lunes, 25 de abril de 2016

EL NIÑO ROSAURO.

!Joderrrrr…….! ! Rosauro...! !Mira que ponerle Rosauro...! Aquel hombre musitó entre dientes mirando encorajinado al niño que sentadito en la alfombra, junto a la alacena, jugaba con una muñeca rubia de cara de porcelana y cuerpecito de trapo que había heredado de su hermana mayor y a la que la estaba vistiendo con esmero y delicadeza con un trajecito de finas puntillas apropiado para tomar el té en una ficticia merienda con aquellas minúsculas y cursis tacitas amarillas de plástico del juego de café de juguete.… En su desilusión, Luis no se preguntó entonces a quién se le había ocurrido aquel nombre porque sabía la respuesta.


Para colmo, la ventana abierta al amplio y sombreado patio porticado del viejo edificio, permitía el paso de los agudos gritos de guerra del chavalerío del barrio, que incluyendo al hermano menor de Rosauro jugaban en él a lo bruto, divididos en dos irreconciliables bandos definidos espontáneamente por sus preferencias futbolísticas y que les llevaba a pegarse entre risas fuertes balonazos en un juego de lo más bestia, cuyo final en lloros o descalabros era mas que previsible.

Ni buscando varios días por todo el santoral, alguien podría haber dado con un nombre mas adecuado para aquel chaval. Luis llegó a pensar que aquel nombre había sido un aviso de Dios para que se preparara para lo que le había tocado en suerte y que hasta aquel momento, a pesar de los múltiples indicios recibidos se había negado a aceptar - !No hay peor ciego que el que no quiere ver!- susurró Luis con una amarga sonrisa de resignación .

!Pero no!... La verdad era que al niño que ahora rondaría por los seis o siete años no le pusieron Rosauro por ninguna premonición…!No!, El dichoso nombrecito les había venido de impuesto de algún modo y  Luis se sintió entonces un poco culpable de haber cedido al chantaje . Don Rosauro, el solterón y acomodado tío-abuelo de su mujer que a falta de hijos frecuentemente les ayudaba económicamente , les había dejado caer en su momento muy disimuladamente, que permitirle ser el padrino del recién nacido y bautizarle con su nombre - Rosauro- podría darle una excusa para ser todavía mas generoso con esa familia, e incluso tal vez incluir al infante de algún modo en su testamento.

Aunque lo intentaba, a aquél padre no se podía quitar de la cabeza la irracional sensación de que con el dichoso nombre, Don Rosauro , al sostener al niño frente aquella pila bautismal de mármol blanco, había trasmitido de algún misterioso modo su personalidad y sus inclinaciones a aquel bultito arropado que berreaba cuando la helada agua bendita caía desde la concha de plata hasta su cabeza pelona. Porque…puestos ya a que se le hubiera caído la venda de los ojos, de repente, el hombre percibió entonces lo que nunca había ni siquiera sospechado y comenzó a comprender porque aquel hombre atildado, educado, presumido, culto, francamente guapo y bien plantado jamás se casó ni se le conocieron novias. También entendió porqué Don Rosauro desaparecía semanas en la Riviera francesa y porque, en el circulo literario del ateneo siempre se le veía acompañado de jóvenes pintores, poetas y escritores con el respetable disfraz del mecenazgo. Se le hizo claro como el día, como en sus últimos años, cuando la vejez le llevó a la amarga soledad encerrado cruelmente en un armario del que los tiempos que corrían no le permitían salir, el extravagante y acomodado tío de su mujer, se había acercado a ellos -su lejana familia- buscando un poco de calor humano.


Han pasado ya algunos años desde aquel día amargo en el hombre comenzó a comprender y aceptar la condición de su hijo y hoy, el niño Rosauro le acompaña por la calle vestido extrañamente de rosa con su sombrerito y sus francesitas a juego y con el brillo de la alegría en sus ojos infantiles riendo de excitación. La mañana del sábado está preciosa y van a la matinal de la escuela de ballet donde Rosaurin, como le gusta que le llamen, actuará en el festival de primavera y donde por méritos propios será el primer bailarín. Su padre, camina a su lado y solo tiene ojos para él y sus delicados movimientos y lleno de amor y orgullo, ignora a algunas gentes y familias que les miran con disimulo cuando se cruzan con ellos a la salida de la misa. Ese niño, contra pronóstico, solo le da motivos de alegría y endulza su vida y él solo desea que sea dichoso sin trabas y no quiere que ese niño de su corazón se meta en un armario del que luego tenga que salir dolorosamente. No...No fue plato de gusto cuando supo como era Rosaurin. Pero el amor de un padre puede con todo y…ya sabes amigo…en esta vida, si no puedes cambiar los hechos….el desafío está en cambiarse uno mismo...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso relato!!Que habla de amor,ese amor incondicional que los padres sienten por sus hijos.
Porque realmente lo que importa en la vida,no son los triunfos que uno cosecha,los títulos,o si eres rico o pobre,lo verdaderamente importante es la capacidad de amar...y Luis tiene mucha.
Enhorabuena.
Vir.

Francisco Ballester Monfort dijo...

gracias Vir. precioso comentario