sábado, 20 de septiembre de 2014

LA PASION DEL VIOLINISTA


Pablo estaba rezando arrodillado entre los primeros bancos frente al solitario 
altar . Como todos los días, aquel hombre de aspecto distinguido y cuidado pelo canoso, rezaba un rosario pasando las cuentas con su mano tullida. En el exterior, las calles estaban vacíasEn la rara soledad de las primeras horas de la tarde de agosto, la ausencia de tráfico hacía que la ciudad pareciera un extraño decorado de película de catástrofes  y el calor era tan intenso, que en la lejanía el asfalto reverberaba en espejismo.
En contraste, dentro, la enorme nave de la iglesia gótica oscura y fresca parecía dar una tregua al cansado personaje que como todos los días, siempre a la misma hora, rezaba. Los bancos de madera oscura estaban desiertos y el silencio era total salvo el ronroneo ocasional del párroco que sesteaba dentro del confesionario a la espera de alguna feligresa despistada a la que los familiares no se hubieran llevado de vacaciones a su pueblo.
Tras el accidente que le destrozo la mano derecha en la cima de su carrera, Pablo no tocó mas el violín, no  es solo que no lo hubiera hecho sonar, es que jamás volvió a posar las manos sobre aquel bello instrumento que se quedó allí , arrumbado y triste, tal y como estaba aquel desgraciado día en que sonó su última nota. Con las prisas, Pablo antes de salir de casa aquella desafortunada mañana, lo había dejado descuidadamente apoyado sobre tres antiguos libros, heredados de su abuelo,  en el gabinete donde había estado ensayando. Pero Pablo no se había olvidado de aquel magnifico y querido instrumento, el mejor y más fiel amigo que había tenido. Cada semana a modo de homenaje y agradecimiento le ponía flores nuevas , flores blancas...  Rosas….,Crisantemos… Claveles…. Camelias… Gladiolos…Cada siete días,  le enviaban un ramo diferente de la floristería. Siempre eran las flores más frescas de la tienda la , y siempre eran blancas....

Cuando aquel hombre tuvo que abandonar su brillante carrera musical en lo más alto, su mundo se vino abajo en un abrir y cerrar de ojos y en plena desesperación, solo el amor y la entrega de su esposa le había salvado del suicidio. Luego... aunque muy lentamente, su genio musical al que siempre estará agradecido, fue resurgiendo de nuevo como un ave Fénix de las cenizas de su pasado. Su enorme talento le había permitido seguir con la música componiendo obras geniales para otros solistas.

Aunque hacía tiempo ya que la enfermedad llevaba por caminos de niebla y olvido la mente de Elisa, ella le seguía inspirando la más bellas y delicadas melodías. 
Ahora, iba a la iglesia a rezar cuando ella dormía . El resto del día , él la cuidaba con dedicación total, la lavaba, la arreglaba, le daba la comida y pasaba el día con ella hablándole cariñosamente. 

La enfermedad de Elisa fue ,después de lo del violín, el segundo mazazo en lo mejor de su madurez. Fue como un doble golpe de boxeo. Un uno-dos…,Un izquierda-derecha que le dejó KO y lo envió a la lona de la que las circunstancias de la vida le harían levantarse pronto y...aunque aún no sabe como lo hizo, se levantó.

Lejos de revolverse contra la injusticia del destino que le había deparado Dios, una fe extrañamente intensa había abierto paso desde algún rincón de su alma adormecida por un ateísmo perezoso y le había dado fuerzas para vivir.

Elisa no recordaba nada, sus recuerdos se desvanecían como diluidos por el agua y solo a ratos lo reconocía. Siempre habían estado juntos. Los hijos no habían venido y su manera de vivir de concierto en concierto , de ciudad en ciudad y de triunfo en triunfo no aconsejaban la adopción de hijos. Sin embargo, ellos, el uno para el otro, habían conseguido ser felices así.

La miró después de arreglarla. Comía como un pajarito. Su pelo rubio entrecano caía laciamente a ambos lados de su rostro ! Qué guapa estaba esta mañana!. A la suave luz del amanecer, su piel parecía casi trasparente en su palidez y sus pómulos salientes por la delgadez le daba un aire de virgen de marfil. El suave color Coral con que ella sola se pintaba, 
cada dos por tres de forma casi automática sus delgados labios completaba la suave imagen que le daba aquel sencillo camisón rosa palo. Sus manos finas cuyo único toque de color era la alianza, se cruzaban en su regazo como dos pequeñas alas de paloma irradiando paz por toda la alcoba.

Pablo estaba sereno, seguro de que a su modo ella era feliz y cuidarla era su único motivo para vivir. Cuando la miró, pensó por un instante ¿Que hubiera sido de ella sin él…?.Pero antes siquiera que imaginar una respuesta, del fondo de su alma brotó la verdadera pregunta:¿Que hubiera sido de él sin ella?.
Hacía ya tiempo que el corazón de aquel violinista sabía que su destino nunca había estado en la música, su destino era solamente ……..amar a Elisa.