ellas aprovechaban para salir los jueves porque los Viernes, como día sagrado del Islam, la solemnidad y el recogimiento en la mezquita requerían de toda su atención.

      Mientras Zaida miraba la dulzura y el cuidado con que Amina examinaba queso que había escogido, y regateaba con habilidad con la mujer gitana, el olor a leche de cabra la transportó a su infancia en Azudid, la mísera aldea situada al pie del Atlas en las proximidades del desierto de donde provenían ambas mujeres y cuya única riqueza era la proverbial belleza y fecundidad de sus mujeres.

      Aun no habría nacido Amina cuando Zaida abandonó para siempre su casa. Su difunto suegro, un respetado imán de la Madraza coránica de Agadir, había arreglado con su familia el matrimonio de su hijo Rhasid al que ella jamás había visto y que siguiendo los piadosos pasos de su padre estudiaba para Imán.

     Rhasid era profundamente religioso, pero tan justo y ponderado que su interpretación del Corán era un canto a la paz y la hermandad de los seres humanos.
 
      !Cómo había amado aquella mujer a Rhasid y cómo rezaba en la "Yada" de todos los viernes por la inmensa protección con que Alá que a pesar de la dureza de la vida le había premiado inmerecidamente con aquel matrimonio a ciegas !. 

      Zaida, no dudó ni un instante en abandonar su tierra para salir a la tierra de los infieles, cuando el designio de su santo esposo Rashid les trajo hasta España tras el  terremoto que hizo desaparecer a Agadir y todos sus habitantes mientras Rhasid y ella estaban de peregrinación en Fez.

     Aun recuerdo cuando Rashid y su esposa vinieron a mi barrio. Eran otros tiempos…, otras intenciones…, veíamos llegar a los marroquíes como simples emigrantes exóticos que trabajaban como mano de obra barata de sol a sol en el puerto, las pesquerías, e incluso en la recogida de la naranja, para enviar cuanto cobraban a sus pobres y lejanas familias. 

      Ahora, por desgracia, desde que el integrismo islámico ha inflamado a los jóvenes musulmanes y la yijad ha sembrado de terrorismo la vida de los europeos, vemos injustamente en cada musulmán alguien sospechoso capaz de hacernos daño…

      Pero entonces… Entonces eran otros tiempos y vi con simpatía como aquel hombre cultivado lo había dejado todo para venir a España como un pastor que debía reunir un rebaño que campaba disperso y sin guía en un país extraño.

       El hijo de ambos 
Falah, un precioso varón como su padre deseaba, nació ya en España. La verdad es que fue español apenas por un mes, pero nació aquí y Falah fue la alegría y el consuelo de sus padres que hacía que toda penuria valiera la pena . 

       Mientras trabajosamente Rashid conseguía congregar a los dispersos y hacerse con una mezquita , el niño crecía inteligente educado obediente y estudioso llenando sus días de orgullo.

       Pero... cuando llegó a la adolescencia, Falah se convirtió en uno esos valencianos de aspecto magrebí. !Si…! Falah había optado por sentirse tan español como sus amigos y sus compañeros de instituto.

      ¿Cristiano Falah? !Nooo!, ! ! Cristiano no!. Los jovenes españoles solo son cristianos por el bautismo o la comunión pero en realidad, al igual que casi todos los jovenes de occidente son agnósticos. A ver…, no es que no crean en Dios, La fe, la iglesia..la biblia.. etz…, es que ni siquiera piensan en ello. Ahora sus cerebros están en lo que están, es decir en lo que en nuestra sociedad les hemos enseñado los adultos con nuestro ejemplo en casa y a través de los medios de comunicación.

     !Si…! Los jovenes hoy están en otra cosa….,En otras preocupaciones…El amor… la música… la tecnología…y estudiar y abrirse un porvenir que les pueda permitir la vida de consumo y ocio que desean y se les ofrece. !Ah…! y como también hacemos nosotros, de la misericordia, la caridad, la solidaridad etz. ya se ocupará el estado por nosotros, que para eso pagamos tantos impuestos.

      Sabéis..., no hay fuerza mas destructora en el hombre que la desmoralización y cuando Rashid se dio cuenta que su mayor fracaso lo había tenido con la falta de fé de su propio hijo, dejó de predicar y cayó en una depresión tan profunda que nada ni nadie lo hacía salir de sí mismo.

       El melancólico hombre se pasaba el día sentado en silencio en la butaca del salón fumando sin parar o arrodillado en la alfombra orando a Alá, 
pidiéndole que lo sacara pronto de este mundo y cabeceando contra el suelo hasta que el callo de su frente se le inflamaba mientras Zaida alarmada y asustada no sabía lo que hacer hasta que, desesperada, se le ocurrió convencer a Rhasid para que tomara una segunda esposa más joven con la excusa de tener otro hijo varón para rectificar ante Alá sus errores, con la esperanza de que un cuerpo fresco y bello pudiera levantar el espíritu y la autoestima de aquel hombre santo sacándolo así de sus negras ideas.

         Amina llegó desde la misma aldea que Zaida y con diez y seis años era la octava hija de su propia madre es decir que era una hermana a la que Zaida ni siquiera había llegado a conocer. Tal como ella misma había arreglado el matrimonio, Amina era la criatura más dulce bella y graciosa que Zaida podía imaginar y por supuesto su hermana era en ese momento la mejor hembra del pueblo.

        La verdad, es que la cosa fue un autentico fracaso. La muchacha pesar de sus virtudes no pudo a levantar el ánimo de Rahsid y aunque Zaida la metía cada noche en su lecho, el triste Imán no la tomó ni una sola vez y ni siquiera se daba cuenta de que la chica andaba por la casa.

        Pero.... paradójicamente, Amina se fue convirtiendo en el único consuelo y apoyo de Zaida que vio en ella la hija que nunca tuvo y siempre había deseado. Incluso a veces, como aquel día que las vi, La pobre mujer  
conseguía olvidar un poco el estado de Rashid y la ausencia de su hijo Farah y sentir un poco de alegría en sus paseos con Amina por el mercadillo del jueves buscando todo aquello que le pudiera agradar a su marido.

       Por fin, os diré que Alá se apiadó de Rashid y escuchó sus oraciones. Un cáncer de pulmón se llevó en dos semanas con facilidad, la vida de un cuerpo que no deseaba luchar

        Fue en su entierro, en el cementerio musulmán, cuando entre lagrimas y lamentos, Amina se encontró por primera vez a su sobrino Farath y el amor estalló entre ambos a la primera mirada.


 Unos meses después mirando a Amina, Zaida reconocía que con vaqueros, maquillada y con el pelo suelto estaba más guapa todavía. 


      !Que raros son los designios de Alá ! El hijo de una viuda de su padre casado con otra viuda de su padre que a su vez es tía suya !.  

       Zaida dejó de pensar… se arrodilló de cara a la meca y le agradeció A Alá la felicidad de volver a unir a su familia a su alrededor

       !No! !No pidió por Rashid…! No era necesario…, estaba segura de Rashid estaba en el paraíso 
 a la derecha de Alá con una sonrisa en los labios 

Fin











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