viernes, 5 de mayo de 2017

ESMERALDA Y TERRACOTA

Nada mas llegar pensó que aquello iba a ser un infierno para él.
Acostumbrado a los paisajes verdes y esmeraldas, suelos mojados y los cielos borrascosos de su norteña Galicia, la cegadora luz de aquella ciudad no le permitía ni un segundo quitarse las gafas oscuras de sol que tuvo que comprar casi de urgencia en una gasolinera cuando el paisaje típico de pino mediterráneo había cambiado tan brusca y perturbadoramente al llegar a la costa.







Desde lo alto, aquella extraña población, se extendía por toda cerrada la bahía como una mancha de lodo en la que apenas de distinguían los edificios unos de otros. No destacaba siquiera la enorme catedral con su campanario barroco, ni los modernos edificios acristalados de las oficinas marítimas. La capa barro y polvo rojizo que lo cubría todo como una inmensa manta parda, tampoco permitía vislumbrar ni una sola mota verde de vegetación y solo, el mar con un azul turquesa intenso y deslumbrante, daba una réplica de color al insólito paisaje.

Por no verse, allí no se veían ni las ventanas de las casas y  como supo luego Mariano- Don Mariano ya- solo al amanecer, los rayos horizontales del sol de Levante lograban algunas sombrasen la ciudad  que daban idea de su relieve.

La verdad, es que a Mariano- Don Mariano ya-, dentro de la España continental, no podían haberlo enviado más lejos. Había obtenido la calificación mas baja de entre los admitidos, en las importantes oposiciones del Estado a Registrador de la Propiedad; No tenía otra opción.

En uno de los Septiembres más calurosos del último decenio, Mariano -Don Mariano ya- se había plantado a tomar posesión de su despacho en aquel extraño lugar con cuatro prendas en su maleta que era todo cuanto le había quedado después de comprar el coche.

Porque... ! Eso sí !,amigos, tener ese coche y no otro, había sido de siempre la máxima ilusión de Mariano.

Efectivamente, esa berlina, era el coche de sus sueños y  desde su adquisición, los destellos de aquel vehículo azul siempre reluciente con la llovizna norteña lograban atravesar las brumas y los grises del alma de Mariano, alegrando su melancólico corazón como no lo podía hace otra cosa.

Os he de aclarar, que en aquel perdido lugar donde Mariano- Don Mariano ya- fue a caer, el denso polvo ocre y rojizo mezclado con el extraño rocío que los vientos marinos traían de madrugada y las lluvias escasas pero terrosas acarreadas por los aires del desierto africano del que apenas le separaba el mar doscientos kilómetros, lograban  junto al intenso calor que reverberaba reflejado en los altos y oscuros acantilados, que se produjera una extraña reacción química con el frío de coches y edificios, cubriéndolos rápidamente de una dura costra a modo de terracota esmaltada que deformaba su diseño y no permitía ver su color. 

Entenderéis pues..., como la perspectiva de vivir en aquella ciudad generó en el flemático interior de Mariano, que por lo general no se estresaba por nada, una desconocida sensación de angustia, ahogo y sudoración nerviosa, cuando descorazonado percibió que en aquel lugar su flamante coche azul, que parecía una extraña y brillante nave extraterrestre, estaba inexorablemente condenado a un futuro de sucio anonimato porque los coches de aquella población, cuyos los habitantes ya habían renunciado a lavar, parecían ladrillos de adobe rodantes con apenas dos orificios obscuros a modo de de tristes ojos en la zona donde el limpiaparabrisas del cristal delantero permitía la visión. 

       Pero además..., en nada contribuyó al sosiego aquel norteño Registrador de la propiedad, el enloquecido comportamiento de aquellas gentes porque…., tal vez de modo compensatorio, hombres y mujeres y niños y hasta agentes de la autoridad, allí iban vestidos de los mas chillones y brillantes colores que dejaban cortas las ciudades africanas; hablaban chillando y riendo por todo y bromeando sin pausa lo que, junto a la animada música de baile que a todo volumen salía de todos los establecimientos tugurios y terrazas, convertía durante el día las calles y plazas de aquélla ciudad-casi monocolor- en una inmensa feria a la que solo le faltaba una montaña rusa.

-¿ Entonces...?,¿ Mariano se largaría rápido de allí? ¿ No…?

- ! Que va…! Aquel hombre tenía un cuajo envidiable.

¿Sabéis…?. Los gallegos casi de pequeños, aprenden a lidiar los problemas de la vida sin una lucha abierta y frontal y si el viento sopla fuerte y de cara, simplemente se quedan parados de perfil y esperan con inmensa paciencia a que el dios "Eolo" se canse para seguir a lo suyo sin apenas inmutarse

      !Si amigos….!. Todos sabemos que el aceite no puede disolverse en el agua, pero si lo agitas fuertemente en una frasca, se produce una emulsión de finas gotas amarillas que durante un rato dan el pego con la falsa sensación de que se han mezclado o disuelto.

