viernes, 2 de junio de 2017

EL GRITO (2017)

Si amigo, si Vd. me permite que dada mi edad le llame a Vd. así Doctor..Yo vivo solo.La soledad es algo común en este barrio marginal que antes fue un bello pueblo y ahora, absorbido por la ciudad, no es mas que un batiburrillo de fincas baratas y decrepitas casas rurales. Aquí solo quedamos viejos. Si Doctor, ancianos que aun recordamos con nostalgia el pasado del lugar.



Yo, vivo solo desde que ella se fue hace más de veinte años y la verdad , Doctor, es que me costó más acostumbrarme no amar, que a no ser amado. No ser amado es algo a lo que ya me había habituado mucho tiempo antes de que ella se fuera. Pero bueno.. no iba a eso…lo que me gustaría que Vd. oyera es una pequeña historia que nadie conoce y que ahora que Vd. me ha desahuciado, necesito contar a alguien para no llevármela dentro…

Todo comenzó con un grito en medio de la noche. Fue el grito más horrible que oí jamás. No creo que ni cuando le queman los ojos a un torturado se pudiera gritar así. Creo que es el grito de un hombre cuando le están arrancando el Alma. Cuando me asomé por la ventana lo vi a través del ventanuco de su baño aun estaba gritando. Aun veo la imagen de Blay cada vez que cierro los ojos. Su cara débilmente iluminada por el espejo del baño resaltaba contra los oscuros azulejos del fondo. Junto a la su abierta y desdentada boca, cientos de arrugas partían de sus parpados contraídos deformando su rostro en profundos surcos y los pelos plateados de su cara sin afeitar parecían agujas de acero clavadas en ellos.

Cuando, se desvaneció la imagen solo se oyeron unos sollozos durante un rato más hasta que el silencio devolvió a la noche su paz habitual. Mire Doctor, yo no quise molestar el duelo de aquel pobre hombre.. me imaginé que había muerto Eva , su mujer, porque que ya no oía los quejidos de dolor que desde su casa me acompañaban desde hace meses . Decidí volver a mi cama a intentar conciliar el sueño.

Pero……. !Amigo!, cuando bien temprano salí a por el pan, encontré la puerta de Blay abierta en el rellano y entré por si podía ayudarle. Todo estaba ordenado y limpio. Una nota sobre la mesa del comedor con la letra de Blay destacaba bajo la luz encendida : No se culpe a nadie la maté porque sufría, yo me voy con ella para estar juntos donde quiera que vayamos….

Sobrecogido, me acerque al oscuro baño, y allí los encontré. Solo eran dos cabezas juntas en un lago de carmesí que parecía un rubí engarzado en el contorno blanco de la bañera. Habían fundido sus sangres en un dulce abrazo mientras sus vidas se diluían en el agua. Blay había recurrido a la muerte mas indolora …segarse las venas y desangrarse con dulzura en el agua tibia.

Doctor, aunque Vd. no se lo crea, no tuve que tomar ninguna decisión. No veía otra alternativa a lo que hice. Blay, era mi amigo y yo no podía permitir que su nombre y su memoria se viera envuelto en tremebundas historias de crimen de género y violencia doméstica, ni que todas las televisiones mancharan su memoria atribuyéndole intenciones perversas, ni que manifestaciones en la calle, ambulancias y coches de policía se adueñaran truculentamente de nuestra calle ni de nuestro portal.

Blay no se merecía eso. Blay se merecía un puesto en el cielo después de dejarlo todo desde hace siete años para cuidar a su amada Eva con Alzheimer. Blay se merecía el cielo por haber puesto fin al sufrimiento de su mujer cuando un maligno e incurable tumor comenzó a devorarle sin piedad desde vientre. Blay se merecía el cielo por amarla como la amó.

Cuando vacié la bañera, sus dos pequeñas y exsanguinadas figuras abrazadas como dos pajarillos me produjeron ternura . Parecían un solo cuerpo blanco y traslucido. No se me ocurrió separarlos  y así , ligados por el rigor mortis, los envolví en una alfombra, los arrastré trabajosamente hasta mi vieja furgona y los llevé hasta aquel lejano monte gris que tantas veces habíamos subido juntos y que en nuestro otoño mirábamos con nostalgia desde nuestras ventanas en los días claros

Y allí están, con sus esqueletos entrelazados, lo más cerca de Dios que pude. Nadie se enteró. Nadie los echó de menos. Nadie preguntó por ellos… Para mí fue un alivio, pero... también es triste Doctor, el olvido en que vivimos los viejos…