viernes, 17 de febrero de 2017

LA GARRAFA VERDE (versión 2017)

      Desde que un oscuro y gris día de otoño tras diez días de lluvias interrumpidas, Alfonsina , su mujer, lo abandonó largándose sin equipaje y sin un adiós al sur, Luciano "El Leñador" vivía solo en aquella casona de piedra negra y techo de pizarra, que cerraba el camino de salida del aquél angosto y umbrío valle junto al viejo puente medieval que cruzaba el rio.  

      Mentiría si dijera que su marcha le había pillado de sopetón. De hecho, había esperado ese desenlace desde aquel lejano día en el que ella llegó allí. Aquella alegre sureña jamás había podido integrar su risa de cascabel con la ausencia de color y la humedad triste de aquellos parajes. Luciano era consciente de que había que haber nacido allí para sentir aquella extraña belleza bicolor, casi en blanco y negro, del paisaje montañoso y los eternos días grises y brumosos.

     Como un insólito milagro más relacionado con el deber de la maternidad que con las obligaciones y el amor de una esposa, ella había logrado sorprendentemente permanecer allí veinte años mas de los que él había esperado. Justo los veinte años que transcurrieron desde que su hija nació, hasta que se marchó a estudiar a la ciudad.

     Luciano, no estaba resentido con ella, es más, le estaba agradecido a Alfonsina por su sacrificio e incluso a veces, se sentía culpable de no echarla más de menos.

    Nada más abrir los ojos, Luciano se dio cuenta de que iba a necesitar un buen trago para ponerse en marcha. El día anterior había sido muy duro y el que le esperaba iba ser peor…. Era plena temporada de tala en aquella ignota región con los deshielos de las altas montañas bajo las que vivían. En primavera aumentaba la fuerza de los torrentes que bajaban desde las cumbres lo que facilitaba el transporte fluvial de los enormes troncos rio abajo hasta las serrerías de la llanura.

    !Si !, definitivamente iba a necesitar un buen " lingotazo ", un buen vaso de aguardiente en ayunas… bueno... tal vez dos….y dejaría el café para después cuando ya tuviera el cuerpo un poco más entonado y le doliera menos la espalda.

Desde que ella se fue, la verdad, es la casa estaba sucia y desordenada. Él había cambiado las complicadas sabanas y las mantas por un mugriento saco de dormir que tendía a ventilar colgándolo todas las mañanas en exterior de la casa de en un oxidado alambre los raros días que no llovía. También desde entonces su comida había empeorado sensiblemente. Ahora, su alimentación era tan primitiva como en la edad de piedra: cualquier pedazo de caza maltirado en las brasas de la lumbre, un viejo queso de cabra que él mismo se fabricaba y un mendrugo de pan de una hogaza que le venía a durar siete días hasta que volvía a bajar al pueblo a comprar alguna provisión constituían toda su gastronomía

      Sin embargo, paradójicamente, a cambio de estas penurias, en la negra casona de piedra, la paz y el silencio habían retornado, como vuelven las cigüeñas y desde su ventana, Luciano ,gratificado, volvía a escuchar los trinos de los pájaros y los mil sonidos de su misterioso bosque porque, en los últimos años, Alfonsina había volcado toda su frustración en él y la única música que se oía bajo aquel viejo techo, era un torrente continuo de quejas, reproches, llantos y recriminaciones que se repetían una y otra vez como los mantras de un templo budista que resonaban con un monótono soniquete en cada en rincón de la casa y en cada minuto de la jornada.

      Luciano, siempre callado y aparentemente insensible, recibía con paciencia aquel castigo, porque se sentía en deuda con Alfonsina y pensaba que desahogarse de algún modo aliviaba a aquella mujer y resignado, escondía con ayuda del alcohol el dolor de corazón y la culpabilidad que ella le hacía sentir con su desamor…

      Al fin, tras desperezarse aparatosamente y quitarse las legañas restregándose los ojos con los puños, Luciano consiguió reunir fuerzas para levantarse de aquel catre y se dirigió directamente a la alacena.

     ! Joder...! ! No había aguardiente ! ! Se había acabado !. El leñador se puso nervioso..... para él , el asunto era importante, casi vital. Desesperado, recordó que detrás de la cuadra, en el leñero donde se guardaban los viejos aperos de labranza, había visto hace años unas garrafas viejas desnudas de vidrio verde arrumbadas allí desde antes de morir su padre, e incluso le pareció recordar que alguna de ellas permanecía aún tapada. El aguardiente tendría más de quince o veinte años, pero serviría….

     Quitando polvo, telarañas y viejos trastos y llenándose las manos de porquería, consiguió con cierto nerviosismo llegar al fin hasta una pequeña frasca de vidrio verde, que como si se tratara de la de cría un animal, parecía anidar y refugiarse entre otras mayores. !No podía esperar! la búsqueda había incrementado su impaciencia y no podía contener más tiempo su deseo. Se sentó en la paja del viejo pesebre y descorchó la garrafa con los dientes de un tirón. Luego, cerrando los ojos, se la pasó por debajo de la nariz rozando el enorme bigote negro y la olió antes de ponérsela en la boca ; ! Olía de puta madre! y levantando la frasca con un gesto, brindó el trago a su mastín que le miraba con ojos abúlicos y se dispuso a beber….

     Pero… en ese momento, sucedió algo sorprendente: del verde gollete de la garrafa, comenzó a salir un chorro de humo azulado con un sonido silbante y un olor acre que le hizo toser….Pasmado, Luciano vio como ante su vista se fue materializando una figura etérea y espectral y una voz profunda atronó en la estancia:! Luciano!.... ! Soy el genio de la garrafa verde…!, ! Llevaba medio siglo prisionero de ese vidrio y hoy tú me has liberado...!. En agradecimiento, te concederé dos deseos…! Pídeme lo que quieras que te será concedido !.

       Luciano, se quedó anonadado unos instantes incluso pensó que se había emborrachado solo con oler aquel aguardiente…, luego, lentamente fue reaccionando a la vez que sentía crecer la ira en su interior i como se iba apoderando se iba apoderando de todo su ser. Se fue poniendo rojo…, las venas del cuello parecía que le iban a estallar y sus ojos echaban fuego. ¿ Dos?, ¿ Has dicho dos deseos.. genio de los cojones ? pues…. !Te los voy a decir!: 

!! Devuélveme mi aguardiente!! y !!Vete a tomar por culo!!.