sábado, 22 de octubre de 2016

LA VENUS DE LAS MEDIAS VERDES

Acabábamos de hacer el amor por primera vez cuando la pinté. Bueno..., realmente en ese instante no la pinté, pero mis ojos habían captado la magia de aquel momento y fascinado, solo tomé un apunte rápido con un bolígrafo barato en un pañuelo de papel que había en la mesilla de noche, que me sirvió para fijar en mi memoriaantes de que se la llevara el olvido, aquella imagen tan bella .
  


Me había levantado de la cama a buscar un cigarrillo y  Frida 
orgullosa de saber que yo la había deseado, con un movimiento decidido y sin dejar de mirarme a los ojos, había retirado el edredón que la cubría. Sus ojos entornados, verdeazulados y soñadores observaban con disimulo el efecto que su entera y rotunda desnudez causaba por primera vez en mi

De costado, su rostro iluminado por las velas reflejaba la dulzura de la sonrisa poscoital y su cuerpo descansaba tranquilo y relajado. Sus numerosos y mullidos faldones de carne le caían desde el flácido abdomen como una cascada de suaves michelines que apenas permitían vislumbrar lo oscuro de su sexo y sus rotundos pechos, como buenos hermanos, colgaban muy juntos de forma delicada.

Un par de sensuales medias verdes que le cubrían desde sus blancos muslos hasta sus minúsculos pies, era todo cuanto había quedado de su atuendo tras nuestra subterránea batalla bajo los embozos del lecho a donde había arribado tímida y vergonzosamente tapada.

Hacía mucho tiempo que conocía a Frida. La conocí cuando ella apenas había dejado la cama del hospital donde un cirujano piadoso preocupado por su salud le había reducido el estómago metiéndole un temible tubo de metal brillante hasta sus entrañas. 

Entonces aún conservaba ella aquellas formas esféricas e hinchadas que le daban sus ciento treinta kilos. Sus voluminosos mofletes, apenas dejaban vislumbrar el color de unos ojillos enterrados en rendijas y su nariz y su boca aparecían diminutas, hundidas en la redondez de hogaza que la gran papada daba a su rostro.

Nunca sospeché que detrás de aquella mascara deformada hubiera un ser tan dulce sensible y armonioso como ella.

Su comportamiento con los demás incluso conmigo, era por aquellos tiempos el típico que los obesos como si fueran actores de teatro, deben adoptar en sociedad con el fin de ser aceptados en cualquier grupo.

!Si!. los obesos, sabedores de que la autolesión siempre es menos humillante y mas piadosa que el ataque exterior, deben interpretar el rol de de bufón, de gordito bondadoso y feliz que se espera de ellos de antemano y que supone un comportamiento alegre, divertido, despreocupado, incluso procaz, riéndose con ingenio de su propios defectos para anticiparse a que los demás lo hagan.

Aun recuerdo  cuando se reunía el grupo al atardecer de la tardía primavera en la terraza del kiosco de la Alameda, 
y Frida sentada en un banco del parque porque en su enormidad no cabía en las sillas corrientes, profería desvergüenzas que producían risotadas entre las amigas.

En otras ocasiones, la veía solidaria, consolando y preocupándose por todo el mundo, con actitud casi servil, sin dejar vislumbrar a los demás ni un segundo, la soledad a la que la condenaba aquella cárcel de grasa y la envidia del que, sin poderse quejar de su suerte y debiendo aparentar felicidad, siente hacia las existencias completamente anodinas normales de los demás.

 !Si !,  Frida lo hubiera dado todo por ser normal, no mejor ni mas lista ni mas bella, solo simplemente anodina y normal.

Es curioso que a veces la vida nos permite ser espectadores involuntarios de transformaciones fascinantes que no podíamos ni imaginar y que nos sorprenden, porque a su vez nos trasforman a nosotros mismos. Yo viví la metamorfosis de Frida desde mi propia metamorfosis con el vértigo de observar como algo cambia y evoluciona mientras que tu lo haces en sentido contrario.

Cuando Frida se metió en mi lecho, yo ya estaba enamorado de ella. Al igual que en la superficie de un lago aparecen preciosas siluetas al bajar el nivel de sus aguas, 
con la pérdida de peso  de la masa esférica de su cuerpo,  habían ido apareciendo en su superficie relieves y formas que solo ella podía sospechar en sus recuerdos de antaño.

El caso fue, que yo no la había visto desde hacía algún tiempo y cuando la volví a ver, me topé con una risa maravillosa que iluminaba un rostro que apenas reconocí, unos dientes blancos y perfectos, unos ojos gatunos y llenos de vida y un ovalo hermoso desde sus marcados pómulos hasta la fina barbilla, visible desde que su largo cuello había quedado vacío de la gran papada que lo ocultaba.

Con la torpeza de quien no está acostumbrado a algo, ella se había metido tímidamente en mi lecho vestida para no ofenderme con sus formas, porque a pesar de la pérdida de tamaño de su cuerpo, su piel burlona, se había resistido a empequeñecer al tiempo y ahora colgaba de su cuerpo en unas antiestéticas lorzas.

Pero.... ,
asombrosamente...,bajo el edredón, el tacto de esas formas por las que deslizaba mis manos, me produjo una sensación deliciosamente tibia y agradable e incluso cuando me fundía en su calidezgozaba de cada volumen…,cada rincón inusual…, y cada cosa a la que podía agarrar mis manos y disfrutaba gozoso cuando, cerca ya del éxtasis, sus blanduras devolvían mis ímpetus  golpeándome como deliciosas olas en el mar ….

Cuando jadeante caí después mirando al techo, supe con certeza que a Frida, no le sobraba nada , es mas…que era a las demás mujeres a las que les faltaba algo.…

!Si!, ahora ya pasado el tiempo, a mi egoísmo no le puedo permitir que impida a Frida ser más dichosa cumpliendo su deseo de hacer desaparecer esos maravillosos pliegues. no se puede ir contra el álma de una mujer.

Así que callé molesto cuando me dijo que le habían propuesto retirar aquellos faldones de su cuerpo para devolverle una imagen más acorde con su rostro y crispé los puños y me mordí los labios para no tener que decirle que deseaba que se quedara como estaba.

Tristemente, Creo que yo no la amaré mas cuando el cuchillo la moldee y la tornee según su recóndito deseo, pero... de lo que estoy seguro, es que echaré 
algo de menos … 

Hoy sentiré sus faldones por última vez. Si, hoy me despido de ellos. Los veré partir para no volverlos a ver mas, y por mi amor a Frida tendré que mantener en secreto mi egoísta carencia y mi mezquina añoranza de ellos.

Por eso y solo por eso…, hoy he plasmado su recuerdo en mi pintura para que el tiempo y las cosas no me haga olvidar jamás aquellos momentos tan dichosos con mi deformada venus de las medias verdes.