       De entrada, Mariano -Don Mariano ya- decidió emulsionarse en aquel lugar extraño en espera de tiempos mejores, tomando una modesta pensión para compensar la carísima plaza de garaje que había contratado para su amado vehículo y que situada al lado del único lavadero de coches de la ciudad, vivía casi exclusivamente de la limpieza obligatoria de los coches de la policía, los bomberos, las ambulancias y de todos aquellos vehículos públicos cuya identificación era imprescindible para que aquella ciudad no se autodestruyera en su propio caos.

Luego.... Mariano -Don Mariano ya- continuó emulsionándose en el lugar simplemente desarrollanso su vida con el ritmo inverso a aquellas gentes: Pasaba tranquilamente las mañanas metido en el despacho con las ventanas cerradas y el aire acondicionado a tope..., Sacaba su amado coche a dar largos paseos cuando la ciudad caía en coma profundo a la hora de la siesta y lo lavaba concienzudamente a su regreso, Cenaba temprano en la pensión y se aislaba a cal y canto en su habitación a ver la televisión o leer novela negra...y así ,todo.

Pero... para que uno viva tranquilo, no solo es necesario que lo desee, sino ademas...!Que lo dejen! y en aquel desolado paraje, las mujeres además de pequeñas, bellas y aceitunadas tenían unos ojos castaños tan profundos como los que pintara el gran Julio Romero de Torres junto a unas las kilométricas pestañas en ellos y esas chicas,que no tenían un pelo de tontas y sabían poner cara de dulce gacela desvalida y no se les escapó que para ellas Mariano - Don Mariano ya-, era un auténtico bombón de chocolate fino.

Julia, que trabajaba como becaria de su secretaria Doña Patro próxima a la jubilación,le había echado el ojo y astútamente y para evitar competencias, difundió por toda la ciudad que Mariano era casado con tres hijos. Luego, ya sin oposición alguna, se dedicó a lanzar pacientemente sus hilos de araña y para no asustar al norteño, le entro a su jefe Don Mariano por lo formal : Eficiencia...,recogidos de pelo profesionales..., medias oscuras, taconazos de aguja de 12 cm, faldas discretas pero cortas y entalladas, blusas sencillas blancas desabrochados discretamente los 3 botones superiores.., graciosas gafitas en la punta de la nariz y...! Chanel !,mucho Chanel del cinco.

La verdad es que la caza no fue fácil. Don Mariano, algo despistado y cachazudo, no estuvo por la labor hasta que, casi un año después, el hombre dio signos de caerse del guindo e ir captando alguna señal. La chica decidió entonces que una visita conjunta en su propio coche-ladrillo para la valoración de unos terrenos algo alejados de de la ciudad podría brindarle la ocasión perfecta para un ataque final, y no la desperdició.

Con la excusa de buscar ciertos documentos en el asiento trasero- aun no sabe Mariano cómo- pero se encontró con la nariz metida entre los pechos de la muchacha y sinceramente, ya nunca mas la pudo despegar de allí.

 ! Amigos...!, !Solo el amor consigue disolverlo todo! y como las diferencias culturales tienen su "aquél", La cosa cuajó bien y entre ambos surgió una tierna historia que fue cambiando la vida de Mariano hasta llegar a disolver se verdad su emulsión con aquella ciudad.

Mariano, dejó de lavar el coche cuando comprendió la inmensa intimidad que ofrecían a su amor las superficies embarradas, dejó de importarle el ruido y el caós porque apenas lo oía cuando estaba con ella aprendió a reírse con aquellas gentes ,que quedaban encantados de la mala gracia con que intentaba imitarlos, se vestido de colorines y hasta se lanzó con aquél cascabel de mujer al tapeo, al rebujito y al vino fino e incluso… jaja… ! Al baile!, con una pasión latina que ignoraba que llevara dentro y que solo era comparable a su inmensa desmaña.

El único disgusto que por entonces empaño un poco la felicidad de Mariano, la única nubecilla en su cielo azul, fue en el dia de la madre, cuando olvidándose un poco de lo mucho que había cambiado, se le ocurrió -lleno de euforia- volver a su verde Galicia a presentarle su recién preñada esposa a su anciana progenitora.


Cuando la pobre mujer en un día borrascoso salió vestida del habitual negro rural con el pañuelo ceñido a la cabeza a recibirle y vio salir de de una masa de barro gigante a una especie de payaso grandón y vociferante que trataba de abrázala tras el que caminaba una mujer bonsai vestida de putilla….se negó a darle un beso y se metió para adentro encerrándose a llorar en la cocina...










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