martes, 11 de marzo de 2014

EL PAPERO

Por entonces.... tendría yo ocho o nueve años, por lo que si te digo que nací en el 51, a poco que sepas sumar, puedes hacerte una idea de las fechas… Las vacaciones de verano habían llegado. Los colegios de monjas y curas donde crecíamos los cachorros de la clase media baja, quedaban desiertos… y de nuevo, tras nueve meses de algarabía infantil, sus habitantes podían oír  en sus arcos y atrios , pasillos y patios, el trino de algún pájaro y el eco de los pasos solitarios de los religiosos, que resonaban en los suelos de baldosas blancas y negras y en los altos zócalos de azulejos floreados en verde amarillo y azul, y que dispuestos por todo el colegio evitaban el roce de la chavalería sobre las paredes.
Nuestras madres, todas amas de casa por entonces, se apresuraban resignadas y sin protestas  cambiar se vida en los próximos tres meses,! si, tres largos meses!, de un modo natural, como una osa que despertando de su hibernación permitiera que el instinto le fuera a marcar su agenda sin la menor queja u oposición. Las obligaciones y rutinas del hogar se cambiaban sus prioridades de un día para otro, para dar cabida al entretenimiento de dos o tres hijos, que no paraban ni un minuto.
 Sus preferencias, deseos y anhelos se metían en los baúles junto con ropa de invierno, con bolas de naftalina para que no se apolillasen y pudieran de nuevo salir cuando las circunstancias lo permitieran. Aquello, era un trabajo más en la vida de un ama de casa, un ciclo vital que te venía todos los años como el frío el viento o el calor, o como la regla todos los meses quisieras o no….. El cambio no se planteaba, simplemente se hacía, como quien se dispone a hacer la colada, o a lavar el piso, que entonces se hacía arrodillada, con un cubo metálico y una cosa  llamada "trapo del piso", que habitaba en todas las casas, a modo de "asquerosa mascota exótica" , Siempre nos gustó que mi madre lavara el piso arrodillada en la almohadilla, pues nos permitía una vía de abordaje a su cuerpo, una perspectiva interesante que nos daba acceso a partes de a su cuerpo que quedaban más lejanas..y distantes y también nos permitía realizar en su persona un auténtico "test de paciencia" que consistía en hacerla enfadar subiéndose a su espalda a caballito, mientras lavaba el suelo refunfuñando….
Es curioso, pero ya entonces, había grupos o bandos., tu familia podía ser de "Las Arenas" en el cabañal donde el enorme edificio azulado del falso Partenón que hacía de vestuarios te esperaba, o de "Benimar" en Nazaret , de ambiente más católico, con su construcción amoriscada blanca con azulejos verdes, que sobresalía orgullosa sobre los umbríos cañizos de los barracones y chiringuitios , bajo cuya sombra, con los pies metidos en una sorprendente arena fresca comíamos "Titaina de atún y tomate", y "ensaladilla rusa", que nuestra madre, traía cargada como un burro en cestas, junto con ropa,  flotadores, los juguetes de playa y la bolsa de labor.
Nosotros vivíamos en la avenida del puerto, entonces no era más que una carretera en cuyas cunetas profundas crecían unos Plátanos de Sombra, que formaban un enorme túnel verde-amarillento y sombreado sobre toda la calzada. Los tranvías a sus costados, subían y bajaban alegres y ruidosos.  A los chiquillos nos gustaba ir  en las "jardineras Amarillas", un tipo de tranvía muy antiguo y totalmente abierto, que solo salía en verano y nos permitía poner a prueba el temple y los nervios de nuestra madre, cuando por las  puertas abiertas nos descolgábamos imprudentemente hacia el exterior chillando cuando el viento y la velocidad nos despeinaba el flequillo.
Niño sano pero inquieto donde los haya, yo hoy, sería diagnosticado de niño  hiperquinético, harto de "tests" y medicamentos, con un síndrome de esos de déficit de atención  creados por los psicólogos para poder comer de algo. La verdad, es que a mi lo que me gustaba era ir vagando por toda la playa a mi bola y me pasaba la mañana destruyendo los castillos de arena de los demás, no por maldad, sino por aburrimiento.Tambíen me dedicaba a hacer enormes hoyos donde enterrar a mi hermana, y luchar y saltar contra las olas más altas. Ah!.. y en los ratos libres…, iba a las rocas a coger lapas y perseguir cangrejos "palo en mano" ¿Tomar el sol ? !Nooooo ! ¿ Quieto y tumbado ? !A que santo! ¿ Leer un cuento?..¿Aquí en la playa….? ! De quee....!
Pero de pronto............. !Papeeeeeeeeeeeroooooo!, !papas!.  y de nuevo !Papeeeeeeeeeeeroooooo!, !papas!. era como un misterioso mantra que llamara a la oración y al recogimiento desde un "almuaciz". Siempre un "papero" largo, y un "papas" imperativo y corto, suficiente para hacerme notar un agujero mi tripa y la saliva en la boca. !Papeeeeeeeeroooooo!, !papas!, cada vez más cercano…, ya lo podía casi ver…mi corazón se aceleraba y mi cuello no hacía más que estirarse para ver por dónde venía el hombre. Entonces, y solo entonces…..,tenía lugar la trasformación. El milagro. Mi rostro y mi lenguaje corporal, se convertían en la viva imagen de la quietud, y la bondad. La madre Teresa de Calcuta, debía ser un demonio a mi lado. La dulzura hipócrita con que entonaba ¿ Mamaaaaa, me compras unas papaaas? !hoy me he portado bieeen!, solo podía rivalizar con la cara dura de la que hacía gala.


Allí estaba….. frente a nosotros…… con su chaqueta arrugada y su gorra, todo de un dudoso blanco , con dos enormes cestas ovaladas con forma enormes de torrijas, llenas de unas bolsas aceitosas y traslucidas de colores pastel….rosas, verdes, amarillas, azules…… ! Para mi azul y para mi hermana una rosa….! ¿ cuatro pesetas?...! !Tome!.-  Solo, sentado en la fresca arena bajo la mesa, como si estuviera comulgando, las hacía crujir en mi boca suavemente, notaba su sal y las paladeaba. Esto, me tenía quieto por un tiempo y mi madre lo agradecía…. siempre se me terminaban  papas antes que las ganas... pero mañana…. el papero pasaría otra vez y de nuevo. "San Francisco" tendría que hacer de nuevo su aparición.....