viernes, 13 de enero de 2017

EL VIOLÍN AMARILLO


Cuando lo vi me molestó la verdad. En la puerta de la iglesia aquel hombre estaba haciendo el payaso. Se contoneaba, cabeceaba y movía la cabeza hasta casi perder el sombrero imitando con soltura todos los gestos corporales de un gran concertino en plena sinfonía pero de su ridículo violín amarillo, que más parecía el juguete de un niño que un instrumento serio y a pesar de los violentas y repetidas pasadas del arco, no salía ni una sola nota musical.

A sus pies se podía ver extendida una mugrosa alfombrilla donde las beatas que salían de misa y los turistas que visitaban la catedral gótica le echaban, conmovidos y apiadados por el delirio y la pobreza de aquel hombre, algunas monedas de cobre con la deplorable puntería,  del que huyendo de la locura como si fuera contagiosa, no se detiene para lanzarlas.

En efecto, habían mas monedas esparcidas por la acera que dentro de aquel sucio harapo.


!No!, ! No creáis.. ! No soy un tipo intolerante y… !Si !, Si me dio pena el hombre. De hecho, además de mi profunda caridad cristiana, soy una persona cultivada y no tan insensible para que me moleste la mendicidad de estas gentes tan vulnerables que emigran donde hay un trozo de pan vestidos con sus ropas raídas y pasadas de moda, porque de donde vienen, además de no haber ni un mendrugo que llevarse a la boca, son tratados como bestias y depredados por gentes violentas y armadas.

Pero…!Si !, Si que me molestó que la chanza se hiciera con un violín. No lo pude evitar, porque además ese día, no estaba yo precisamente con mi mejor humor... El Otoño con la cortedad de sus días, sus nubarrones color panza de burro, su tiempo cambiante y los fríos vientos del norte, me tenían deprimido e irritable y con un dolor insoportable en las articulaciones mis artríticas manos.

! Que mal llevo haber tenido que dejar la música amigos…!.

! Veinte !, veinte fueron mis años como solista y primer violín en la Orquesta Sinfónica Nacional tocando bajo la batuta de los mejores directores y recibiendo en solitario los más cerrados aplausos, los "Bravos" más vehementes y las más sonoras ovaciones, un sustento que yo necesitaba para alimentarme más que el propio pan y que ahora confieso, aún me hacía de rogar en los bises para oírlos una y otra vez junto al sonido de mi nombre que destacando en los carteles y en los programas, era una fuente de orgullo para las gentes de mi tierra.

Si Amigos… ! El violín era mi vida!. Su música me lo curaba todo. Aquel viejo instrumento era como un apéndice de mi persona donde guardaba lo mejor de mí mismo y sin embargo… 
!Todo..!,todo eso amigos...!, se lo llevó casi de un día para otro y en mi más fecunda madurez una puta artritis de mis manos que supongo que me envió Dios para castigar mi soberbia.

Así que..., sin duda ahora entenderéis el porqué así a botepronto y hasta que comprendí su locura, me hubiera molestado la visión de aquel hombre que parecía burlarse de lo que para mí era más sagrado, El violín. 

Pero en mi descargo, también os he de decir, que tras haber reflexionado un momento antes de entrar en la iglesia y por supuesto sin detenerme, aun le eché una moneda de cobre que, por supuesto también,  tintineando fuera de la alfombrilla cayó a sus pies.

!No…!. No estaba enfadado con Dios por aquella putada de la artritis. Eso ya pasó... ya había hecho mi duelo y tras la dura cura de humildad, iba a rezarle todas las tardes a la catedral para darle gracias por lo que me había dado ya que a otras gentes como a ese loco del violín amarillo, con el mismo derecho que yo, no les había dado nada salvo una insana chifladura.

Durante todas las tardes de aquel otoño seguí viendo al demente del violín amarillo a apostado a la entrada del templo. Casi se estableció una rutina. Yo sin mirarlo, pasaba esquivamente y tan aprisa, que mi moneda de cobre como me señalaba su tintineo, ni una sola vez cayó de su lugar.

Fue hacia el final de Noviembre... si, creo recordar que hacia el final porque era un día en el que algo indefinible en el ambiente ya traía el olor a navidad de Diciembre, cuando al salir del templo, resbalé al pisar un pequeño charco helado.

 La cosa no fue nada en realidad, pero quedé de rodillas frente a él, que ajeno a todo, con los ojos cerrados y cara de éxtasis seguía zarandeando su violín amarillo a lo suyo sin ni siquiera mirarme o hacer intención de ayudarme.

Nunca había estado parado tan cerca de él, nunca, y cuando lo miré con reproche, vi que de sus ojos brotaban lagrimas de emoción. Bajé luego la vista hasta el violín y pude percatarme de que sus dedos, 
bajando y subiendo desde la voluta por un diapasón vacío y sin cuerdasmarcaban verdaderas notas con una agilidad y precisión infinita   mientras con el arco de crin y sobre la caja del violín, con dulzura e incluso con violencia, ejecutaba trémolos vibratos y pizzicatos de absoluta genialidad . 

! Ahora era yo el que lloraba!. Lloraba de pura emoción porque ,  mientras observaba la ejecución del instrumento, sin saber cómo y con una rodilla aun en el suelo 
,asombrosamente comencé a escuchar el "Capricho No 24 de Paganini " interpretado con un virtuosismo como jamás había oído.

Entre las lagrimas, una destello brillante de luz se abrió de repente paso en mi confusión. ! Aquel hombre no estaba loco! ! Aquel hombre estaba sordo ! ! Sordo como una tapia! y como tal no le hacían ni puta falta las cuatro cuerdas para sentir su propia música en aquel cómico instrumento!.

En aquel instante me vino al pensamiento la sordera de Beethoven y comprendí que la música es mujer y como mujer, mágica y rebelde, no se deja abandonar y si tiene que elegir, elige dejar tirado en el camino a su instrumento para meterse libre y gozosa en la cabeza de su amado músico y no salir hasta la muerte.

Me levanté trabajosamente, le eché al hombre una última y cómplice mirada, y me metí de nuevo en el templo pero esta vez… fue para darle gracias a Dios por ese increíble milagro…! La mente del hombre !.