lunes, 23 de junio de 2014

LA GARRAFA VERDE


Nada más abrir los ojos, Luciano el leñador  se dio cuenta de que iba a necesitar un buen trago para ponerse en marcha. El día anterior había sido muy duro y el que le esperaba iba ser peor…. Era plena temporada de tala en aquella ignota región. En la primavera, con los deshielos de las altas montañas bajo las que vivían, aumentaba la fuerza de los torrentes  que bajaban desde las cumbres y se facilitaba el transporte fluvial  de los enormes troncos rio abajo hasta las serrerías de la llanura.  !Si !,  definitivamente iba a necesitar un buen " lingotazo ",  un buen vaso de aguardiente en ayunas… bueno... tal vez dos….dejaría el café para después cuando ya tuviera el cuerpo un poco más entonado.
Luciano, vivía en aquella casona de piedra negra y techo de pizarra, que junto al viejo puente medieval que cruzaba el rio, cerraba el camino de salida del aquél angosto y umbrío valle.


Luciano vivía solo desde que un oscuro y gris día de otoño, tras diez días de lluvias interrumpidas Alfonsina , su mujer, lo abandonó largándose sin equipaje y sin un adiós, con su familia del sur.
Mentiría si dijera que le había pillado de sopetón; de hecho había esperado ese  desenlace  desde aquel lejano día en el que ella llegó allí. Aquella alegre sureña jamás había podido integrar su risa de cascabel con la ausencia de color y la humedad triste de aquellos parajes.  Luciano era consciente de que había que haber nacido allí para sentir su extraña belleza bicolor  casi en blanco y negro y los eternos días grises y brumosos. Sorprendentemente, como un insólito milagro más relacionado con el deber de la maternidad que con las obligaciones y el amor de una esposa, ella había logrado permanecer allí veinte años mas de los que él había esperado. ! Si! , los veinte años que transcurrieron desde que su hija nació, hasta que se marchó a estudiar a la ciudad. Luciano, no estaba resentido con ella, es más le estaba agradecido por su sacrificio y  a veces se sentía culpable de no echarla más de menos.
Desde que ella se fue, la casa estaba sucia y desordenada, él había cambiado las sabanas y las mantas por un mugriento saco de dormir que tendía a ventilar colgándolo de en un oxidado alambre  en exterior de la casa  los raros días que no llovía y la comida había empeorado sensiblemente. Su alimentación ahora era tan primitiva como en la edad de piedra: cualquier pedazo de caza maltirado en las brasas de la lumbre, un viejo queso de cabra que él mismo se fabricaba y un mendrugo de pan de una hogaza que le venía a durar siete días hasta que volvía a bajar al pueblo a comprar alguna provisión. constituían toda su gastronomía ; pero a cambio….. en la negra casona de piedra,  la paz y el silencio habían retornado, como vuelven las cigüeñas. Desde su ventana, Luciano volvía a escuchar los trinos de los pájaros y los mil sonidos de su misterioso bosque.  En los últimos años, Alfonsina había volcado toda su frustración en él,  la única música que se oía bajo aquel viejo techo, era un torrente continuo de quejas, reproches, llantos y recriminaciones que se repetían una y otra vez como los mantras de un templo budista que resonaban con un monótono soniquete en cada en rincón de la casa y en cada minuto de la jornada. Luciano, siempre callado y aparentemente insensible, recibía con paciencia aquel castigo, pensando que desahogarse la aliviaba, y  resignado  escondía con ayuda del alcohol el dolor de corazón y la culpabilidad que ella le hacía sentir con su desamor…
Al fin, tras desperezarse aparatosamente  y quitarse las legañas restregándose los ojos con los puños, Luciano consiguió reunir fuerzas para levantarse de aquel catre y se dirigió directamente a la alacena.  
! Joder...!  ! No había aguardiente ! ! Se había acabado ! El leñador se puso nervioso..... para él , el asunto era importante, casi vital. Desesperado, recordó que detrás de la cuadra, en el leñero donde se guardaban los viejos aperos de labranza,  había visto hace años  unas garrafas viejas arrumbadas allí desde antes de morir su padre, e incluso le pareció recordar  que una de ellas permanecía aún tapada. El aguardiente tendría más de quince o veinte años, pero serviría…. .

Quitando polvo, telarañas y viejos trastos y llenándose las manos de porquería, consiguió con cierto nerviosismo llegar al fin hasta una pequeña frasca de vidrio verde, que como si se tratara de la de cría un animal, parecía anidar y refugiarse entre otras mayores. !No podía esperar! la búsqueda había incrementado  su impaciencia y no podía contener más tiempo su deseo. Se sentó en la paja del viejo pesebre y descorchó la garrafa con los dientes de un tirón. Luego, cerrando los ojos, se la pasó por debajo de la nariz rozando el enorme bigote negro y la olió antes de ponérsela en la boca ; ! Olía de puta madre! . Levantando la frasca con un gesto, brindó el trago a su mastín que le miraba con ojos abúlicos y se dispuso a beber….… Pero… en ese momento, sucedió algo sorprendente: del verde gollete de la garrafa, comenzó a salir un chorro de humo azulado con un sonido silbante y un olor acre que le hizo toser….pasmado, vio como  ante su vista se fue materializando una figura etérea y espectral y una voz profunda atronó en la estancia:   ! Luciano!.... ! Soy el genio de la garrafa! , llevaba medio siglo prisionero de ese vidrio  y tú me has liberado. En agradecimiento te concederé dos deseos…  ! Pídeme lo que quieras que te será concedido !. Luciano, se quedó anonadado unos instantes, luego  lentamente reaccionó sintiendo crecer  la ira  en su interior que se iba apoderando de todo su ser… se puso rojo, las venas del cuello parecía que le iban a estallar y sus ojos echaban fuego .. ¿ Dos? ¿ Has dicho dos deseos.. genio de los cojones ?  pues…. te los voy a decir: !! Devuélveme mi aguardiente!! y !!Vete a tomar por culo!!.